Racismo en las urnas
Missouri). Make America great again.
Es desalentador que Trump cargue contra cuatro congresistas, mujeres, de color y religión distinta a la suya, y las convierta en ciudadanas de segunda clase. Ellas no pueden “volver” a sus países. África o América Latina no son más que la tierra de sus abuelos, no una patria a la cual puedan regresar. ¿Serían capaces los seguidores de Trump de decir “send her back” a una migrante caucásica o de algún país nórdico?, ¿es el color de la piel y no la medida del carácter –parafraseando a King– lo que está privando en este debate? Lo cierto es que para perjuicio de la democracia y debilitamiento de los derechos civiles, en pleno siglo XXI, el debate es abiertamente racial y polarizante. Lo dramático es que también es eficaz para fortalecer la base de votantes del partido republicano de cara a la elección de 2020. Esta posición presidencial –inédita en la historia contemporánea– sintetiza la nueva política migratoria, el trato a México y es consistente con los episodios más polémicos de Trump frente al delicadísimo tema racial: su ataque a los jugadores de futbol americano por arrodillarse durante la ceremonia del himno; y la defensa de los grupos supremacistas blancos que atacaron a civiles en Charlottesville.
El tema no es sólo el racismo con pedestal, comunicación y poder, sino la asombrosa capacidad de amalgamar apoyos a partir de una postura que –hasta hace muy poco tiempo– hubiese sido muy reprobada; y no sólo éticamente reprobable. Hoy se elije entre extremos, priva la irracionalidad, el miedo y la desconfianza en un mundo abierto y sin fronteras claras. Al desmantelamiento de las fronteras siguió la construcción de muros; al avance de las minorías y el ostracismo temporal del racismo en la política, el anhelo de la segregación y la redefinición de roles y castas en función –otra vez– del color de la piel, de la religión y del lugar donde se nace. Por increíble que parezca, el país más poderoso y una de las democracias más sólidas del mundo, muestra que tres siglos le fueron insuficientes para desterrar la vena que los ha dividido siempre, y que sólo las leyes pudieron mantener a raya: el soterrado racismo que los llevó a la Guerra Civil, que movilizó a la nación en los
’70 y que paradójicamente puede garantizar las condiciones para la relección de Trump.