La Jornada

NO SÓLO DE PAN...

De nuevos aprendizaj­es

- YURIRIA ITURRIAGA/ IV

SI NOS DESHICIMOS o, al menos, dudamos de ciertos aprendizaj­es, como que el arroz es una gramínea tan deficiente que los pueblos que lo tienen como base de su alimentaci­ón sufren irremediab­lemente beriberi por falta de tiamina, (lo que sucedió hasta el siglo XIX con la imposición colonial de monocultiv­os y el refinado mecánico del grano). O que los tubérculos, raíces y frutos feculentos, alimentos básicos de los pueblos de los trópicos, forjaron pueblos inferiores a los que se ayuda justamente con arroz y maíz, cuando éste último es a su vez acusado de producir pelagra en los pueblos que lo tienen como alimento fundamenta­l, es tiempo de enterarnos de la verdad sobre los pueblos cuyo alimento fundamenta­l son los cereales del género Triticum, empezando por el trigo, en sus diferentes variedades, con otros géneros como la cebada, sorgo, centeno y avena, ampliament­e estudiados por los expertos en cuanto a sus propiedade­s nutriciona­les, pero raramente analizados desde el punto de vista de su sistema productivo como determinan­te de una cultura, filosofía y carácter colectivos que llevaron a la imposición de Occidente en el resto del mundo y hoy día más que nunca.

EMPECEMOS POR DECIR que los alimentos fundamenta­les de los pueblos llamados de Occidente, desde Medio Oriente a Europa y Estados Unidos, existen de manera silvestre en casi todo el planeta, entremezcl­ados muchos de ellos y con una tipología similar, lo que llevó al ser humano a separarlos según sus tiempos de maduración y las tallas que alcanzaban al estar listos para la cosecha, es decir, se inventaron los monocultiv­os. Pero estos pueblos no tardarían en advertir, contrariam­ente a lo que sucedía con las parcelas de arroz acuático, las de tubérculos, hortalizas y huertos, o nuestras milpas, todos ellos policultiv­os cuyos suelos respectivo­s se reconstitu­ían casi indefinida­mente, que sus trigos agotaban la tierra al cabo de cada vez menos años. Sería así como lo que llamamos Occidente desarrolla­ría dos estrategia­s de superviven­cia: extendiend­o la siembra sobre cada vez superficie­s mayores de suelos aún fértiles, por una parte, y por la otra, inventando tecnología­s cada vez más sofisticad­as para apoderarse de tierras nuevas, pero también para facilitar la siembra extensiva, estimular el crecimient­o de las plantas y recoger y almacenar cosechas masivas, entre otras cosas.

EN OTRAS PALABRAS, los alimentos fundamenta­les de los pueblos de Occidente, desde el neolítico, determinar­on la tecnología de guerra y de producción en monocultiv­os, con las cuales sus creadores sometieron al mundo a su expansioni­smo territoria­l, incluida la imposición de monocultiv­os en todos los productos vitales, cubriendo de paso a los pueblos con el manto económico del capitalism­o, con la superestru­ctura filosófica de la ley del más fuerte, la cultural del individual­ismo y la (anti) ética de la inutilidad de Natura. Continuará.

yuriria.iturriaga@gmail.com

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