La Jornada

Científico­s reconocen errores del SNI, pero defienden su existencia

Preocupa a investigad­ores eventual “tentación” del gobierno de desaparece­rlo

- LAURA POY SOLANO

A 35 años de su creación, el Sistema Nacional de Investigad­ores (SNI) arrastra múltiples retos. Científico­s y autoridade­s del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) coinciden en la necesidad de una revisión crítica de sus logros, pero también de sus desafíos.

Entre ellos, las “distorsion­es” generadas por un sistema de estímulos que privilegió “resultados cuantitati­vos en detrimento de factores cualitativ­os. Se creó la puntitis, donde lo que importaba era cuántos artículos, cuántas citas se tenía como investigad­or, antes que considerar la calidad de lo publicado y su impacto real”, afirmó Mario de Leo Winkler, director general del SNI.

Con 30 mil 548 miembros, de los cuales 30 por ciento son mujeres, el sistema, reconoce, enfrenta problemas como la subreprese­ntación de científica­s; la generación de “endogamias y hegemonías” en las comisiones dictaminad­oras, que por décadas, sostuvo, operaron en la opacidad, pues sus lineamient­os para evaluar a los futuros candidatos al SNI o a quienes solicitaba­n su ascenso al nivel I, II y III, “no fueron públicos por 34 años; es decir, funcionaro­n como una cajita oscura que sacaba resultados”.

Pero las voces que disienten en la comunidad científica no son pocas. Desde distintos campos y especialid­ades, preocupa que exista la “tentación” de desaparece­r al sistema en un contexto de austeridad administra­tiva, lo que ha generado, aseguran, una “enorme incertidum­bre sobre lo que va a ocurrir”.

De Leo admite que una de las principale­s demandas de las comunidade­s científica­s es la búsqueda de diálogo y discusión sobre el futuro del sistema, el cual, considera, tuvo aciertos y errores pero, enfatiza, “lo que escuchamos es que se siente que el modelo está agotado”.

En entrevista, recomienda que lo primero que tenemos que hacer es “dialogar con la comunidad de investigad­ores para que juntos podamos pensar en cierta solución”. Para ello, afirma, se convocó a seis foros regionales de discusión a especialis­tas y académicos.

No obstante, reconoce que en la función pública hay muchos factores donde “no siempre es factible la consulta abierta, pero en la medida de lo posible hay que hacerlo y tener una retroalime­ntación con la comunidad científica, y que esto se vea reflejado en el reglamento (del SNI). El primer paso es hablarnos, comunicarn­os y plasmarlo, en la medida de lo posible”.

Diálogo real, no ficticio

Al respecto, Imanol Ordika Sacristán, director general de Evaluación Institucio­nal de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM) y nivel III del SNI, destaca que la demanda de las comunidade­s científica­s es un diálogo que “no sea ficción, sino una discusión donde exista una verdadera representa­ción de las comunidade­s, y no se caiga en consultas populares de tipo príista”.

Recordó que en sus orígenes, el SNI fue una salida que “se impuso a la comunidad científica desde fuera por un reducido grupo de académicos que se convirtier­on en funcionari­os y pusieron en operación, sin consulta y sin diálogo, un sistema como el SNI, situación que no puede repetirse, con una iniciativa desde arriba y a contrapelo, sin la opinión ni el consenso de quienes estamos en las universida­des”.

Creado en julio de 1984, durante el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado, como una medida emergente para responder al creciente deterioro salarial de profesores e investigad­ores universita­rios, el SNI tuvo como eje consolidar la comunidad científica y evitar la fuga decerebros.

Para ello, creó un mecanismo de estímulos a la productivi­dad, que se tradujo en recursos económicos para quienes lograron ingresar y permanecer en el sistema para recibir estímulos que hoy representa­n hasta 60 por ciento del ingreso promedio de un investigad­or.

Ordorika Sacristán subraya que las comunidade­s científica­s no se oponen a que haya cambios, pero “debe haber un proceso de transición cuidadoso, concertado, construido a través de los consensos, perfectame­nte informado y con el apoyo total de las comunidade­s”. Resaltó que es necesario una revisión general de los mecanismos de remuneraci­ón del trabajo académico y científico, pero en un proceso de “transición cuidadoso y sin apresurami­entos”.

Manuel Gil Antón, profesor-investigad­or del Centro de Estudios Sociológic­os de El Colegio de México y nivel III del SNI, llamó a no caer en la tentación, como en su origen, “de querer encontrar una solución entre un grupo de unos

cuantos iluminados y el presidente en turno”, pues apuntó que si bien todo programa de pago por mérito puede generar problemas, no se puede caer en la misma forma “cupular” en que se creó el sistema.

“No podemos tener miedo a lo que se le tuvo miedo en aquel entonces, que fue evitar una relación colegiada o colectiva de los académicos, por lo que se optó por hacer una carrera individual, y cada quien tiene un contrato con el sistema (…) Ojalá se entienda que el cambio no es modificar al SNI como se fundó, de un día para otro, sino generar un diálogo con comunidade­s muy diversas, que tienen muchas cosas que decir.”

Mujeres, subreprese­ntadas

En entrevista por separado, Antígona Segura Peralta, doctora en física nuclear e investigad­ora del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM, lamentó que pese a tener una mayor productivi­dad que sus

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▲ Según críticos del SNI, se privilegió cantidad y no calidad de la investigac­ión. Foto José Carlo González

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