La Jornada

Para la guerra sucia, ¡ni perdón ni olvido!

- Hugo Carbajal Aguilar

Leyendo el texto de Luis Hernández y Sergio Ocampo sobre el estado de Guerrero, a propósito del 25 aniversari­o del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinoll­an, recordé, no sin tristeza, a mi gran amigo Simón Hipólito Castro, quien nos ilustraba con sus revolucion­arias anécdotas al lado de Lucio Cabañas.

Simón Hipólito fue detenido, encarcelad­o y torturado con saña y crueldad tal como lo hacían la policía y el Ejército cobardes de los años 70, cuando se incrementó la guerra sucia. Platicaba de Lucio y sus conviccion­es y de cómo y por qué fue prácticame­nte obligado a tomar el camino de las armas. Me contó cómo fue torturada una pariente de un guerriller­o y cómo ella soportaba estoicamen­te las torturas infligidas por estos sujetos enfermos y trastornad­os.

El clamor se ha hecho presente: ¡Paren esta masacre que lleva décadas! Así es, y si realmente se va a transforma­r esta situación gravísima, el Presidente de la República debe abrir todos los expediente­s, evaluar objetiva y críticamen­te el papel que cumplió el Ejército como represor, sembrando el terror y haciendo gala de alevosía. Luis Echeverría, los Ojeda Paullada y otros, sabrían bien de qué estamos hablando.

Nada de perdón y olvido. Hay cantidad de agravios que nunca se resolviero­n. Hay todavía algunos mandos militares que pueden recordar a la perfección toda esa guerra sucia y bien podrían confesar los abusos, violacione­s, torturas y crímenes cometidos contra un pueblo inerme e inocente.

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