La Jornada

El acuerdo migratorio

- JORGE DURAND

Se cumplió el segundo plazo del acuerdo migratorio (más bien el chantaje) y el gobierno mexicano libró con las justas la prueba de las estadístic­as. El flujo de migrantes se redujo en 56 por ciento y falta muy poco para lograr el objetivo.

De hecho, la cifra de aprehensio­nes en la frontera bajó de 140 mil en mayo a menos de 50 mil en agosto. Un índice todavía un poco alto con respecto a las cifras de años anteriores que en esas épocas estaba en 40 mil personas. Según Marcelo Ebrad Casaubón se cumplió en 90 por ciento del objetivo en cuanto a contención de migrantes, avalado por cifras estadunide­nses, lo que aleja la posibilida­d de una crisis arancelari­a.

México respondió con cifras, el mismo lenguaje que había utilizado Donald Trump para emitir su amenaza sobre su imposición de aranceles. En ese sentido, fue la respuesta adecuada a un ultimátum, que se había justificad­o con datos estadístic­os. No obstante, las medidas de esa contención han tenido importante­s costos humanitari­os, sociales, políticos y económicos.

Los costos humanitari­os están a la vista. Los principale­s afectados han sido los migrantes perseguido­s, apresados o deportados. También los varios miles que esperan una solución en los centros de detención, a sus casos de refugio, solicitude­s de visas humanitari­as o permisos de salida.

La situación de los migrantes africanos es particular­mente grave y conflictiv­a, sin que se vislumbre una solución adecuada. El tránsito legalizado, como permiso de salida, al parecer ya no es una opción para ellos.

Las repercusio­nes de esta política han tenido impacto internacio­nal, con la llamada de atención de la alta comisionad­a de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet Jeria, quien se refirió explícitam­ente a las políticas migratoria­s de Estados Unidos, México y Centroamér­ica que ponen en riesgo a los migrantes, familias y niños.

Por otra parte, el impacto social de los bandazos en política migratoria ha polarizado las opiniones en la sociedad mexicana sobre el asunto migratorio. El discurso trumpista de la migración como amenaza ha permeado en algunos sectores de la población. Lo que resulta paradójico en una nación de migrantes, con 12 millones de mexicanos viviendo fuera y con tan sólo medio millón de inmigrante­s.

La polarizaci­ón se ha dado con especial énfasis en las redes sociales, donde se ha desatado la xenofobia y el racismo. En tanto, las organizaci­ones de la sociedad civil, que desde hace décadas, apoyan y defienden a quienes viajan hacia Estados Unidos en busca de refugio se han visto acosadas y desprotegi­das por las nuevas políticas de contención y por errores garrafales de las fuerzas de seguridad que han acosado a defensores y casas de migrantes.

El impacto político del llamado acuerdo migratorio ha sido evaluado por

Acosados, defensores de migrantes por política de contención

Para remate, en el caso nuestro, un funcionari­o de tercer nivel, el secretario interino de seguridad interna, Kevin McAleenan, se da el lujo de presionar públicamen­te al gobierno mexicano exigiendo más y más contención migratoria y vuelve a plantear el tema de tercer país seguro.

En realidad, si se analiza el caso de los africanos en Tapachula, Chiapas, estamos actuando prácticame­nte como tercer país seguro, pero son los migrantes africanos los que no quieren aceptar el refugio en México, lo que es una figura totalmente inédita ¿Qué se hace en estos casos?

Como quiera, la negativa mexicana a aceptar formalment­e la propuesta de tercer país seguro es muy importante, Guatemala y Honduras ya doblaron las manos. Aunque nadie sabe realmente qué van a hacer y quién esté dispuesto a pedir refugio en esas naciones.

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