En 2001, el líder sinaloense cambió el mapa del narco
Sumó a sus filas a otros jefes criminales e impidió que se formara la federación
En enero de 2001 Joaquín El Chapo Guzmán Loera cambió el panorama de las organizaciones dedicadas al narcotráfico que operaban desde México. Su organización se nutrió de capos como Ismael El Mayo Zambada; Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, y los hermanos Beltrán Leyva, desmantelando el poderío del cártel de Juárez que aun tras la muerte Amado Carrillo Fuentes, junto con los Arellano Félix, eran los grupos más poderosos en la zona del Pacífico.
El cártel de Sinaloa se convirtió en la mayor organización criminal a escala internacional y Guzmán Loera fue declarado el enemigo público número uno de Estados Unidos, al tiempo que evitó que se conformara una federación de cárteles.
Dieciocho años después de la fuga de El Chapo, el cártel de Sinaloa se escindió dando origen a nuevos grupos. De uno de ellos surgió el cártel Jalisco Nueva Generación ( CJNG), hoy considerado el más peligroso y con mayor presencia en territorio nacional.
Funcionarios federales no descartan que tras la condena a cadena perpetua de El Chapo Guzmán el cártel de Sinaloa enfrente nuevas divisiones, pero Ismael El Mayo Zambada se posiciona como jefe de la organización.
Tras su fuga en enero de 2001, Guzmán Loera sumó a sus filas a personajes como los hermanos Arturo y Alfredo Beltrán Leyva, quienes participaban como encargados de seguridad en el cártel de Juárez. Sin embrago, en enero de 2008, luego de que fue detenido Alfredo Beltrán, El Mochomo, se rompió la alianza entre estos grupos. Un año más tarde, personal de la Secretaría de Marina abatió en Cuernavaca, Morelos, a Arturo Beltrán Leyva.
Uno de los factores que posibilitaron el crecimiento del cártel de Sinaloa fue la captura de Benjamín Arellano Félix, líder del llamado cártel de Tijuana o del Pacífico, en 2002 en el estado de Puebla.
Otro de los llamados capos históricos que se alió con El Chapo fue Ignacio Nacho Coronel Villarreal, quien también buscó crear su propia organización y fundó el grupo armado que inicialmente se conocería como Los Matazetas.
Coronel Villarreal, quien llegó a formar parte del cártel de Juárez y rompió con Guzmán Loera en 2010, fue abatido en julio de ese año por efectivos del Ejército Mexicano.
Los Matazetas se convirtieron en el transcurso del tiempo en lo que hoy se conoce como el cártel Jalisco Nueva Generación, al unirse no sólo familiarmente, Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, con sus cuñados dirigidos por Abigail González Valencia (Arnulfo,
vulgarse versiones de que el jurado no cumplió con las órdenes del juez y hasta le mintió, “usted decidió hacer nada”, ya que eso implicaría posiblemente un nuevo juicio. Acusó: quedó “claro que Estados Unidos no es mejor que cualquier otro país de los que ustedes no respetan”.
Uno de sus abogados defensores, Jeffrey Lichtman, argumentó que el proceso estaba “manchado” por las versiones de que el jurado no obedeció las órdenes del juez de cómo comportarse durante el juicio, sobre todo evitar ver noticias del proceso, y por ello el tipo de juicio que “él no podría haber obtenido en México… no llegó a cumplir con esas expectativas”.
El equipo defensor declaró ayer que Guzmán Loera apelará del veredicto y la condena, debido a que hubo irregularidades y causas en su juicio suficientes para presentar un argumento ante un tribunal de apelaciones en un intento final por anular el proceso. William Purpura, otro de los abogados de El Chapo, comentó a periodistas que hay posibilidades que esto proceda, pero no muchas: “Ciento por ciento de este tipo de casos se apelan, pero 99 por ciento es rechazado”.
El equipo de fiscales del gobierno que trabajó el caso estaba visiblemente feliz. En sus argumentos en apoyo de la sentencia afirmaron que “la justicia fue servida aquí”.
La sesión final del juicio, que duró aproximadamente una hora, incluyó el testimonio en apoyo de la condena de El Chapo de “una víctima”. Andrea Vélez, asistente de un socio y capo colombiano del acusado, que después se convirtió en informante de la Oficina Federal de Investigaciones, se presentó para ofrecer detalles de su vida cuando trabajó para el capo y, con lágrimas mientras hablaba y veía fijamente hacia al acusado, afirmó: “Vengo aquí como milagro de Dios, porque el señor Guzmán intentó matarme”. Explicó cómo casi fue asesinada en dos ocasiones. Pero El Chapo casi no le prestó atención, volteando a ver hacia su esposa, poco interesado en Vélez.
Así concluyó un proceso judicial que duró tres meses y acabó con un veredicto de “culpable” en febrero y con la sesión de ayer, bajo extensas medidas de seguridad visibles e invisibles: detectores de bombas, policías vestidos de paramilitares, alguaciles federales especializados y traslados del detenido en convoy bajo observación de helicópteros.
Se presentaron más de 50 testigos que ofrecieron incontables acusaciones de corrupción de presidentes, jefes de policía, jueces y funcionarios mexicanos de los más altos niveles, así como los nexos, guerras y traiciones entre cárteles y entre familiares, compadres y amantes.
Pero más que nada, para las autoridades y varios medios de comunicación estadunidenses fue un magno espectáculo sobre los peligros emanados de México y su culminación fue festejada por las autoridades como uno de los mayores trofeos históricos de la guerra de Washington contra las drogas.
“El largo camino que llevó a El Chapo Guzmán desde las montañas de Sinaloa hasta el tribunal fue pavimentado con muerte, drogas y destrucción, pero acabó hoy (ayer) con justicia”, afirmó Miran Benckoswski, jefe de la división criminal del Departamento de Justicia en conferencia de prensa con reporteros al concluir la sesión.
“Esta sentencia demuestra al mundo que no importa qué tan protegido y poderoso seas, la DEA se asegurará de que enfrentes la justicia”, agregó el director en funciones de la Agencia Antidrogas Estadunidense, Utam Dhilon.
“Nunca más podrá envenenar nuestro país o ganar millones mientras vidas inocentes son perdidas”, afirmó el fiscal de Estados Unidos para el distrito este de Nueva York, Richard Donoghue, quien señaló que aunque este final no resuelve todo el dolor y la destrucción que provocó el cártel de Sinaloa en el pasado, advirtió que “el mismo destino espera a los que tomen su lugar”.
A pesar del autoelogio por este triunfo en la guerra antinarcóticos para Estados Unidos, no hay registro de ningún impacto sobre el flujo de drogas ilícitas en Estados Unidos desde que El Chapo fue extraditado y encarcelado en este país en enero de 2017, y antes en México.