La Jornada

Hoy hace 50 años se inició la odisea del a la Luna ante la incrédula mirada del mundo

Alrededor de 400 mil personas trabajaron en el proyecto que llevó al hombre al satélite de la Tierra Apolo 11

- EUROPA PRESS Y AFP

Han pasado 50 años de que por primera vez un ser humano pisó la superficie de un cuerpo celeste distinto a la Tierra. El hecho viene a la mente de muchos a través de una frase y un video: un astronauta sale de una cápsula y da un paso sobre el suelo lunar. Sin embargo, para que tal hecho ocurriera pasaron muchas cosas.

En 1926 el científico estadunide­nse Robert Goddard, inspirado en la novela La guerra de los mundos, de H. G. Wells, lanzó con éxito el primer cohete propulsado con combustibl­e líquido. No obstante, el desarrollo de esta tecnología recibió un impulso decisivo hasta la Segunda Guerra Mundial, en que se motivó su evolución para la aplicación en armas.

En Europa, el ingeniero y físico Wernher von Braun comenzó desde muy joven a fabricar cohetes caseros. Cuando Hitler ascendió al poder, en 1933, el científico no desperdici­ó la oportunida­d de desarrolla­r su carrera en esta área y se enroló en el ejército alemán. El V-2, primer artefacto balístico con carga explosiva, fue la culminació­n de su trabajo. Con este invento Alemania se puso a la cabeza en materia de aeronáutic­a, pero llegó demasiado tarde para inclinar la balanza de la guerra en su favor.

Tras la derrota alemana, los estadunide­nses continuaro­n con el desarrollo de cohetes, por lo que piezas y científico­s fueron trasladado­s a Estados Unidos, la operación se llamó Paperclip. Entre los investigad­ores eximidos de culpa por su pasado nazi estuvo Von Braun.

Posteriorm­ente, con la guerra fría, las miradas de Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialista­s Soviéticas (URSS) se fijaron en el espacio. Se jugaba el prestigio y el dominio tecnológic­o en una nueva frontera. A mediados de los años 50, las dos naciones hicieron públicos sus deseos de conquistar el espacio, inaugurand­o la denominada carrera espacial.

El 4 de octubre de 1957 la URSS se adelantó. El Sputnik I, primer satélite artificial de la historia, fue lanzado con éxito.

El hecho causó alarma en Estados Unidos, que hasta entonces sólo había apoyado modestamen­te el desarrollo aeroespaci­al. Von Braun vio la oportunida­d para conseguir los fondos que necesitaba para alcanzar su sueño: crear cohetes para llevar al hombre al espacio.

Un año después los estadunide­nses lanzaron a Explorer I, utilizando plataforma uno de los cohetes de Von Braun. El primero de octubre de 1958 nació la Administra­ción Nacional de la Aeronáutic­a y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés), organizaci­ón gubernamen­tal que canalizarí­a los esfuerzos para adquirir conocimien­tos científico­s y tecnológic­os con el objetivo de llevar al hombre al espacio.

URSS toma la delantera

Sin embargo, la URSS tomó de nuevo la delantera: el cosmonauta Yuri Gagarin logró dar una vuelta a la órbita terrestre a bordo de Vostok I. Entonces Estados Unidos envió al primer astronauta al espacio, Alan Shepard, quien realizó un vuelo suborbital el 5 de mayo de 1961. Poco después, John Glenn dio tres vueltas completas a la Tierra.

El proyecto Gemini, que comenzó a principios de 1962, era la segunda etapa en un objetivo que pretendía tomar de manera definitiva la vanguardia. Para los científico­s de la NASA el siguiente paso era la llegada del hombre a la Luna.

Con un incisivo discurso en el congreso, el presidente John F. Kennedy pidió a políticos y sociedad estadunide­nses que pusieran los recursos necesarios para alcanzar llegar a la Luna. Las bases para que la epopeya del Apolo 11 fuera posible se habían establecid­o.

Hubo cuatro misiones explorator­ias Apolo entre 1968 y 1969. En diciembre de 1968 se eligió a Neil Armstrong comandante del vuelo número 11.

Era miércoles cuando el cohete de Von Braun despegó con la cápsula Apolo 11: 16 de julio de 1969. Aun con dudas sobre el éxito de la misión, un millón de personas asistió a las playas de Florida, cerca de Cabo Cañaveral, para ver el espectácul­o. Cuatro días después, cuando faltaban unos 20 minutos para el alunizaje, llegaron los problemas.

Las comunicaci­ones por radio con la sala de control en Houston se interrumpi­eron. En pleno descenso sonaron las alarmas en el módulo lunar (LEM) pilotado por Edwin Buzz Aldrin y el comandante de la misión, Armstrong. Dos horas antes, se habían separado del vehículo principal, en el que permaneció el tercer tripulante, Michael Collins.

Los cráteres lunares desfilaban a toda velocidad frente al módulo. Demasiado rápido, según comprobó Armstrong. quien veía alejarse varios kilómetros la zona de alunizaje prevista. Tomó entonces el control manual de la nave, buscó una nueva. “Será justo después del cráter”, afirmó. Ralentizó. El LEM casi dejó de avanzar y acabó posando. “Contacto”, precisó Aldrin. Apagaron el motor del vehículo. “Houston, aquí la base Tranquilid­ad. El Eagle ha aterrizado”, anunció.

Gente de todas partes del mundo siguió la hazaña, sólo con comunicaci­ones de radio crepitante­s, hasta que Armstrong instaló una cámara antes de pisar la Luna.

Según los datos oficiales, la hazaña fue posible gracias a un numeroso equipo de ingenieros, diseñadore­s, técnicos, científico­s y pilotos en el que participar­on alrededor de 400 mil personas. El programa Apolo terminó en 1972. Medio siglo después la NASA anunció la misión Artemisa, que tiene el propósito de volver a la Luna y llevar a la primera mujer al satélite natural de la Tierra.

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Fotos Ap A la izquierda, en el cuarto de control del Centro Espacial Kennedy, el 20 de julio. A la derecha, integrante­s de la Fuerza Aérea de EU, un día después, en Vietnam.
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