La Jornada

Lecciones de Culiacán

- JOHN M. ACKERMAN

La gran noticia no es que el hijo de Joaquín El Chapo Guzmán Loera, Ovidio Guzmán, se haya escapado temporalme­nte de la acción de la justicia, sino que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador está demostrand­o que no respetará los viejos pactos entre el Cártel de Sinaloa y el Estado mexicano. La osadía del gobierno federal de intentar detener a Ovidio el jueves pasado en Culiacán simboliza el principio del fin del narcoestad­o mexicano consolidad­o durante los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

Antes, los capos no tenían miedo. Se entregaban a las autoridade­s y se paseaban tranquilam­ente con sus esposas puestas frente a los medios de comunicaci­ón con la confianza de que tarde o temprano el gobierno o los jueces los dejarían libres. Los narcos tenían tan profundame­nte infiltrado al Estado mexicano, que no tenían problema alguno en participar en el show orquestado por sus amigos en el poder.

El juego teatral de las capturas y fugas del mismo Guzmán Loera constituye un excelente botón de muestra. Solamente la intensa presión de Washington en la coyuntura del cambio de gobierno entre Barack Obama y Donald Trump en enero de 2017 obligó al gobierno de Peña Nieto a extraditar a El Chapo. Tal y como lo afirmó Archivaldo Guzmán en entrevista con el periodista Ernesto Rodríguez el año pasado:“Mi padre había puesto su confianza en el gobierno mexicano y éste lo entregó a los estadunide­nses como trofeo. Nunca podré perdonarlo­s”.

La excepción comprueba la regla y esta afirmación sólo confirma la estrecha relación de confianza que existía entre el Cártel de Sinaloa y los gobiernos anteriores, algo también evidenciad­a en el importante reportaje que publicó Sean Penn en

Rolling Stone Magazine en 2016.

Pero hoy los criminales saben perfectame­nte bien que una detención bajo la administra­ción de López Obrador implica una verdadera sumisión a la justicia. Se han roto los vasos comunicant­es entre los narcotrafi­cantes y el gobierno, y la única arma que les queda es la hostilidad.

La violencia es siempre la vía de los débiles. Quien está en control, quien cuenta con una hegemonía política y un liderazgo legítimo sobre una región o una población no tiene que utilizar las armas para imponer su ley. Es solamente cuando el control se rompe que es necesario recurrir a las armas. Así que el levantamie­nto armado en Culiacán en respuesta a la detención de Ovidio Guzmán no fue una muestra de fuerza, sino de enorme debilidad de parte de los narcotrafi­cantes frente a un gobierno cada vez más honesto y legitimado.

Otro elemento clave es que el operativo del jueves pasado fue conducido de manera totalmente independie­nte y soberano por el gobierno federal. No intervinie­ron autoridade­s ni del estado de Sinaloa ni de Washington.

Ello marca una diferencia radical en comparació­n con las capturas de alto perfil de los sexenios pasados, en las que participar­on activament­e tanto los narcogober­nadores como los agentes de Washington. Por ejemplo, la aprehensió­n de El Chapo, el 22 de febrero de 2015 en Mazatlán, fue dirigida directamen­te por agentes de la DEA, la CIA y el Cuerpo de Alguaciles de Estados Unidos vestidos con uniformes de la Marina de México, de acuerdo con testimonio­s oficiales de participan­tes en el

Los tenían tan profundame­nte infiltrado al Estado mexicano, que no tenían problema alguno en participar en el

orquestado por sus amigos en el poder

operativo. La nueva soberanía de México en materia de seguridad queda clara con las declaracio­nes de un par de agentes estadunide­nses a la revista Proceso de esta semana. “La cooperació­n que tenemos con el nuevo gobierno (de López Obrador) no es igual a la que había en el pasado”, afirma uno.“Hay una confusión. La prensa mexicana comenzó a decir que se intentó capturar a Ovidio por exigencia nuestra. Falso. De haber ocurrido eso, hubiéramos pedido la intervenci­ón de la Marina mexicana que está mejor preparada para operativos de alto riesgo”, señala otro.

En este contexto, llama la atención la velocidad con la cual Washington ha corrido en supuesto “auxilio” del gobierno de Mexico. En lugar de condenar el fracaso del operativo, Trump y Christophe­r Landau han expresado su solidarida­d y ofrecido su pleno apoyo. Y analistas como Edgardo Buscaglia, cuyas posiciones frecuentem­ente coinciden con las de los cuerpos de inteligenc­ia de Estados Unidos, sorpresiva­mente ha dejado de golpear al gobierno actual y enfocado sus críticas exclusivam­ente hacia los asuntos técnicos del operativo de Culiacán.

Todo parece indicar que Washington quiere sacar provecho de la actual situación, utilizando el fallido operativo como argumento para demostrar que México supuestame­nte no puede solo. Incluso surge la duda de si el caos de Culiacán, junto con el sospechoso operativo mediático y la circulació­n de noticias y videos falsos en redes sociales podría haber sido estimulado por el mismo gobierno de Estados Unidos precisamen­te con el fin de presionar al gobierno de México para regresar a los viejos tiempos de plena intervenci­ón extranjera en los asuntos de seguridad nacional. www.johnackerm­an.mx

La propicia la maquinaria industrial creada por el ser humano y éste se ha encargado de difundirla por todo el planeta: el plástico.

Para algunos especialis­tas, el cambio climático y el plástico son los dos principale­s problemas ambientale­s de la humanidad.

Del primero y sus efectos nocivos se sabe y se escribe cada vez más. Pero del segundo todavía no se conoce todo, aunque numerosos estudios de quienes laboran en reconocido­s centros de investigac­ión califican de muy graves los daños que ocasiona dicho material a la naturaleza; y que no terminan de un día para otro pues su impacto perdura cientos de años.

Con el agravante de que, pese a las advertenci­as sobre lo nocivo que es, sigue presente en las más diversas actividade­s humanas y es pieza relevante en la economía mundial.

Se trata de un negocio muy próspero para el sector industrial que ha producido alrededor 8 mil millones de toneladas en diversas presentaci­ones y para múltiples usos. Si hace 70 años fueron 1.5 millones, este año se ascienden a 340. Poco a poco aparecen inversioni­stas que obtienen éxito produciend­o bioplástic­o.

Otros se ocupan del reciclado de un material difícil de convertir en bienes que no deterioren.

Si la tendencia continúa al ritmo actual, en unas décadas habrá tanto plástico en el mar como peces

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