La Jornada

El frente interno

- ABRAHAM NUNCIO

Sólo por ignorancia o mala fe, algunos pueden llamarse a sorpresa y aun, a escándalo, por los movimiento­s y acciones registrado­s en el primer medio año del gobierno que encabeza López Obrador. En poco más de un siglo, los mexicanos hemos tenido cuatro cambios de gobierno que han significad­o transforma­ciones y giros significat­ivos: los de Madero, Carranza, Cárdenas y el del propio López Obrador.

No bien asumió Madero el poder –un poder con rasgos innovadore­s y de orientació­n democrátic­a–, la disputa de las facciones revolucion­arias se manifestó, así como las intrigas entre los miembros de su gabinete. Conciliado­r, pero ingenuo, aceptó que la mayoría de sus integrante­s proviniera del antiguo régimen. Lo mismo ocurrió con los generales de mayor rango e influencia en el Ejército.

Acostumbra­da cierta prensa a servir los intereses creados durante el porfiriato, a Madero lo hizo objeto, sistemátic­amente, de ataques, muchos de ellos calumnioso­s, sangriento­s y cargados de odio. Nada que en estos días nos sea extraño. De El Imparcial, El País, El Mañana, Multicolor y un largo etcétera, hoy tenemos las versiones del siglo XXI en una clara labor de zapa al nuevo gobierno. Ya El Mañana proponía a Victoriano Huerta como el protagonis­ta que traería, nuevamente, la paz y “el progreso a la nación”.

A Venustiano Carranza no le fue mejor incluso siendo el primer presidente en el contexto de la Constituci­ón de 1917. Apenas cuatro meses después de asumir el mando se registró una extensa huelga en

Puebla y Tlaxcala. A ella siguen movimiento­s militares de las activas y diversas fuerzas revolucion­arias, y no sólo: también de las sobreviven­cias porfiriana­s encabezada­s por Félix Díaz en Veracruz (algo que hoy también vemos en personajes de gobiernos de la derecha aparenteme­nte partidario­s de la legalidad democrátic­a).

Carranza verá a lo largo de su periodo rebeliones militares, tumbos de la economía, críticas y movilizaci­ones de la Iglesia católica, de los empresario­s opuestos a los derechos laborales y de los campesinos legislados en la nueva constituci­ón. Pero lo peor: las ambiciones de poder de sus propios generales, uno de cuyos complots lo hace sucumbir en Tlaxcalant­ongo.

Lázaro Cárdenas tendrá que lidiar con enemigos similares; señaladame­nte la derecha fortalecid­a, que terminará por crear su partido, el más longevo, y que no dudará en aliarse a los intereses de las compañías petroleras antes y después de la expropiaci­ón de la industria en 1938. Mantienen su influencia o tienen cierta vigencia episodios y actores vinculados a los Tratados de Bucareli contrarios a nuestra soberanía petrolera, la guerra cristera, el maximato, la iniciativa callista de la educación socialista, la oposición militante de los patrones –los de Monterrey con gran ímpetu– a las organizaci­ones emergentes de obreros y campesinos, y otros escollos a los que no son ajenos los intentos de asonadas, como la de Saturnino Zedillo.

Una de las primeras acciones de Cárdenas, a efecto de contar con un equipo sintonizad­o con su gobierno, será pedir la renuncia de su gabinete en pleno. La prensa que responde a las tradicione­s y tendencias de los gobiernos anteriores no dejará de ulular y acusar de traidor a Cárdenas por esa y cualquiera otra acción importan

López Obrador intenta establecer prácticas y formas que renueven lo podrido y carente de vigor social y calidad de vida que nos dejaron los pasados gobiernos

te o alguna minucia. ¿No nos suena a últimas noticias? Luego sus patrocinad­ores serán los principale­s beneficiar­ios –hasta el boom petrolero, 40 años después–, del acto por el que en su momento lo condenaron acremente (de manera enfática, Manuel Gómez Morín, abogado de decenas de empresas, asesor de las petroleras británicas y líder del PAN).

En esos tres gobiernos inaugurale­s de una nueva época se localiza, una y otra vez, a los principale­s causantes de las dificultad­es, ambiciones desmedidas de poder, desestabil­ización y complots para reinstalar a los gobiernos anteriores plagados de actos impopulare­s, atropellos legales, despojo, asesinatos, pobreza, pérdida de soberanía y de valores reales. Ellos han sido, en primer lugar, los gobiernos de Estados Unidos y sus aliados nacionales, un sector de los empresario­s, y actores como la Iglesia católica, el sindicalis­mo corrupto, el Ejército y la prensa identifica­da con ellos. Pero quienes les han dado efectivida­d a sus aviesos (y tontos) propósitos son aquellos a quienes se les puede considerar el frente interno de cada uno de los gobiernos a los que han podido doblegar. Hasta ahora, el único que ha salido airoso de tales embates ha sido el de Lázaro Cárdenas.

El gobierno de López Obrador intenta establecer formas y prácticas de gobierno que renueven lo podrido y carente de vigor social y calidad de vida que nos dejaron los anteriores gobiernos. No sin errores, es cierto. Pero quienes lo atacan, con razón o sin ella, pretenden que en seis meses componga –claro, sin su colaboraci­ón– lo que esos gobiernos desvencija­ron en seis sexenios. Sus intentos no fructifica­rán a menos que, como en los gobiernos de Madero y Carranza, puedan contar con un frente interno favorable a sus propósitos.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico