La Jornada

‘‘¿Cómo le dices que no a Dios?’’

- AP

Una sostuvo que tuvo relaciones sexuales con él dos veces, incluida una en el hotel Biltmore de Los Ángeles. Cuando Domingo se fue para una actuación dejó 10 dólares en la mesilla de noche y expresó: ‘‘No quiero que te sientas como una prostituta, pero tampoco quiero que tengas que pagar por el estacionam­iento. Decía cosas como: Ven a mi apartament­o. Cantaremos unas arias. Te asesoraré. Me encantaría escuchar lo que puedes hacer para una audición”.

La mezzosopra­no narró que cada vez que el astro volvía a Los Ángeles tenía que prepararse sicológica­mente. ‘‘Solía prepararme cuando él estaba en la ciudad, pensando, ‘¿Voy a ser su blanco o no? ¿Qué voy a decirle cuando me invite otra vez? ¿Cómo me voy a salir de esto?’’’

La mujer reveló que tuvo relaciones sexuales con Domingo dos veces: una en el apartament­o de él, en Los Ángeles, y otra en el hotel Biltmore;ahí él dejó el dinero en la mesilla. Refirió que el superastro mencionó su ‘‘superstici­ón de que tenía que estar con una mujer antes de un espectácul­o’’ para relajarse y calmar sus nervios. ‘‘Cantaré mejor, y todo será gracias a ti’’, contó que él le expresó antes de dejarle los 10 dólares para el estacionam­iento.

“Estaba totalmente intimidada y sentí que decirle no a él sería como decirle no a Dios. ¿Cómo le dices que no a Dios?”, añadió.

‘‘Me vino a recoger en su BMW y me subí al auto con él. Él estaba muy emocionado. Me estaba tocando la rodilla. Me puse en modo actuación para poder vivir conmigo misma’’, asentó. Contó que fueron a su apartament­o cerca del pabellón Dorothy Chandler de la ópera, donde los aguardaba el champán.

‘‘Estábamos sentados en el sofá en un momento, y él empezó a besarme’’. Entonces él la llevó a su habitación y le quitó la ropa antes de desvestirs­e, y practicaro­n ‘‘toqueteos’’ y ‘‘manoseos’’.

‘‘Absoluta y ciertament­e eso era acoso sexual’’

Patricia Wulf, mezzosopra­no que trabajó con Domingo, dijo que éste la confrontab­a noche tras noche con la misma pregunta susurrada.

‘‘Cada vez que yo salía del escenario, él estaba entre bastidores esperándom­e’’, narró. ‘‘Venía directo hacia mí, acercándos­e tanto como podía, ponía su cara justo en mi cara, bajaba la voz y decía, ‘Patricia, ¿tienes que irte a casa esta noche?’’’

‘‘Tienes que entender que cuando un hombre tan poderoso –él es casi como un Dios en mi industria– se acercaba y me decía eso, lo primero que se me pasaba por la cabeza era ‘¿¡qué!?’

‘‘Llegó a un punto en el que cuando me bajaba del escenario trataba de escabullir­me tras una columna, y él todavía conseguía la manera de encontrarm­e.’’

‘‘Absoluta y ciertament­e, eso era acoso sexual. Cuando un hombre se te acerca de esa manera y te pregunta con una sonrisa burlona si tienes que irte a casa, repetidas veces, no puedo concluir más que él quería acostarse conmigo. En especial con su reputación para eso.

‘‘Me pronuncio porque espero poder ayudar a que otras mujeres se pronuncien, o sean lo suficiente­mente fuertes como para decir no’’, aseveró.

‘‘Al principio, no tenía miedo. Pensé que podía manejarlo’’, relató otra cantante. Sin embargo, una noche tras el ensayo la tomó por sorpresa al preguntarl­e si podía llevarlo a su casa. ‘‘La idea era ridícula: ¿Por qué no iba a tener Plácido Domingo cómo llegar a su casa? Pero, ¿qué iba a hacer?”

A mitad de camino él le puso la mano en la pierna y cuando estaban llegando a su edificio le dijo que estacionar­a frente a una entrada lateral.

‘‘Se inclinó e intentó besarme”, y la invitó a subir, pero ella le dijo que tenía otros planes.

Pero entonces, señaló, ‘‘cuando terminamos se puso de pie y metió la mano en mi falda, y fue cuando tuve que salir de ahí’’.

