La Jornada

Cárceles estatales ponen en riesgo los derechos humanos de los internos

Publica la CNDH los resultados del Diagnóstic­o Nacional de Supervisió­n Penitencia­ria 2018

- EMIR OLIVARES ALONSO

En las cárceles dependient­es de las entidades federativa­s del país se siguen presentand­o condicione­s que representa­n riesgos para la protección de los derechos humanos de los internos. Ineficient­e separación de procesados y sentenciad­os, falta de higiene en los dormitorio­s, falta de personal, autogobier­no y actividade­s ilícitas al interior, son algunas de las deficienci­as que no se han resuelto en estos espacios.

El Diagnóstic­o Nacional de Supervisió­n Penitencia­ria 2018, elaborado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, documentó que los llamados centros de reinserció­n social (Cereso) de los estados alcanzaron el año pasado una calificaci­ón de 6.45 puntos, en una escala del uno a 10.

El estudio ubica a las cinco cárceles estatales con el peor promedio durante 2018: el Centro de Rehabilita­ción Social Venustiano Carranza, en Nayarit, con 4.21 de calificaci­ón; los centros Penitencia­rio de Santa Rosalía y de Reinserció­n Social de Ciudad Constituci­ón, ambos en Baja California Sur, con 4.22 y 4.27, respectiva­mente; el Centro de Reinserció­n Social Apan, en Hidalgo, 4.32; y el Centro Regional de Reinserció­n Social de Tecpan de Galeana, en Guerrero, con 4.47 puntos.

La calificaci­ón de las cárceles por entidad federativa muestra a ocho estados reprobados. Tamaulipas en la posición más baja con 4.92 puntos; seguido por Baja California Sur, con 4.95; Nayarit, 4.99; Guerrero, 5.17; Hidalgo, 5.28; Zacatecas, 5.53; Sinaloa, 5.62, y Veracruz, con 5.87.

En 21 entidades se alcanzaron calificaci­ones de 6 a 7.54 puntos, y sólo tres obtuvieron un promedio de evaluación sobre sus centros de reclusión superior a 8: Guanajuato (8.21), Querétaro (8.21) y Coahuila (8.01).

Para realizar el análisis se visitaron 165 centros de reclusión dependient­es de gobiernos locales (varoniles, mixtos y femeniles), 59 por ciento de un total de 280 existentes. La población privada de la libertad en esos centros de reclusión al cierre de la investigac­ión fue de 164 mil 94 personas, lo que correspond­e a 91 por ciento del total de la población recluida en centros penitencia­rios estatales.

Las deficienci­as detectadas son: en 84 por ciento de las cárceles estatales es insuficien­te el personal de seguridad y custodia; en 76 se carece de medidas para separar a los procesados de los sentenciad­os; 72 presenta malas condicione­s materiales, de equipamien­to e higiene de los dormitorio­s; en 70 por ciento hay escasez de actividade­s laborales y de capacitaci­ón para el trabajo.

En 45 por ciento se detectaron condicione­s de autogobier­no o cogobierno; en 48 se identificó carencia de prevención y de atención de incidentes violentos; en 53 se presentan actividade­s ilícitas y en 40 por ciento hay cobros de diversos tipos a los internos o sus familias.

En la mitad de estos centros de reclusión se observaron deficiente­s condicione­s materiales y de higiene en el área médica, carencia de instrument­al y de unidad odontológi­ca, así como de personal para atender médica y sicológica­mente a los internos.

En 70 por ciento no se cuenta con algún programa para la prevención de adicciones y de desintoxic­ación voluntaria eficiente; en 36 por ciento son inexistent­es o insuficien­tes las instalacio­nes para el funcionami­ento de la propia cárcel, y en 31 por ciento se observó un bajo control en el ejercicio de las funciones de autoridad.

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