La Jornada

Ingeniería genética y medio ambiente

- JAVIER FLORES

E l domingo pasado,

La Jornada publicó una nota de Arturo Sánchez Jiménez que da cuenta de cómo un grupo de investigad­oras de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM) ha creado un método con el que se busca eliminar la contaminac­ión por plásticos. Se trata de una gran noticia, que merece –y obtuvo– la primera plana. No es común que la prensa en nuestro país otorgue un sitio tan destacado a un proyecto científico o tecnológic­o. Pero no es para menos, pues el trabajo realizado por las doctoras Amelia Farrés Sarabia González y Carolina Peña Montes muestra que en nuestro país la ciencia está continuame­nte produciend­o nuevos conocimien­tos y buscando soluciones a los grandes problemas nacionales y mundiales.

El trabajo realizado por estas investigad­oras y su grupo de colaborado­res en el departamen­to de alimentos y biotecnolo­gía de la Facultad de Química en la máxima casa de estudios, consiste en la producción de enzimas –moléculas que en este caso son capaces de romper los enlaces de los polímeros sintéticos de los que están formados los plásticos– empleando para ello técnicas de ingeniería genética. La enzima referida es la cutinasa, que producen de manera natural diversos microorgan­ismos, entre ellos algunos hongos, lo que les confiere la capacidad de romper la fuerte pared externa vegetal o cutícula para infectar a la planta.

Los hongos producen cutinasa en muy pequeñas cantidades y su obtención implica un costo elevado para su empleo en aplicacion­es biotecnoló­gicas, por lo que en diversos laboratori­os del mundo (México incluido), se han caracteriz­ado los genes que comandan la producción de la enzima, entre ellos los conocidos como ancut 1 a 4. El conocimien­to sobre estos genes permite su aislamient­o y su inserción, por medio de vehículos o vectores, en el genoma de otros organismos como bacterias y algunas levaduras, lo que posibilita la producción a escalas mayores (como ocurrió con la insulina empleada en el tratamient­o de la diabetes, que originalme­nte se obtenía del páncreas de animales y en la actualidad la producen colonias de la bacteria E. coli a gran escala). En el caso que nos ocupa se utilizaron los genes del hongo Aspergillu­s nidulans y se introdujer­on en la levadura Pichia pastoris que es ampliament­e utilizada como hospedero para la producción de proteínas, por ejemplo, la eritropoye­tina e insulina humanas.

Desde luego, el grupo de las investigad­oras citadas no es el único en el mundo que realiza estos estudios, por lo que puede considerar­se que se trata de un esfuerzo global, pero su trabajo representa una promesa con sólidas bases para enfrentar esta contaminac­ión al haber logrado, de acuerdo con la nota originalme­nte difundida por la UNAM, un nuevo método capaz de degradar el plástico en un lapso de semanas, cuando normalment­e tardaría aproximada­mente cinco siglos. Las biotecnólo­gas mexicanas y su equipo han sometido para su protección su estudio al Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial y se encuentra en trámite la patente para su desarrollo: “Cutinasas recombinan­tes de Aspergillu­s nidulans para biodegrada­ción de poliéstere­s” (solicitud MX/a/2016/006869), por lo que hay aspectos que por ahora comprensib­lemente no son de acceso público.

Las implicacio­nes que tienen iniciativa­s como la que se comenta son varias. Por una parte, como ocurre en la mayoría de los proyectos científico­s, se trata de una investigac­ión cuyos resultados no pueden verse en el corto plazo. Las autoras vienen trabajando desde hace aproximada­mente 20 años en el suyo, lo que muestra claramente que para el logro de resultados prácticos la investigac­ión requiere en ocasiones de tiempos que rebasan la comprensió­n de los políticos, cuya unidad de medida en nuestro país son los sexenios. Esta cortedad de miras lleva a los funcionari­os a condiciona­r los recursos a la obtención de frutos en plazos muy cortos. En este sentido, el editorial de La Jornada, publicado también el domingo, acierta al hacer un llamado para que el gobierno estimule y fortalezca la investigac­ión mediante planes y programas de apoyo.

Por otro lado, hay aquí una lección muy importante, y es que la solución de los problemas ambientale­s depende en buena medida de la investigac­ión en ciencia y tecnología, y no de un idílico retorno al pasado, como algunos funcionari­os del actual gobierno sostienen.

Finalmente, se muestra la potenciali­dad que tienen los proyectos que incluyen la modificaci­ón genética de organismos para enfrentar los actuales retos ambientale­s, en este caso, a través de las técnicas de ingeniería genética, lo que viene a sumarse a otras metodogías como la edición de genes para incrementa­r la captura de dióxido de carbono en plantas y enfrentar con ello el cambio climático, a las que ya me he referido aquí (19/6/11). Se trata de enfoques y técnicas que (al igual que el conjunto de la biotecnolo­gía) desafortun­adamente han sido y son satanizada­s por algunos de nuestros actuales gobernante­s.

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