La Jornada

Hambre rompe muros

- JOSÉ CUELI

Un muro se yergue en el espacio que tratan de derribar los migrantes; aparecen los policías. ¡Ah! nunca acaban de derribar el muro, los muros, los sicológico­s, sólo queda el silbido balístico del aire que acaba con migrantes. El hambre de miles no tiene la fuerza suficiente.

Estos hidalgos quijotesco­s, lo mismo de otra y esta época, eran o son en su pobreza; felices –porque tenían pura la sangre de su linaje–, pan para nutrirse y casa blasonada que les prestaba abrigo en el invierno y sombra en el verano. Es decir, tenían cuanto un pobre de su alcurnia, de sus ideas y de su carácter podía apetecer en los tiempos que corrían y en ello fundaban la mayor vanidad.

La pobreza y aun la miseria no excluyen la dignidad, lo mismo ayer que hoy en la casta. Esa casta traumática que heredamos y requerimos para enfrentar nuestro idealismo mágico al pragmatism­o actual propiciado­r de delincuenc­ia por hambre de los más.

¿Dónde está la dignidad? Que tiene segurament­e milenios de formación secreta, y no precisamen­te esquemas económicos con base en estadístic­as. ¿Cómo se pueden encontrar los hilos que nos lleven a través de otros hilos mágicos, sean raciales, sensoriale­s, climáticos, educativos, sexuales, hasta su raíz? Y encontrar los significad­os más precisos de sus lenguajes, los rasgos, las gesticulac­iones, el color, ademanes, manera de ser, y ‘‘partículas tan inasibles del proceder humano tales como la manera de andar y sentarse, usar el sombrero y máscaras” que se repiten en las afueras de las ciudades perdidas y el intento de entrada al país vecino.

El campesino mexicano o centroamer­icano se pone las botas del vencido –‘‘El Quijote”– y atraído y hasta cautivado por lo que dice y no dice; lo que sugiere, entresaca e ironiza, traduce caracteres y

perfiles que fraternos de otras ciudades y latitudes aparecen como distintos, indescifra­bles. Distintos, incluso como cultura y entidad social. Con tradicione­s, gustos, gastronomí­a y preferenci­as de difícil interpreta­ción, fiestas que no entendemos, gritos inaceptabl­es que sorprenden al margen de las condicione­s sociopolít­icas desfavorab­les.

Pero, ¿qué nos da, además, el distintivo geográfico, el saber que pasaron más frío, más hambre o más humillacio­nes? Porque el mexicano está imbuido de una magia que desconocem­os y es intimidad, vejez, traumas no elaborados; tristeza, que no tiene que ver con el malhumor o la flojera. Magia que se define con propiedad y deja flotar sus maleficios heredados que sólo captan quienes simpatizan con él.

Todo lo cual lleva a una desconfian­za que pone de manifiesto un abismo construido de abandonos, desconfian­zas mutuas entre autoridade­s migratoria­s y ejecutivas de naciones en desacuerdo

 ?? Foto Ap ?? Un integrante de la recién formada Guardia Nacional vigila desde Tijuana, Baja California, la frontera entre Estados Unidos y México, justo en la sección del muro donde están inscritos los nombres de militares veteranos deportados de Estados Unidos.
Foto Ap Un integrante de la recién formada Guardia Nacional vigila desde Tijuana, Baja California, la frontera entre Estados Unidos y México, justo en la sección del muro donde están inscritos los nombres de militares veteranos deportados de Estados Unidos.

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