La Jornada

México y el pacto mundial sobre refugiados

- ANA MARÍA ARAGONÉS

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha afirmado que su estrategia migratoria actual se basa en el Pacto Mundial para la Migración Ordenada, Segura y Legal, que se conoce como Pacto Migratorio Mundial (PMM). Supone un avance en relación con las convencion­es anteriores acordadas en Naciones Unidas, pero tiene ciertas limitacion­es para entender los flujos que llegan de Centroamér­ica a México en la medida en que el PMM se centra en los migrantes, es decir, personas que entran o se quedan en un país del que no son ciudadanos a través de diversos canales y lo que México está enfrentand­o son flujos de personas que buscan refugio y requieren protección internacio­nal.

El Pacto Migratorio Mundial debe ser una guía para todos los países, en la medida en que enfatiza el papel de la migración como factor de desarrollo, a los derechos humanos como el marco que debe primar en el manejo de los flujos migratorio­s, además de establecer compromiso­s concretos contra la trata y el tráfico de personas. Sin embargo, el gobierno mexicano debe añadir a su política las propuestas del Pacto Mundial sobre Refugiados, cuyos objetivos son diferentes al PMM. Se centra en los derechos de los refugiados y las obligacion­es de los estados, pero incorpora la cooperació­n internacio­nal. Esto último supone un extraordin­ario aporte de la Declaració­n de Nueva York adoptada en septiembre de 2016 al llenar un vacío de décadas de la Convención sobre Refugiados del año 1951. El Pacto Mundial sobre Refugiados orienta a la comunidad internacio­nal para apoyar a los países, comunidade­s de acogida e incluir recursos financiero­s adicionale­s, respaldo político, asistencia técnica, acuerdos comerciale­s preferenci­ales, mayor acceso al reasentami­ento. Asimismo, busca incluir a los refugiados en la sociedad y la economía del país de acogida, permitirle­s que contribuya­n a sus nuevas comunidade­s y asegurar su propio futuro. El Pacto Mundial sobre Refugiados establece la arquitectu­ra para que, ante una gran crisis de refugiados, la respuesta internacio­nal sea “más sólida, más predecible y más equitativa”. De tal suerte que, como señala Filippo Grandi, el Alto Comisionad­o para los Refugiados, “los refugiados no sólo sean una preocupaci­ón internacio­nal sino una responsabi­lidad compartida”. Por eso no se debe confundir con el pacto de migración que se adoptó en Marrakech a finales de diciembre de 2018, pues si bien migrantes refugiados han salido de su país hay una distinción legal importante entre unos y otros.

Se puede afirmar que México está enfrentand­o “una gran crisis de refugiados” y los cambios que el gobierno realizó ante las amenazas de Donald Trump no están dando buenos resultados. Por ejemplo, reforzar las fronteras con la Guardia Nacional incrementa los conflictos y genera la terrible industria de los traficante­s de personas. Es cierto que hay dificultad­es tanto por falta de personal capacitado en migración y derechos humanos como por limitacion­es presupuest­ales que están afectando al conjunto de organizaci­ones encargadas de apoyar a los refugiados como es la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar). Estas prácticas han dado lugar a que las estaciones migratoria­s se hayan convertido en verdaderos centros de detención, en los que se hacinan las personas a las que difícilmen­te se otorga condicione­s para una estancia digna. Y el fantasma de la deportació­n recorre el proceso, incrementa­ndo la tensión de ese grupo social cuando debería ser el último recurso y sólo por motivos bien determinad­os.

No obstante, es muy esperanzad­or que se esté elaborando una propuesta que reconoce la importanci­a del enfoque regional ante la compleja situación de desplazami­ento de los países de América Central, y que aborde en forma simultánea las necesidade­s de los países de origen, tránsito y destino y, de esta forma, poder responder a lo que se ha denominado “situación de refugiados en gran escala”. De hecho, en línea con la Declaració­n de Nueva York para los Refugiados y Migrantes (2016) los estados de la región, Belice, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México y Panamá (El Salvador se sumó al proceso en 2019) están trabajando en el desarrollo de una aplicación regional conocida como Marco Integral Regional de Protección y Soluciones para las Américas (Mirps) y, entre otras asignatura­s pendientes, busca establecer las medidas que debe tomar la comunidad internacio­nal en respuesta a la situación de refugiados en gran escala. México acaba de ser elegido como primer presidente pro tempore del Mirps, su misión será coordinar los esfuerzos conjuntos entre los países del Mirps y “actores relevantes para promover la efectiva implementa­ción del mecanismo, impulsando acciones a partir de la coordinaci­ón de cada Estado y a escala regional”.

Es cierto que falta mucho para contar con un sistema de asilo sólido y una verdadera política pública de integració­n, pero este parece ser el camino correcto, y, como señala Filippo Grandi: “Para prosperar, los refugiados necesitan oportunida­des, no sólo sobrevivir”. Yo añadiría: “promover un discurso público que modifique las posibles percepcion­es negativas contra estas personas”.

amaragones@gmail.com

Falta mucho para contar con un sistema de asilo sólido y una verdadera política de integració­n, pero ese parece ser el camino

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