Otra bailarina que trabajó con el astro en varias ciudades dijo que un insinuante Domingo la llamó de noche de forma intermiten­te durante cerca de una década durante los años 90 del siglo pasado, dejándole mensajes desvergonz­ados que luego escuchaba perpleja con su marido. Domingo le pedía que se encontrara con él en lugares como su habitación de hotel, pero ella sólo lo veía para almorzar, siempre planteado como una comida de trabajo. Sin embargo, acotó que las manos de Domingo acababan en su rodilla, o la tomaba de la mano, o le besaba en la mejilla de una forma que la hacía sentir incómoda.

‘‘Cuando trabajas para el hombre más poderoso en la ópera, intentas seguirle el juego”, expresó, al tiempo que se cuidó de insultarlo.‘‘Me llevó a su cuarto, supuestame­nte para coger sus cosas, y me invitó a entrar. Y empezó a abrazarme y besarme. Hubo años en los que estaba destrozada por eso y asustada de que no volvieran a contratarm­e”, destacó. Pero con el tiempo, ‘‘volví a tener su visto bueno. ‘Utilizó su poder, acechó a mujeres, puso a mujeres en posiciones vulnerable­s. Hay gente que se ha quedado fuera de la industria y se ha visto expulsada sólo por someterse o no someterse a él.”

Las persecucio­nes de Domingo se extendiero­n más allá de las salas de conciertos, según una joven cantante que comparte que lo conoció en Italia durante un viaje de mochilera. Cursaba una maestría en la escuela de artes Juilliard cuando pasó el verano de 1992 viajando por Europa con su hermana. Durante su estancia en un hotel barato de Roma a las afueras del Campo de Fiori, una mañana se puso a cantar en la ducha con la ventana abierta. El portero de un hotel de lujo cercano gritó preguntand­o quién cantaba, y dijo que Domingo se estaba alojando en su hotel y la había oído.

‘‘Expresó que tienes una voz hermosa y que desea conocerte’’, indicó el portero, según contó.

Domingo, quien interpreta­ba Tosca para una producción que se transmitir­ía en vivo alrededor del mundo, le envió un mensaje pidiéndole que se reuniera con él a las 10 de la noche en otro hotel. La cantante narró que entró al vestíbulo del hotel y avisó al recepcioni­sta que estaba ahí para encontrars­e con el tenor. La llevaron hasta la azotea, donde había una mesa dispuesta y Domingo apareció vestido en una elaborada bata y una camisa blanca holgada con una hermosa joven morena tomada de su brazo.

‘‘Todo parecía como sacado de una película’’, manifestó.

Insistió en que fuera a verlo a la Ópera Metropolit­ana. ‘‘Dijo que creía que podía ayudarme con mi carrera.’’

De regreso en Nueva York, fue a una actuación de Domingo y lo buscó tras bambalinas; él se acordó de ella y le pidió su número telefónico.

‘‘Estaba enamorada con toda esta situación y emocionada de conocer a esta persona famosa’’, dijo. ‘‘Entonces comencé a recibir llamadas telefónica­s.Fue tenaz. No dejó de llamar. Las primeras veces lo rechacé, siguió llamando y dejando mensajes. Tuve miedo.

‘‘Su agresivida­d era demasiada como para pensar que no tenía un motivo oculto”, añadió.

Otra soprano dijo que sintió que había alcanzado el pináculo de su carrera cuando surgió la oportunida­d de trabajar con Domingo en la Met en 2002. El tenor era su ídolo.

Una noche durante un intermedio, refirió, Domingo la visitó en su camerino: ‘‘Le puse la mejilla pero él me volteó la cabeza y me besó en los labios’’. Cuando se apartó, Domingo le preguntó: ‘‘¿Entiendes?”

‘‘Sí’’, respondió. ‘‘Eso es todo lo que dije. Pero para mí, fue la muerte de un héroe. Esa fue la muerte de mi sueño.’’

Su agresivida­d era demasiada como para no pensar que tenía un motivo oculto

 ?? Foto Afp ?? Plácido Domingo, de 78 años, platica con bailarines detrás del escenario, durante un ensayo general de Noche española, obra inscrita en la edición 150 del Festival Chorégies d’Orange, en julio pasado.
Foto Afp Plácido Domingo, de 78 años, platica con bailarines detrás del escenario, durante un ensayo general de Noche española, obra inscrita en la edición 150 del Festival Chorégies d’Orange, en julio pasado.

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