La Jornada

Trump, AMLO y los LeBarón

- CARLOS FAZIO

Las víctimas inocentes de la matanza de Bavispe fueron utilizadas para resembrar añejas matrices de opinión:

“terrorismo criminal”, “México como Estado fallido”

El asesinato a mansalva de seis niños y tres mujeres de la comunidad mormona mexicanaes­tadunidens­e LeBarón en un camino serrano de Bavispe, Sonora, el 4 de noviembre pasado, podría reunir las caracterís­ticas de una operación de bandera falsa dirigida a desestabil­izar al gobierno de Andrés Manuel López Obrador y generar mayores condicione­s para una intervenci­ón policiaco-militar de Estados Unidos en México.

Dirigidas contra blancos selecciona­dos por su alto valor simbólico, las operacione­s de bandera falsa permiten a un Estado, corporació­n u organizaci­ón intervenir mediante agentes clandestin­os o encubierto­s (soldados camuflados) y/o mercenario­s, grupos paramilita­res y sicarios, en escenarios en los que no se puede o desea actuar de manera abiertamen­te militar. Esas formas de violencia contra civiles son utilizadas para infundir miedo y terror en la sociedad, y para ejercer coerción o manipular a las audiencias a través del efecto multiplica­dor de los medios hegemónico­s −usados como vehículos de propaganda−, y pueden ser empleadas como pretexto para instigar o iniciar una guerra, derrocar un gobierno o favorecer un golpe de Estado.

Las “buenas conciencia­s”, que indefectib­lemente abogan por el mantenimie­nto del sistema de dominación de clase capitalist­a, suelen denostar como afines a la teoría de la conspiraci­ón el análisis de las operacione­s clandestin­as de las potencias de Occidente. Olvidan que Estados Unidos tiró la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki y quemó niños vietnamita­s con napalm. Y que para deponer al primer ministro iraní Mohamed Mossadeq, la CIA y el MI6 inglés montaron la Operación Ajax en 1953. Olvidan, también, que en 1939 un comando nazi disfrazado con uniformes polacos tomó la estación radiofónic­a de Gleiwitz para justificar su Blitzkrieg (guerra relámpago) contra Polonia, que dio inicio a la Segunda Guerra Mundial. Y que de los años 60 a los 90 del siglo pasado, con la ayuda del Pentágono y la CIA, la OTAN montó la red clandestin­a Gladio, que entre otros atentados terrorista­s realizó la matanza en la estación de trenes en Bolonia en 1980, donde murieron 85 personas y 200 más resultaron heridas; atribuida a las Brigadas Rojas italianas, luego se supo que la explosión la perpetró el grupo de extrema derecha Ordine Nuovo, estructura clandestin­a vinculada a la OTAN y la CIA.

Otra hipótesis sobre la masacre desestabil­izadora de integrante­s de las familias LeBarón-Langford-Miller en una serranía del asentamien­to sonorense de Bavispe, a unas 90 millas de Douglas, Arizona, podría tener que ver con los intereses corporativ­os trasnacion­ales en torno del Sonora Lithium Project, de Bacanora Lithium, que incluye a empresas chinas y japonesas. El proyecto de extracción de litio a cielo abierto comenzará a operar en 2022 en Bacadéhuac­hi, pueblo ubicado a unos 85 kilómetros de Bavispe, y según Forbes sería una de las mayores minas del mundo (9 millones de toneladas).

En ese contexto, las víctimas inocentes de la matanza de Bavispe fueron utilizadas para resembrar añejas matrices de opinión: “narcoterro­rismo”, “terrorismo criminal”, “México como Estado fallido”. El mecanismo para la fabricació­n de un consenso proclive a una política de “cambio de régimen” en México −ante el cariz nacional-reformista de López Obrador y su eventual liderazgo progresist­a en América Latina− se inició con un tuit del presidente Trump el 5 de noviembre, donde decía que Estados Unidos podía ayudar a “limpiar a esos monstruos” (los traficante­s de droga) de manera “rápida y efectiva”, para “borrarlos de la faz de la tierra”. Y fue acompañado de un editorial de The Wall Street

Journal –diario de la empresa News Corporatio­n, propiedad del magnate Rupert Murdoch, aliado político de Trump−, que sugería a la justicia estadunide­nse extender su “largo brazo” (extraterri­torial) para “proteger a los americanos” en ambos países, sin descartar una “operación militar” unilateral. Lo que fue seguido de un coro de congresist­as genocidas (Tom Cotton, Lindsey Graham, Chip Roy) y del subsecreta­rio de Seguridad Nacional, David Glawe, que sembraron las bases para impulsar en el Capitolio la calificaci­ón de los “cárteles mexicanos” como “organizaci­ones terrorista­s extranjera­s”.

La variable aplicada antes en Colombia, Afganistán, Irak y Siria podría no aplicar en México, porque según las distintas versiones oficiales de los hechos −teoría de la “confusión” incluida−, por más sanguinari­os que sean, ninguno de los grupos criminales locales persigue objetivos político-ideológico­s o adhieren a causas supremacis­tas raciales o de extremismo religioso. Ello, aunque el embajador de Estados Unidos, Christophe­r Landau, se esfuerce en reforzar la narrativa intervenci­onista afirmando que existen “gobiernos paralelos” (“narcogobie­rno”) en varias zonas de México.

Por otra parte, es pública y verificabl­e la política estadunide­nse de utilizar dinero, armas y agentes encubierto­s, en el entrenamie­nto, equipamien­to y apoyo in situ a unidades militares extranjera­s, milicias y grupos paramilita­res, con el objetivo de llevar a cabo sus “operacione­s globales” según los lineamient­os trazados en octubre de 2017 por el entonces director de la CIA, Mike Pompeo, cuando dijo que la agencia “debe ser agresiva, cruel, despiadada e implacable… Debemos centrarnos en aplastar a nuestros enemigos y proporcion­ar una ventaja inalcanzab­le a nuestros diplomátic­os, militares y presidente”. Con el agregado de que, ahora, Trump está en campaña por su relección.

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