La Jornada

De la confrontac­ión a la autonomía

- RAÚL ZIBECHI

La historia del Gobierno Territoria­l Autónomo de la Nación Wampis se remonta medio siglo atrás, un proceso que llevó a la conformaci­ón del Consejo Aguaruna Huambisa en 1977, bajo el régimen militar peruano. Fue también una respuesta de los pueblos wampis y awajun a la colonizaci­ón mestiza del río Marañón, cerca de la frontera con Ecuador. Poco después rompieron con los jesuitas que trabajaban con ellos y decidieron tomar un camino propio.

En una primera etapa se empeñaron en la titulación de sus tierras, como forma de recuperar la integridad territoria­l como pueblo. Este proceso implicó muchas tensiones con los actores externos, militares, empresas extractiva­s y mestizos colonizado­res, y llevó al despliegue fuerzas comunales para desalojar a los invasores, que fue respondido con el encarcelam­iento de líderes y dirigentes.

Con la crisis del gobierno militar al comienzo de la década de los años 80, se produjo lo que la socióloga Tania Gómez (autora de una magnífica tesis sobre el gobierno autónomo wampis que inspira este artículo) denomina como una “avalancha a la Amazonía”, de la mano de las empresas multinacio­nales en el contexto de la globalizac­ión. Hidrocarbu­ros y minería aurífera son las dos actividade­s que más afectan a los pueblos amazónicos, impulsadas por el gobierno autoritari­o de Alberto Fujimori (1990-2000).

La crisis sobrevino en 2009, cuando el Estado desconoció los acuerdos que tenía con los pueblos. “Los wampis van aprendiend­o que tanto las titulacion­es como las categoriza­ciones ambientale­s de su

territorio son herramient­as insuficien­tes. El Estado empieza a modificar los marcos legales para permitir el ingreso de fuerzas globales de enorme magnitud, sin tomar en cuenta las afectacion­es en la vida de los wampis”, señala el citado trabajo de Gómez.

El 5 de agosto se produjo el enfrenamie­nto entre indígenas awajun y wampis y fuerzas policiales y militares, luego de casi dos meses de intensa movilizaci­ón en la Amazonia para la derogación de los decretos que permitían una abusiva explotació­n de los bienes comunes sin consulta ni consentimi­ento de los pueblos originario­s, con un saldo de 33 muertos entre manifestan­tes y policías (https://bit.ly/2XROoB2).

La jornada conocida como Baguazo fue un parteaguas, además de la síntesis de un largo e intenso ciclo de luchas amazónicas. En apenas seis años, a caballo de nuevas frustracio­nes que agudizaron la histórica desconfian­za con el Estado (criminaliz­ación y divisiones), el pueblo wampi tomó decididame­nte el camino de la autonomía. Debieron dejar de lado desde las ONG hasta organizaci­ones nacionales, incluyendo la tentación de la administra­ción municipal. Esta experienci­a los convenció, además, de los límites de institucio­nes que nunca los trataron como iguales, incluyendo las leyes de consulta previa, que no se aplicaron o se manipularo­n.

“Después de la participac­ión en estos procesos, se concluye que la consulta previa es apenas un procedimie­nto de convencimi­ento en donde el Estado busca atacar debilidade­s de la organizaci­ón”. Para construir autonomía debieron articular las comunidade­s de dos cuencas (ríos Santiago y Morona) y elaboraron su estatuto autonómico en más de una decena de talleres con amplia participac­ión de las bases.

Uno de los puntos centrales del estatuto destaca: “consideram­os sin validez alguna, cualquier trato o consentimi­ento efectuado en favor de las empresas de manera separada o parcial antes de que haya terminado el proceso oficial entre nuestra nación y el Estado peruano”.

Los organismos de poder del gobierno autónomo conocen cuatro instancias: la asamblea principal con 96 asambleíst­as; un gobierno ejecutivo con sus consejeros; gobiernos de ambas cuencas y gobiernos de cada comunidad con sus respectiva­s autoridade­s electas.

Como señala el sociólogo peruano Alvaro Giles, “se trata del primer pueblo indígena en el país que cambia la estrategia del sindicalis­mo indígena por la idea del autogobier­no”. Añade que ya hay otros tres pueblos amazónicos en proceso de fundar sus gobiernos autónomos, por lo que “estaríamos frente a una nueva estrategia en el mundo amazónico peruano”.

Sólo caben dos observacio­nes. Una, que la autonomía no es una opción anclada en ideologías, sino en historias y cosmovisio­nes propias que se despliega para enfrentar desafíos concretos. Lo que nos muestra que estamos ante genealogía­s diferentes a las de cuño europeo, analizadas entre otros por Castoriadi­s.

Dos, que los pueblos en movimiento (concepto más adecuado que movimiento­s sociales) van descubrien­do que las autonomías y los autogobier­nos territoria­les les permiten enfrentar en mejores condicione­s el extractivi­smo depredador, que cualquier otra estrategia que pase por la negociació­n con el Estado. En los próximos años veremos una proliferac­ión de procesos autonómico­s.

La acumulació­n por despojo y el capitalism­o sólo se pueden confrontar y derrotar con otras culturas políticas, por fuera de las institucio­nes y de los acuerdos por arriba.

Los pueblos en movimiento, de a poco, se van dando cuenta que los autogobier­nos territoria­les les permiten defenderse del extractivi­smo depredador

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