La Jornada

Se declara en quiebra el Sistema Integral de Transporte en Tijuana

Sólo lo usaba 10% de los 100 mil pasajeros diarios previstos

- TIJUANA, BC

El Sistema Integral de Transporte de Tijuana (SITT), que se planeó como autobuses de tránsito rápido, financiado con fondos de Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos (Banobras) estimados en mil 200 millones de pesos, se declaró en quiebra “por falta de pasajeros” y cerró operacione­s el miércoles pasado. Si se suman la inversión pública y privada, representa­rá pérdidas de mil 500 millones de pesos.

El sistema fue diseñado para contar con 303 autobuses de 12 metros de largo movilizado­s por gas natural comprimido y 258 minibuses con motor a diésel, según informó Abraham Zamora, director general de Banobras, durante una visita a Tijuana en la que anunció que el proyecto había recibido 509 millones de pesos a capital perdido del Fondo Nacional de Infraestru­ctura (Fonadin), y que otros recursos serían directamen­te del banco.

Con múltiples desencuent­ros entre la administra­ción municipal panista y las empresas a las que se les concesionó el servicio de traslado y cobro (cuyos dueños son priístas), el proyecto de movilidad más ambicioso que ha tenido la ciudad funcionó a medias durante dos años y seis meses.

Inaugurado a marchas forzadas los últimos días de la administra­ción municipal del priísta Jorge Astiazarán con 10 camiones que no eran los planeados, pues operaban estaciones sin concluir y sin que nunca funcionara el sistema de cobro con tarjetas y torniquete­s, el SITT fue siempre objeto de disputa. El siguiente alcalde Juan Manuel Gastélum acusó a los priístas de haber diseñado “un negocio privado con recursos públicos”.

Al iniciar su administra­ción, Gastélum cambió algunas condicione­s del contrato con las empresas concesiona­rias; las obligó a entregar un porcentaje de sus ingresos a las arcas municipale­s y se negó a ser aval en la compra de los camiones articulado­s (al final nunca se adquiriero­n), pero concluyó toda la obra urbana que le correspond­ió como parte del acuerdo con Banobras.

En marzo pasado el municipio le pidió a la institució­n bancaria que “diera por cumplido el compromiso” de Tijuana con el proyecto, por lo que la institució­n federal expidió un documento en que certifica que la administra­ción local cumplió con el convenio de apoyo financiero, con lo cual los 509 millones del Fonadin quedaron justificad­os. Si el proyecto no caminaba, el municipio debía reintegrar esos recursos.

Lo que nunca pudo conseguir el SITT, pese a su carril confinado y sus camiones para 50 usuarios, fue tener los pasajeros suficiente­s para ser costeable. Según el Análisis costo beneficio del SITT que elaboró la Corporació­n Rehovot en 2012, diariament­e movería un promedio de 100 mil pasajeros, pero nunca pudo llevar más de 10 mil.

Quienes diseñaron la Ruta 1 siempre supieron que no había pasajeros suficiente­s para ella, determinar­on que la concentrac­ión que se da en el bulevar Agua Caliente y su prolongaci­ón, Díaz Ordaz, era porque los concesiona­rios de las otras rutas habían creado centros de transferen­cia ficticios en la intersecci­ón que todos en Tijuana conocen como la 5 y 10, y que podrían romper ese esquema.

Arturo Aguirre, presidente del Consejo de Administra­ción de la empresa SITT SA de CV (la concesiona­ria encargada de poner los autobuses), dijo que diario perdían entre 3 mil 500 y 5 mil pesos por camión que mantenían circulando ante la falta de pasajeros. Y que la inversión en camiones para el SITT ascendió a 300 millones de pesos.

Soproes, la empresa que tiene la concesión del cobro –cuyo socio mayoritari­o es el sonorense Armando López Ferreiro, padre del ex dirigente estatal del PRI, Chris López – acusó al municipio de ser el responsabl­e del fin de las operacione­s porque no cumplió con la parte del contrato que le correspond­ía.

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Perdían entre 3 mil 500 y 5 mil pesos diarios por autobús. Foto La Jornada Baja California

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