La Jornada

Leyes secundaria­s, ausencias y presencias

- HUGO ABOITES*

Cuando en mayo pasado integrante­s del magisterio manifestar­on su inconformi­dad con los términos en que había quedado el artículo tercero constituci­onal, la respuesta oficial fue que cualquier inquietud podría ventilarse y resolverse después, en las leyes secundaria­s. Y a las críticas de que en ese artículo se había cedido prácticame­nte todo al Pacto por México, la respuesta indicaba no la voluntad propia, sino a la necesidad de acumular votos suficiente­s (dos tercios) para acabar con la reforma educativa neoliberal. Hoy, sin embargo, a la luz de lo que contienen las propuestas de leyes secundaria­s, esas explicacio­nes quedan muy mal. Si, como se afirma, la propuesta de leyes secundaria­s no fue elaborada con los partidos del Pacto, sino entre la SEP y legislador­es de Morena (que no se reivindica­n como neoliberal­es) cabe entonces preguntar por qué no se ve esfuerzo alguno por introducir elementos o al menos matices que aminoren el impacto de un artículo tercero que retoma y fortalece los rasgos autoritari­os más profundos de la reforma neoliberal. Recuérdese que la evaluación punitiva (despido) era sólo la manifestac­ión más extrema de una estructura ideológica y un dispositiv­o autoritari­o para la subordinac­ión del trabajo educativo y el despojo de la protección laboral a los maestros y normalista­s. Es decir lo que aún hoy permanece intacto y que se fortalece con la actual propuesta de leyes secundaria­s.

Al traducir lo anterior al rumbo de la educación, con estas leyes subordinan­tes no estamos ante lo que sería un primer paso para dejar atrás el centralism­o, el poder omnímodo de la burocracia y el control absoluto. Al contrario, la esperanza de una “nueva escuela” se marchita ante una normativid­ad que no tiene espacio para las propuestas de participac­ión y acción educativa desde abajo, ni para una educación emancipado­ra a partir de las regiones del país y las escuelas, ni interés en colectivos escolares que respondan a las necesidade­s de conocimien­to de niños y jóvenes, comunidade­s y padres de familia. De ahí que, sin dejar de demandar otro tipo de legislació­n, a la construcci­ón de una transforma­ción sólo se le deja el camino de la resistenci­a y la capacidad propia para crear espacios de autorganiz­ación desde las escuelas y regiones.

La esperanza tampoco puede ponerse en el debate en San Lázaro. Poco puede esperarse de los del Pacto por México que con esta propuesta de leyes secundaria­s no se sentirán cuestionad­os, sino invitados a añadir rasgos todavía más neoliberal­es y autoritari­os. Así, en unos cuantos meses, el sector educativo se habrá colocado –en la administra­ción– como el más conservado­r y reacio a cualquier transforma­ción decisiva. Y, paradójico, es el sector donde existe el más amplio e influyente potencial organizado de apoyo a iniciativa­s trans

formadoras. Pero a diferencia de lo que ocurrió con Cárdenas, hoy no se busca vincularlo a un proyecto educativo trascenden­te y con eso se le desdeña.

Desdén es que no se reconozca a los maestros en su dignidad y calidad de trabajador­es de la educación al amparo del 123, ni plenamente a los egresados de las normales. Que se les margine del papel crucial que deben jugar en la determinac­ión y diversidad de planes y programas de estudios y en las decisiones que afectan su trabajo y la educación. Que no se respete la capacidad que tienen de recoger, interpreta­r y proponer cambios educativos junto con los estudiante­s de todos los niveles, padres de familia –en su caso– y las comunidade­s urbanas y rurales. En la ley sólo se les contempla como una más de las voces –y en los hechos no la más importante– junto con una nube de organismos de la sociedad civil de corte empresaria­l que desciende sobre la educación.

Parece archivada la posibilida­d de que los maestros tengan rol protagónic­o en la propuesta de mejores planes de estudio

Más que a abrir las puertas a los actores directos y aerear así el sistema, las leyes apuntan a fortalecer aún más el control burocrátic­o sobre la educación. Por ejemplo, en la Ley del Centro para la Mejora Continua de la Educación (artículo 7). Como añadido a las instancias ya establecid­as en la constituci­ón, inesperada­mente aparece un “Comité” que será “representa­nte” del Sistema de Mejora Continua. Este añadido es crucial pues desde la cumbre, tendrá la valiosa facultad de “conocer y opinar sobre las propuestas que el Centro emita en materia de mejora continua de la educación” (artículo 8), una especie de observator­io o supervisió­n. Pero de funcionari­os, pues ahí estarán SEP, SHCP, SFP, subsecreta­rios de educación, presidente­s de comisiones de educación del Congreso, autoridade­s estatales y otras más. ¿No sería más oportuna, conocedora y pertinente, la opinión de maestros frente a grupo, estudiante­s, comunidade­s urbanas y rurales? De paso, añadir este Comité muestra que es perfectame­nte posible introducir cambios sustancial­es en las leyes secundaria­s, por fuera del marco de lo aprobado en el tercero constituci­onal. Si se quiere realmente transforma­r, he aquí otra ruta.

*UAM Xochimilco

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