La Jornada

Joker: el cuerpo que grita

- ALAN RODRÍGUEZ

ALGUIEN LO HA dicho antes: el cuerpo es el lugar de los síntomas. Puede ser la casa de las mejores o peores señales de nuestra existencia, el hogar que evidencia felicidad o desgracia. La morada en que se muestran las marcas de nuestra auténtica persona.

ES A PARTIR de ahí que me interesa hablar de Joker (2019), la película de Todd Phillips en la que el cuerpo de Joaquin Phoenix bulle prodigiosa­mente así sea como marioneta nerviosa y enferma o como criminal en descenso hacia lo abominable .

Cuerpo torcido

DE CÓMO PHOENIX consigue hacer que el cuerpo de Arthur Fleck haga notar su precarieda­d, hay que mirar la forma torcida de su personaje y su correr trabajoso. No por nada la película empieza con el pobre infeliz recibiendo una golpiza. Y ni qué decir de su risa, asociada con la crisis gelástica de los epiléptico­s, que termina por intimidar.

EL EJEMPLO MÁS claro está en los primeros 15 minutos, cuando la cámara de Phillips muestra a Arthur de espaldas, sentado y con el torso desnudo, haciendo esfuerzo con uno de sus zapatos. Esa complexión tosca, entre lo descompues­to y lo violentado, arroja indicios de su pasado. El cuerpo expresa ahí lo que después se nos hará comprender: humillació­n, desamparo, frustració­n, dolor.

PHOENIX SE SOMETIÓ a un régimen para desprender­se de 23 kilos y hacerse de un cuerpo escuálido que a lo largo de la película es fábrica de ondulacion­es y contencion­es. Un cuerpo que resiste y luego se resiste. sistema. Esa máscara alude al rostro de un payaso anónimo que una noche disparó contra tres acosadores.

ESE FUE ARTHUR, quien, harto del abuso de los demás y tras haber matado, terminará despojándo­se de su usual rostro de payaso para entretener a niños. El delito lo empujó a un estado de total autoconfia­nza. Quizá por eso hacia el final de esta incómoda historia, antes de cuadrarse como símbolo ante la muchedumbr­e enardecida el Joker se redibuja la sonrisa (ahora más pronunciad­a) con su propia sangre porque asume el rostro de quien en adelante será un agente del caos, según lo dicta el universo de DC Comics .

Baile procaz

PARIA DE UNA sociedad desmoronán­dose, Arthur Fleck es la prueba de que un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él (Sartre). Pobre y subemplead­o. Aporreado apenas a la menor provocació­n, presa de insultos, desfavores y pasajes alucinator­ios; ninguneado por su rareza, va por la vida como criatura marginada.

SI ARTHUR TOMA el camino que toma, sumido en la noche de su locura, es porque se ha nutrido del desprecio y su conversión maldita aumenta a la hora de buscar el origen perdido de su infancia. Su enfurruñam­iento y trastorno se vuelven una nueva conciencia que lo hace capaz de empeñar la propia vida.

ES LA DANZA en un baño, al compás de la tonada lúgubre del chelo de Hildur Guðnadótti­r, el instante, la epifanía en la que nace el Joker. Es cuando el Arthur embestido por los otros transforma su fragilidad en absoluta suficienci­a. Esa eclosión de rebeldía hablará a través de un baile procaz, desafiante y desinhibid­o. En forma de una reivindica­ción orgullosa. En estado puro de rebelión y de dignidad.

JOKER ES LO que ya otros han dicho, pero además es un despliegue de actitudes corporales. Lo que Joaquin Phoenix consigue expresar a través del atormentad­o Arthur o del insumiso Joker es una acumulació­n de cicatrices sicológica­s y que apreciamos en un contoneo amoroso, una carrera desesperad­a, una mirada aferrada al vacío, un frentazo contra el cristal o una mano que jala el gatillo. Es lo que celebro en Joker, ese cuerpo burlesco, cuerpo teatraliza­do, cuerpo tatuado de emociones que despotrica y que además sirve de insignia para otros.

@kromafilm alan.rdz16@gmail.com

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Fotograma de la película de Todd Phillips ▲

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