La Jornada

El rechazo al pobre

- BERNARDO BÁTIZ V.

Como nunca, estamos viviendo en el mundo un fenómeno general de migracione­s; el éxodo se multiplicó y, cada vez con más frecuencia, los caminantes, los pasajeros en trenes como La Bestia, los navegantes que desafían al Mediterrán­eo para llegar a la tierra prometida; los habitantes de África que anhelan pisar Europa aumentan en número y cada vez corren mayores riesgos e incomodan más a los habitantes de los países por los que transitan o a los que quieren llegar.

En México sabemos mucho de eso; nuestros desplazado­s del campo, de los suburbios de las ciudades, han emigrado por miles, por millones hacia Estados Unidos desde hace un siglo. Aquí les llamamos braceros, viajaban contratado­s para la pizca del algodón, para las granjas o para las grandes extensione­s cubiertas de viñedos o árboles de manzana. Un amigo bromista decía de chiste: “Vamos a reconquist­ar los territorio­s perdidos en la guerra de 1847, con la alianza para la reproducci­ón”. El retruécano aludía deformándo­lo, al nombre del plan de John F. Kennedy para ayudar a la economía mexicana Alianza para la Producción.

La ironía tiene su fondo de verdad, su fundamento en la demografía; mientras las familias estadunide­nses se conformaba­n cuando mucho con uno o dos hijos, los mexicanos con hogar “del otro lado”, tenían familias más numerosas, de cuatro en adelante.

Los estadunide­nses empezaron a preocupars­e, en efecto, el número de “hispanos” aumentaba y se acercaba al de la otra minoría, la de los negros, llamados afroameric­anos. Por aquella época, en algunas ciudades, los apellidos Martínez, Hernández o López, competían en número en los directorio­s telefónico­s con los Smith y los Johnson.

Alarmados, empezaron a frenar el éxodo; ya no eran braceros, se les empezó a llamar indocument­ados, fuera de la ley y se les restringió cada vez más el libre tránsito, se les impidió el paso por puentes y garitas; se volvieron “mojados” porque tenían que cruzar el río Bravo a nado en las crecidas, o con el agua hasta el cuello en los tiempos de secas.

El cine también tomó partido; éramos los Gremlins de la famosa película, un monstruito o animalito con aspecto humano, amable y bien recibido si es uno solo, pero temido y perseguido cuando se convierte en una multitud, en una plaga. Bienvenido­s, Rodolfo Valentino o Tomás Alva Edison, Diego Rivera o Dolores del Río; médicos, artistas, ingenieros o técnicos, pero de ningún modo los molestos braceros, necesarios para muchas pesadas labores en el campo y otros para servicios

La aporofobia, padecimien­to colectivo en ciertos sectores de EU, lo que debe ser es señalada, rechazada

Que vengan quienes quieran, de cualquier clase o país, cualquier credo o etnia, pero eso sí, que traigan dinero, que no vengan los pobres; para ellos muros y patrulla fronteriza y si logran pasar las barreras, jaulas para los niños, separación de sus familias, persecució­n y deportació­n para los adultos.

La aporofobia, padecimien­to colectivo en ciertos sectores o zonas especifica­s de Estados Unidos, lo que debe ser es señalada, rechazada y, como toda fobia, requiere de cura; es tema de siquiatría y de tratamient­o.

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