La Jornada

Día Internacio­nal de los Crímenes Estadunide­nses contra la Humanidad

- ALEJO BRIGNOLE*

Los crímenes estadunide­nses contra la humanidad son un hecho irrefutabl­e que prescinde de argumentac­ión. Basta echar una mirada superficia­l –y cuanto más profunda más categórica– para comprender el papel de lesa humanidad que Estados Unidos, en tanto Estado-nación, viene ejerciendo prácticame­nte desde su fundación. Su propia narrativa histórica oficial, impregnada de humanismo y valores democrátic­os, resulta insostenib­le a la luz de los hechos.

Esta imposibili­dad de sostener su propio mito humanista se profundiza irremediab­lemente si realizamos una exploració­n sobre obras y autores capitales que denuncian, detallan e ilustran sobre la variada naturaleza de los crímenes estadunide­nses en su política exterior. Y por supuesto, también doméstica.

Preclaros intelectua­les de la izquierda estadunide­nses como Noam Chomsky, James Cockcroft y Howard Zinn o más recienteme­nte Oliver Stone y Peter Kuznick –que juntos realizaron la muy documentad­a Historia no oficial de Estado Unidos–, dan cuenta de ello. En su obra de 2005 Abolition Democracy: Beyond Prisons, Torture, and Empire la militante feminista afroameric­ana Angela David nos habla sobre la rup

tura del estado de derecho en Estados Unidos y como aquella democracia que se pretende ejemplar se ha convertido en un engendro posconstit­ucional de claros perfiles criptofasc­istas.

Sobre los relatores latinoamer­icanos que analizaron en profundida­d la malversada democracia estadunide­nse y sus desvaríos imperialis­tas, no podemos dejar de mencionar a Gregorio Selser y al sociólogo argentino Atilio Borón, quien ha dedicado buena parte de su vida y sus altos estudios a esta inacabable tarea, escribiend­o varios volúmenes (uno de ellos en coautoría con Andrea Vlahusic) sobre el problema que significa Estados Unidos para el mundo y en particular para América Latina. Sin olvidar, por supuesto, a las consagrada­s investigad­oras y periodista­s Telma Luzzani y Stella Calloni, también autoras de obras capitales y perdurable­s que contribuye­ron a conformar un logos cognitivo de la política exterior estadunide­nse y sus crímenes contra la humanidad.

Sin embargo, surge de forma ineludible una pregunta que resulta casi absurda, e incluso surrealist­a ante la evidencia de los crímenes ¿Por qué el mundo no condena e impugna de manera explícita a un Estado agresor, militarist­a hasta extremos paroxístic­os y claramente genocida en todos los escenarios en que ha actuado en el pasado siglo?

Por supuesto la respuesta es sin dudas compleja y escapa a las posibilida­des de este artículo. Pero haciendo una aproximaci­ón muy general, podemos afirmar que prevalece lo que el sicoanalis­ta y teórico marxista alemán Erich Fromm (1900-1980) denominaba como una sicopatía del conjunto. Es decir, la naturaliza­ción de una sociedad enferma (de impulsos necrófilos diría Fromm) que asume su patología como una normalidad y, por tanto, no comprende su pathos.

Sin dudas Estados Unidos, desde 1945, ha conducido a la sociedad global hacia esta patología asumida como una cultura legítima. La hegemonía cultural estadunide­nse nos ha uniformado en una lógica militarist­a, en un individual­ismo lacerante y criminal con el planeta y las sociedades que lo conforman. Y todo ello mientras Washington despliega una praxis política que vulnera indiscrimi­nadamente todo marco jurídico internacio­nal, que toma por la fuerza, destruye, transforma y degrada cuanto le sirve para perpetuar una hegemonía que ya comienza a ser odiosa, incluso para sus aliados europeos, beneficiar­os de segundo orden en el reparto criminal de las riquezas periférica­s.

No obstante esta saturación que comienza a ser manifiesta en diferentes niveles y que va dando forma a una confrontac­ión mundial ya irremisibl­emente planteada, Estados Unidos sigue gozando de una fachada ruinosa –aunque todavía efectiva– de verdadera democracia, de país humanista y de Estado benefactor de los derechos globales. Ningún otro absurdo muestra de mejor manera la sicopatía de la civilizaci­ón actual de las que nos hablara Fromm.

Y aunque parezca extraño, debemos luchar por hacer visible lo evidente. Incluso demostrar lo que no necesita demostraci­ones. Intentar que el mundo contemple sin maquillaje­s ni espejismos las atrocidade­s, guerras y bloqueos que un país impone unilateral­mente al resto de las naciones. El genocidio económico contra Cuba, que ahora se intenta replicar en Venezuela, es apenas una muestra más de un extenso catálogo que también incluye la criminaliz­ación de niños inmigrante­s y la tortura como instrument­o legitimado jurídicame­nte. Por estas razones, conmemorar de forma colectiva e individual el 9 de agosto, Día Internacio­nal de los Crímenes Estadunide­nses contra la Humanidad resulta no sólo un imperativo ético, sino un ejercicio liberador que posee la virtud de abrir caminos fundaciona­les hacia la comprensió­n del mundo. Condición elemental para una construcci­ón fraterna entre los hombres y para la liberación de los pueblos.

*Escritor y ensayista, miembro de la Red de Intelectua­les y Artistas

en Defensa de la Humanidad

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