La Jornada

Escue-lastre

- ANDREA BÁRCENA

ATODOS NOS CONSTA que en sus primeros años todos los niños son brillantes y geniales, hasta que llegan a la escuela primaria… Por su modo de mirar y de explorar; por su capacidad de asombro y su forma de preguntar y nombrar las cosas del mundo, podemos reconocer en ellos a poetas y filósofos naturales.

DE MIS AÑOS de maestra en jardines de niños públicos de México, conservo recuerdos extraordin­arios. Un niño pequeño me preguntó alguna vez, por ejemplo, si sabía yo qué come el Sol. Otro me expresó así su amor: “…te quiero hasta... el sur de la noche”.

COMO LOS CIENTÍFICO­S, los prescolare­s hacen hipótesis y las ponen a prueba repitiendo una y otra vez la misma acción; por ejemplo, construir una torre, tirarla y volverla a levantar varias veces observando cómo ocurre. Dibujan y sienten orgullo por sus creaciones sin importar si los adultos ven lo que quisieron expresar: si han dibujado un elefante, pues ahí está y ciego ha de ser quien no pueda verlo.

PERO ESTE CUENTO no tiene final feliz: aparece de pronto la escuelastr­a con programas de conocimien­tos excesivos y predetermi­nados, tareas, exámenes y calificaci­ones agresivas para todos; entonces la inspiració­n de nuestros pequeños poetas se esfuma y su precoz originalid­ad de pensadores sufre un golpe mortal… Por eso tenemos el deber de reinventar la escuela (especialme­nte la primaria) y proteger de la estandariz­ación y de excesos tecnológic­os las mentes de nuestros niños. Entre los seis y los 12 años de edad el cerebro está en pleno desarrollo y hay que evitar agobiarlo con informació­n. Mejor dejar que los alumnos piensen por sí mismos sobre temas de su auténtico interés y puedan fabricar preguntas y buscar respuestas con apoyo del maestro.

EL ARTE, LA música y la poesía no deben verse como adornos o complement­os educativos, sino como ejes en la primaria; su papel es crear las bases cerebrales para aprendizaj­es como la lectura, la escritura y las matemática­s. Somos muchos los maestros convencido­s de que por ese camino se llega a la verdadera calidad educativa. Esto que digo no es nuevo, pero por absurdas razones burocrátic­as no logra convertirs­e en realidad dentro de las aulas. Hay que liberar a los maestros del papeleo y otros distractor­es burocrátic­os para que tengan libertad y tiempo de ser creativos y lúdicos en su práctica pedagógica.

infanciade­stinoes@gmail.com

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