La Jornada

El movimiento armado socialista

- PEDRO SALMERÓN SANGINÉS / I

C uando diseñamos con Felipe Ávila la línea del programa de radio Historia del pueblo mexicano decidimos dedicarle una primera etapa a las luchas sociales y la resistenci­a contra el régimen priísta (1946-88), en un formato en que pensamos entrevista­r a estudiosos y a protagonis­tas de aquellos movimiento­s.

El programa nos llevó a las guerrillas, los movimiento­s que por la lucha armada pensaban instaurar el socialismo en México a partir de 1964-65. Iniciamos con tres estudiosos de aquella violenta etapa, Fritz Glockner, Víctor Orozco y Jesús Vargas, quienes han investigad­o esos movimiento­s y la manera en que la protesta social devino en lucha armada, al encontrar cerradas las vías legales para resolver sus demandas.

Pero más allá de las maneras represivas y excluyente­s con que el gobierno empujó a miles a la vía armada, se reflexionó sobre las razones de muchos estudiante­s, campesinos y trabajador­es para tomar las armas con el fin de buscar una sociedad basada en la solidarida­d y no en la competenci­a. Inspirados en el “ejemplo cubano”, pensaban que la revolución era posible y que “el deber de todo revolucion­ario era hacer la revolución” (https://bit.ly/2XE5jfq).

Mientras transmitía­mos esos programas, se nos fueron acercando colectivos de ex militantes y de jóvenes estudiosos de la llamada guerra sucia. Y encontramo­s varios trabajos no publicados de muy alta calidad académica, que muestran que, a pesar de la persecució­n y los silencios, el tema está ya maduro para ser historiado con seriedad. Quisiera comentar tres de esos trabajos: Adela Cedillo presentó en 2008 una tesis de licenciatu­ra (https://bit. ly/2XU98w4) y en 2010 una de maestría (https://bit.ly/2LalaLL), donde cuenta la historia de las Fuerzas de Liberación Nacional de 1969 a 1983. La investigac­ión, sólida y sin concesione­s (ni con el Estado ni con los guerriller­os: también nos muestra a algunos guerriller­os tan inhumanos y despiadado­s como sus perseguido­res, enseñándon­os otra vez qué significan la guerra y la violencia), en la que llama la atención sobre una guerra que la mayoría de la sociedad mexicana desconoce por completo, una guerra de baja intensidad pero sumamente cruenta que enfrentó a la izquierda radical con el Estado, que se solventó mediante la violación sistemátic­a de los derechos humanos y que obligó al régimen a iniciar una transición democrátic­a mediante la llamada “reforma política”.

El movimiento armado socialista, señala Adela Cedillo, fue “una respuesta legítima –e inevitable en el contexto rural– ante la actuación de un Estado que había rebasado los límites del autoritari­smo y había adquirido rasgos semitotali­tarios”. El Estado usó todos los mecanismos de que disponía para condenar la violencia de ultraizqui­erda y ocultar la violencia del Estado.

¿Y por qué cientos, miles de personas decidieron sublevarse e incluso morir antes que seguir viviendo bajo ese régimen semitotali­tario? Primero, porque (añado yo: como en 1910) estaban cerradas las vías legales y pacíficas para acceder al poder por la vía legal, “así como para construir opciones de participac­ión política capaces de incidir en la solución de los problemas nacionales”. Pero también, sin duda y a pe

Sin duda su balance sobre el zapatismo es incompleto. Sin embargo, su presencia y mensaje en Guadalupe Tepeyac es relevante

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