Tiempo universitario y exámenes
La universidad pública y autónoma fue duramente golpeada por el régimen neoliberal. En 1990 atendía a 48 por ciento de la matrícula de educación superior; en 2017, sólo a 36 por ciento y ahora está a punto de ser rebasada por la privada (que creció de 19 a 34 por ciento en ese mismo periodo). Y además, se ve presionada por el gobierno a seguir manteniendo exámenes discriminatorios y excluyentes. Disminuida, la universidad pública autónoma tampoco es ya el referente fundamental de la futura educación superior; ahora son otras opciones las que pueblan el horizonte. A las pocas autónomas existentes (36), además, se les sometió a una especie de lobotomía neoliberal que desdibujó muchos de los rasgos de su pasada vitalidad y sentido social. Entre otros, el ser públicas, de amplio acceso, gratuitas, democráticas, críticas y atentas a las necesidades de la población. Portadoras de visiones e ideales civilizatorios como los de Rosario Ibarra de Piedra y Miguel León Portilla. Polos regionales de investigación difusión y servicio frente a la expresión local de los problemas nacionales. Ahora, en contraste, aumento en colegiaturas, exámenes de selección para admitir a “los mejores”, comercialización de las funciones universitarias (venta de diplomados, cursos, convenios con empresas, asesorías, servicios); una conducción centralizada en manos de grupos hegemónicos, con una inequitativa y chocante distribución de los dineros que impiden la participación de todos en la conducción democrática de la institución, propician tabuladores fragmentados institucional y nacionalmente, académicos acumuladores de puntos y decenas de miles de profesores temporales y de asignatura en la precariedad. Un ambiente nada educativo.
El horizonte, sin embargo, se está abriendo y mal haríamos en reducir la crisis universitaria a sólo pesos y centavos. Antes que seguir indiferentes y dejarnos desaparecer, es indispensable avanzar en una dirección que recupere también el papel central e indispensable de la universidad autónoma en cada entidad y en el país. Para eso, aprovechar la coyuntura, la movilización de sindicatos, la inminente discusión acerca de la Ley
La crisis en educación superior no se reduce a pesos y centavos; urge recobrar el rol central de la universidad autónoma en el país
General de Educación Superior, la Convención Nacional Universitaria con la Cámara de Diputados y las declaraciones del propio Presidente. No ciertamente cuando llama “chantajistas” a quienes fueron al paro, sino cuando plantea aumentar la matrícula y terminar con los exámenes de selección (“Ingreso a prepa y universidad sin exámenes, plantea AMLO” Martínez y Jiménez, La Jornada 2/10/19). De paso, dejar atrás la evaluación asfixiante a profesores –los puntos– y sustituirla por un salario digno.
Si en esta coyuntura, sindicatos, académicos y estudiantes permanecen callados y sin proyecto de revitalización universitaria, la demanda de mayor presupuesto para salarios difícilmente se interpretará como parte de la búsqueda de una salida al actual estado de postración universitaria. Y en un contexto así, hasta las mencionadas intenciones gubernamentales están en peligro porque se enfrentarán a fuerzas interesadas en que nada cambie, ni siquiera la forma de ingresar a la universidad. De hecho esa propuesta presidencial (viene desde la campaña), no ha sido secundada por la SEP, ni aparece en sus documentos fundacionales, y por eso no tiene defensores en las burocracias universitarias. UNAM y Anuies la rechazaron de inmediato. Y tienen razón cuando insisten en que faltan lugares, pero es absurdo el planteamiento de entonces esperar años a aumentos decisivos en la matrícula y sólo en