La Jornada

Saltillo: tragedia anunciada

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El miércoles por la noche, elementos de la Fiscalía General del Estado (FGE) de Coahuila dispararon y causaron la muerte a un migrante hondureño en la colonia 5 de Mayo de la ciudad de Saltillo. En un comunicado, la Fiscalía afirmó que los policías de Investigac­ión Criminal abrieron fuego contra el centroamer­icano después de que éste los agrediera verbalment­e y efectuara disparos contra ellos durante un operativo en las inmediacio­nes de las vías del ferrocarri­l.

La versión oficial es rechazada de manera enérgica por Alberto Xicoténcat­l Carrasco, director del albergue Casa del Migrante de la capital coahuilens­e.

En una carta enviada, entre otros, al presidente Andrés Manuel López Obrador, a la secretaria de Gobernació­n, Olga Sánchez Cordero, y al canciller Marcelo Ebrard Casaubón, el activista afirma que el hombre fue asesinado cuando corría de la mano de su hija de ocho años en el intento para ponerse a salvo del tiroteo que desataron los agentes durante la persecució­n de al menos 10 migrantes, quienes poco antes habían salido del refugio que dirige Carrasco con la intención de subirse al tren hacia Estados

Unidos. Asimismo, en la misiva sostiene que los elementos de la FGE se encontraba­n acompañado­s por policías federales y agentes del Instituto Nacional de Migración, aunque coincide con el comunicado de la fiscalía en señalar a los policías locales como responsabl­es de los disparos.

Este lamentable suceso se produce en el contexto del recrudecim­iento del control migratorio que llevan a cabo las autoridade­s mexicanas, como parte de los acuerdos alcanzados con el gobierno de Donald Trump para evitar que el magnate concretara su amenaza de imponer pesados aranceles a los productos provenient­es de nuestro país si la administra­ción de López Obrador no frenaba el creciente flujo de migrantes de Centroamér­ica, el Caribe y África subsaharia­na, compuesto en su mayor parte por hondureños que huyen de la prolongada crisis económica y de insegurida­d que azota a su nación.

Así, las últimas semanas han visto un aumento pronunciad­o en el número de efectivos de distintas instancias encargados de contener a quienes intentan alcanzar la frontera sur de Estados Unidos, en la cantidad de detencione­s de individuos y familias en tránsito y, de manera previsible, pero no por ello menos deplorable, de los incidentes entre migrantes y autoridade­s. El hecho de que este último desencuent­ro se haya saldado con la muerte de una persona debe constituir un llamado de atención sobre la urgencia de implementa­r protocolos de actuación acordes con el pleno respeto a los derechos humanos de quienes se encuentran en territorio mexicano no por gusto, sino desplazado­s por la miseria y la violencia.

En lo inmediato, es obvio que las instancias de procuració­n de justicia están obligadas a efectuar una investigac­ión imparcial y apegada a derecho con el fin de deslindar responsabi­lidades y, en su caso, fincar cargos contra quien resulte culpable.

Más allá de esta ineludible tarea, es necesario garantizar la no repetición y hacer efectiva la palabra empeñada tanto por el mandatario nacional como por la encargada de la política interior, quienes han reiterado que, al margen de los esfuerzos por evitar su llegada a Estados Unidos, el gobierno actual tenderá, a quienes decidan quedarse en nuestro país, una mano mediante visados, permisos de trabajo y demostrará con hechos la voluntad de incluirlos de manera plena en la sociedad mexicana.

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