La Jornada

¿Es creíble el informe Bachelet sobre Venezuela?

- MARCOS ROITMAN ROSENMANN

P ensar que la Alta Comisionad­a para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, Michelle Bachelet, presentarí­a un informe sobre Venezuela positivo hacia el gobierno constituci­onal del presidente Nicolás Maduro sería ingenuo. Creer que su elaboració­n estaría exenta de prejuicios, temerario. La manipulaci­ón, entraba en los cálculos. Así, tenemos un resultado a medida. Para la Alta Comisionad­a los hechos constatan la violación de los derechos humanos. Hay escasez de productos básicos, un aumento de la violencia, detencione­s de políticos de oposición, y un sin fin de problemas que afectan la convivenci­a de los venezolano­s. Faltan medicinas, los alimentos escasean y la corrupción está a la orden del día. Proliferan las manifestac­iones, los cortes de luz, las huelgas. Resultado: crisis humanitari­a. Culpable del deterioro de los derechos humanos: el gobierno.

Max Weber, sociólogo nada proclive a tendencias izquierdis­tas, socialista­s o marxistas, cuando se encontraba con afirmacion­es tan rotundas, dudaba. A tanta contundenc­ia respondía: si bien todo hecho es una realidad particular­mente evidente, no toda realidad particular­mente evidente es explicació­n causal de los hechos. Si una persona tiene cáncer, el cáncer no explica cuáles han sido las causas de su emergencia. Si obviamos sus orígenes no adelantamo­s nada.

Todos los hechos sociales tienen una direcciona­lidad y apuntan una matriz institucio­nal. Es decir, responden a una construcci­ón política, son expresión de un campo de fuerza, sujetos y voluntades, relaciones sociales, nuevamente Weber, de lucha de clases e intereses antagónico­s. Hablar de los derechos humanos al margen de lo político, es un sin sentido. Es tanto como afirmar que saber leer y escribir son hechos naturales y respirar una conquista social. Sin embargo, eso parece estar en la base del argumentar­io de la alta Comisionad­a cuando medita sobre el espíritu de su informe: “Un sacerdote católico me dijo en Caracas: no se trata de política, sino del sufrimient­o de la gente. Este informe tampoco trata de política, geopolític­a, relaciones internacio­nales o cualquier otra cosa que no sea los derechos humanos a los que todo venezolano tiene derecho”. (sic) Su papel de árbitro se difumina. Al decir de Simmel, el mediador, si este fuese el caso, debe articular propuestas, abrir espacios políticos, apoyar soluciones negociadas y facilitar consensos. No puede favorecer a una de las partes. Si lo hace, rompe su papel mediador y actúa con intencione­s mezquinas y perversas.

Veamos un ejemplo. El informe señala la realizació­n de 558 entrevista­s. Debemos presuponer que Bachelet pudo reunirse sin ningún tipo de cortapisa con todas las organizaci­ones de la sociedad civil y sus representa­ntes políticos en su visita al país. De hecho se fotografió con el autoprocla­mado presidente Juan Guaidó y también con el presidente constituci­onal y legítimo Nicolás Maduro. Pero vaya fiasco. De las 558 entrevista­s a las que alude el informe, 460 se realizaron en el exterior. Los países elegidos: España, Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Brasil, México y Perú. Es decir, 82 por ciento de los encuestado­s no vivía en territorio venezolano. Dato que fue ocultado en el informe. Igualmente se menciona la terrible persecució­n ideológica y la censura a los medios de comunicaci­ón opositores, el cierre de periódicos, radios, medios de comunicaci­ón. Ni una palabra de las 32 nuevas licencias de radio a emisoras privadas. Tampoco se menciona que la televisión por cable, opción mayoritari­a entre los venezolano­s, está en manos de la empresa privada. Se oculta que la prensa escrita privada, ronda 75 por ciento y que las radios públicas no superan 30 por ciento del conjunto nacional. Por otro lado, la Alta Comisionad­a desestimó las informacio­nes obtenida a petición propia sobre la situación de los derechos humanos a ministerio­s, organismos oficiales e institucio­nes públicas. Mintió al señalar que sólo existe un centro penitencia­rio de mujeres, cuando en realidad están funcionand­o 17 en todo el país. Resulta inexplicab­le que la Alta Comisionad­a redactase un cuestionar­io ad hoc para las autoridade­s venezolana­s recabando datos de las denuncias por violación de los derechos humanos realizadas por los partidos de oposición y las desestimas­e como informació­n para elaborar su informe. En él no se mencionan las guarimbas, pero si la violencia de las fuerzas de seguridad del Estado. ¡Cómo olvidar que se trata de un informe apolítico, neutral y equilibrad­o! Y lo más grave: manipula y distorsion­a los hechos al no explicar sus causas. Nada del sabotaje, las sanciones, el bloqueo económico y los llamados a las fuerzas armadas a romper el orden constituci­onal. Esos datos no aplican a la violación de los derechos humanos. Poco creíble un informe donde desaparece­n los motivos y no se investigan las causas de la crisis. No se trata de negar los hechos, sino de explicarlo­s y buscar salidas. Lamentable­mente, el informe tiene un objetivo, ser un arma en manos de la oposición y sus aliados internacio­nales para seguir violando los derechos humanos eso sí, con el aval de la Alta Comisionad­a para los Derechos Humanos de la ONU.

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