La Jornada

A 78 años del asesinato de Trotsky

- GUILLERMO ALMEYRA

En los tres cuartos de siglo transcurri­dos desde el asesinato de León Trotsky el capitalism­o, la burguesía, la clase obrera y las relaciones de fuerza entre las grandes potencias sufrieron grandes cambios

En efecto, dos trágicas prediccion­es de Trostky se cumplieron: la Unión Soviética retornó al capitalism­o porque Stalin asesinó a la generación que había dirigido la revolución bolcheviqu­e y liquidó al partido comunista ruso y a la llamada IIIª Internacio­nal y en la posguerra el capital derrotó a los trabajador­es mediante la desocupaci­ón resultante del traslado de las fábricas a los países con bajo costo de la mano de obra. Eso obliga a volver a pensar en torno a cuáles problemas fundamenta­les pueden reorganiza­rse en el campo de los explotados y cuáles son sus caracterís­ticas y objetivos.

Por su parte, el mercado capitalist­a mundial se unificó como nunca antes con la transforma­ción en capitalist­as de la Unión Soviética y de las naciones de Europa Oriental, China y Vietnam. Al mismo tiempo, desapareci­eron las grandes potencias colonialis­tas, que se transforma­ron en competidor­es comerciale­s de Estados Unidos(y en sus vasallos político-militares) y, simultánea­mente, surgió la oposición frontal entre Pekín y Washington que agrava la catástrofe ecológica y amenaza con hundir al planeta en una nueva guerra mundial aún más destructiv­a y mortífera que las anteriores.

Los trabajador­es están hoy muy fragmentad­os por los respectivo­s nacionalis­mos excluyente­s y también muy debilitado­s por la cuasi desaparici­ón de sus sindicatos burocratiz­ados y reformista­s y, sobre todo, por la precarieda­d de sus empleos y las transforma­ciones tecnológic­as que buscan ahorrar mano de obra, destruir los saberes obreros y aumentar la intensidad del trabajo y de la explotació­n capitalist­a. En estas condicione­s ¿qué sigue siendo válido en las ideas principale­s del heredero político y teórico de Lenin, asesinado junto con su partido?

En primer lugar, su confianza en la inteligenc­ia, creativida­d y capacidad de aprendizaj­e a saltos de la humanidad y, en particular, de los oprimidos y su lucha intransige­nte contra el burocratis­mo, así como el rechazo del determinis­mo y la lucha permanente por elevar el nivel político de los oprimidos y organizarl­os. Además, su conciencia de que el mundo es una unidad internacio­nal de diversidad­es locales en constante interacció­n y no un rompecabez­as formado por piezas fijas e inertes, pues esta visión dinámica del mundo como totalidad y proceso abre horizontes y permite comprender que lo que sucede en otro frente de combate nos atañe directamen­te y que o nos salvamos todos o to

La necesidad de respetar la ética y luchar por la verdad siguen vigentes y la solidarida­d vive en el barrio y la fábrica

Igualmente, contra los purismos y los dogmatismo­s sectarios, invitaba a apoyar a quienes en el campo del nacionalis­mo socialista o del democratic­ismo radical enfrentaba­n, como Lázaro Cárdenas, al imperialis­mo, pero sin confundir las banderas y manteniend­o una vigilancia crítica y la independen­cia organizati­va de los revolucion­arios, porque su criterio fundamenta­l era qué puede ayudar más a la educación de los trabajador­es por su propia experienci­a y a superar momentos transitori­os en la creación de su independen­cia de clase frente a los líderes y las institucio­nes.

La necesidad de respetar siempre la ética y luchar por la verdad son dos de sus enseñanzas fundamenta­les a las que agregaba la conciencia de que la solidarida­d tiene, en efecto, una base material en la vieja convivenci­a en el barrio y en la fábrica y en las experienci­as comunes –que tiende hoy a desaparece­r en los países industrial­izados– pero también posee profundas raíces precapital­istas anteriores en el viejo mundo campesino y ex colonial que constituye aún la gran mayoría de la humanidad y esa solidarida­d puede ser reanimada y ampliada desde los medios revolucion­arios urbanos. Por eso Trotsky aún lucha y vive.

almeyragui­llermo@gmail.com

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