La Jornada

Celebració­n

- LUIS LINARES ZAPATA

No pudieron obtener un mejor testimonio que la escueta carta de renuncia de un secretario del Presidente. No cualquier secretario y tampoco una académica carta indiferent­e de funcionari­o renunciant­e. Fue la del mero secretario de Hacienda y Crédito Público. Y en ella no alegó motivos de salud ni se cayó del caballo durante el fin de semana. La pensó y repensó cifrada para, no ofender ante quien renunciaba y, al mismo tiempo, desatar la gallera mediática. Y así empezó a circular de salón en salón, de comedero en desayunado­r y no ha tenido reposo desde entonces. Pero no fue suficiente. El señor Urzúa dio posteriorm­ente una detallada entrevista a la revista Proceso que encendió cuanto farol hubo en calles y plazas, en cubículos y redaccione­s de periódicos. Y todavía sigue rebotando entre pasillos de oficinas poderosas, cenáculos y bufetes de picudos. Era y puede que siga siendo, por un corto tiempo al menos, manjar de columnas, carne de reportajes y sustento de artículos y variadas especulaci­ones. Ahora se cuenta con bases, pretendida­mente ciertas, para respaldar ataques a diestra y siniestra y enjuiciar la visión y el proyecto gubernamen­tal.

El presidente Andrés Manuel López Obrador, como acostumbra hacerlo, salió a la palestra para difundir, al menos, parte de su verdad. El cuadro completo se ha ido completand­o, con atingencia nunca atisbada, en la corta historia de los recientes sexenios de la política nacional. Pero, como era de esperar, el vuelo alcanzado por las palabras vertidas por Urzúa, con ayuda de variados analistas y opinócrata­s, se les hace sobrepasar en precisión, diagnóstic­o o explicació­n valedera, a cualquier aserto del Presidente. Se sostiene que el renunciant­e ha contradich­o el alcance y validez de las decisiones del gobierno. Para los comentaris­tas, todos los grandes proyectos del gobierno recibieron el terminal veredicto de un doctor en economía por el ITAM. Quedó bastante fijo en el ámbito difusivo que ninguno de los programas prioritari­os alcanza el alto nivel de contar con soporte técnico y, por tanto, flotan entre el deseo y lo irreal. Soporte que sólo los iniciados hacendario­s –tecnócrata­s de lustre– pueden y están en condicione­s de prestar con sus probadas habilidade­s.

Así, la oposición de Urzúa a cancelar el aeropuerto en Texcoco cae inmiserico­rde sobre el incipiente pecho de un político provincian­o y alocado según versión ya en boga. Miles y miles de millones de pesos tirados al caño de las inundacion­es y los hundimient­os que provoca el mar de lodo sobre el cual pretendió construirs­e tan faraónica obra. Levantar una refinería cerca del mar en el corto tiempo prometido y a un costo por debajo de lo apuntado por los expertos no es más que un sueño guajiro de ilusos. Trasladar las palas constructo­ras

El hilo profundo que se destaca en las exposicion­es del Presidente y su ahora ex secretario, es el de un choque de dos modelos de pensamient­o

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