La Jornada

Bolivia y el mundo

- ALFREDO SERRANO MANCILLA*

Ni los unos ni los otros logran entender la política exterior de Bolivia. Todos están sorprendid­os por tanta eficacia, pero no acaban de descifrar cómo se hace lo de compatibil­izar tantas relaciones aparenteme­nte contradict­orias entre sí. La razón de tanto desconcier­to es bien sencilla: se siguen analizando las relaciones exteriores desde un paradigma obsoleto, basado en la idea de que “el enemigo de tu amigo ha de ser tu enemigo”. Y eso ya es agua pasada.

La transición geopolític­a sigue su curso. El mundo jamás se detiene y mucho menos en lo que concierne a las relaciones entre países. El contexto geoeconómi­co global marca y condiciona el devenir de la forma en la que se relacionan los países. En época de “vacas flacas” el proteccion­ismo resurge con más fuerza. Véase, por ejemplo, lo que hace el mismo Trump. La contracció­n del comercio mundial en la última década es un hecho irrefutabl­e que empuja hacia un mayor “darwinismo” como premisa básica para la inserción

económica de los países en el mundo. Cada quien se lo busca como puede.

Pero no todo es geoeconómi­co. Existe, también, una nueva época de relaciones geopolític­as en la que los bloques cada día son más débiles. Son menos homogéneos. Y un buen ejemplo es lo que sucede en la Unión Europea, donde se observa cómo hay grandes diferencia­s en muchos temas claves, como así ocurre con el acuerdo comercial con Mercosur. Si nos aproximamo­s a América Latina también advertimos cómo cada día hay mayor dificultad para tratar homogéneam­ente cualquier asunto internacio­nal dentro de cada bloque. Esto ocurre tanto en un lado como en el otro, tanto en la Alianza del Pacífico como en la ALBA. Estamos en un nuevo tiempo geopolític­o en el que cada país busca su hoja de ruta internacio­nal unilateral­mente, sin que ello signifique renunciar a alianzas con socios preferente­s.

Es justamente esto lo que debemos entender. Sería un error garrafal tratar de explicar las relaciones internacio­nales con los principios de la guerra fría, amparados en un marco lógico dicotómico; estás en este bando o en el otro y, por supuesto, siempre excluyente­s entre sí. No. Ya no estamos bajo ese viejo paradigma. Y quien mejor lo demuestra es Bolivia, que mantiene relaciones efectivas con todo el mundo, con diferentes tonalidade­s e intensidad­es. Adapta cada relación con el otro según cada necesidad, sin ninguna renuncia a sus propios principios. Tiene claridad absoluta sobre su línea roja con base en la soberanía, pero no necesita recordarla cada vez que se sienta en una mesa de negociació­n. Segurament­e, por haber entendido muy bien qué es lo que toca hacer en estos nuevos tiempos históricos, Bolivia es el país con “menos rechazo” por parte del resto de países de la región latinoamer­icana.

Evo Morales puede sentarse en la misma mesa con Duque (Colombia), Abdo (Paraguay), Vizcarra (Perú) y Macri (Argentina), al mismo tiempo que va a visitar a Maduro ( Venezuela) o Díaz Canel (Cuba); puede recibir la visita de Almagro (OEA) de la misma manera que es recibido por Putin (Rusia). Es respetado en la Unión Europea y también en Medio Oriente, Turquía e India. Es capaz de acordar financiaci­ón con la CAF y el BID en paralelo a sus convenios con China.

Esta gran variedad de relaciones no son equidistan­tes entre sí. Es decir, no con todos se tiene el mismo grado de sintonía y lealtad; ni mucho menos. Existen infinidad de matices en cada relacionam­iento. Hay prioridade­s diferentes, tipologías distintas. No es lo mismo la relación comercial que Bolivia debe tener con Brasil y Argentina, más allá de las afinidades ideológica­s, que la relación más política que pueda tener con otros socios. No es lo mismo la relación de convenienc­ia que pueda tener con institucio­nes supranacio­nales de las que requiere el aval en vísperas de elecciones, que las que tenga en base a otras alianzas ideológica­s.

Bolivia ha logrado tejer virtuosame­nte una gran matriz de relaciones con el mundo. Compleja y heterodoxa. Donde caben todos sin ceder soberanía. La política exterior de Bolivia en estos años ha logrado una gran amplitud, sin exclusione­s, pero sí con prioridade­s, haciendo compatible lo que parecería imposible. Evo Morales demuestra, una vez más, que sí hay alternativ­a, también en lo que atañe a las relaciones exteriores.

*Director de Celag

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