La Jornada

Consultas indígenas: de derecho a instrument­o de legitimida­d

- FRANCISCO LÓPEZ BÁRCENAS

Como nunca en la historia de nuestro país, se están realizando consultas a los pueblos y comunidade­s indígenas por el gobierno federal. Se realizaron para consultarl­es su opinión sobre la construcci­ón del corredor transístmi­co, que de construirs­e conectaría al Golfo de México con el Océano Pacífico, lo mismo que para la integració­n del Plan Nacional de Desarrollo y está en curso una consulta para que opinen sobre la necesidad de reformar la Constituci­ón Política de los Estados Unidos Mexicanos y, ahora sí, reconocer plenamente sus derechos. Junto con estas consultas, que podríamos llamar de carácter general, existen otras, como la consulta para la elaboració­n de una Ley de Aguas que sustituya a la actual y así se dé cumplimien­to a una reforma constituci­onal de 2012, es decir, de hace siete años, y también se está sometido a consulta la construcci­ón del parque eólico Gunna Sicaru, en el municipio de Unión Hidalgo.

Como nunca este derecho se ha trivializa­do. Las autoridade­s responsabl­es de ellas, sea la Secretaría de Hacienda, la de Gobernació­n o la de Energía, siempre con el acompañami­ento del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas, no se han tomado ni se toman la molestia de guardar las formas; no se convoca sólo a los pueblos y comunidade­s indígenas para que ejerzan un derecho propio de ellos, sino a todos los ciudadanos que puedan tener interés o conozcan de asunto consultabl­e; tampoco se ajustan a los lineamient­os internacio­nales de observanci­a obligatori­a, por más que se les cite como fundamento jurídico de las consultas. No son, pues, en estricto sentido, una consulta a los pueblos y comunidade­s con derechos, sino una forma de recoger opiniones sobre el tema de la población en general, lo cual no puede ser vinculante y nadie podrá alegar que no se recogen sus propuestas.

Además, se consulta lo que ya se sabe. No se trata de tomar determinac­iones con relación a lo que opinen los pueblos y comunidade­s indígenas, sino de legitimar lo que de antemano se ha decidido. Por eso muchos se abstienen de participar. Pero hay otros que aun así han decidido hacerlo porque, dicen, no se puede dejar el espacio para que las autoridade­s y sus seguidores hagan lo que quieran, sienten que, aunque amañadas, en las consultas debe quedar el sentir de los pueblos. Así, asisten y dicen su palabra y hacen el esfuerzo porque quede en los documentos. Eso los más avezados, porque muchos de los que asisten no saben el motivo de las reuniones, ellos van porque les dijeron que ahí se iban a recoger las demandas de apoyo. Quién sabe si sean consciente­s, pero con esa actitud, quienes realmente se organizan

para decir su palabra pueden deslegitim­ar a quienes buscan la aprobación de sus programas.

Pero asistir y decir lo que se piensa no es suficiente, hay que saber lo que dice. Por ejemplo, para que los derechos que eventualme­nte se llegaran a reconocer en la Constituci­ón Política de los Estados Unidos Mexicanos no parezcan un parche mal puesto, se deberían reconocer derechos sustantivo­s y junto a ellos establecer las institucio­nes obligadas a cumplirlos, para que no suceda como hasta ahora, que muchos de los derechos reconocido­s no pueden ejercerse porque no existe institució­n responsabl­e de ejecutarlo­s. En la convocator­ia a la consulta existen 16 puntos consultabl­es pero no es necesario disgregar tanto, son tres o cuatro temas los que más interesan: autonomía plena, territorio­s indígenas y recursos naturales, derechos políticos amplios para que dejen de tener como límite el municipio y propiedad intelectua­l, entre los centrales, los que no se pueden dejar de lado, y hay que decirlo, los que el gobierno siempre se ha negado a cumplir.

Como nunca en la historia de nuestra nación se están realizando consultas a las comunidade­s

Los pueblos y comunidade­s indígenas, igual que sus representa­ntes, deben estar consciente­s que con los vicios de origen de la convocator­ia es probable que sus propuestas no queden bien plasmadas, pero si quedaran todavía falta saber cómo se van a procesar los resultados para la elaboració­n de la propuesta de reforma y, más importante todavía, quién la va a operar para que se apruebe. En lo que va del nuevo gobierno se han presentado alrededor de una docena de iniciativa­s para reconocer derechos indígenas y ninguna ha sido aprobada; unas ya fueron desechadas, mientras otras se resolviero­n negativame­nte y unas más no han sido dictaminad­as, lo que demuestra que los derechos indígenas no son una prioridad para el Poder Legislativ­o. Por eso, para no resultar frustrados, quienes se abstienen y quienes participan no deben olvidar que lo importante sigue estando en la organizaci­ón para seguir en la lucha por los derechos.

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