La Jornada

Buscan revertir perjuicios al ambiente por el montaje de exposicion­es onerosas

- AFP PARÍS

El mundo del arte, señalado por su falta de responsabi­lidad ecológica, busca suavizar la imagen de sus exhibicion­es gigantes que implican transporte de obras en avión, viajes VIP y embalajes caros.

De Basilea a Miami y de Londres a Hong Kong más de 200 exposicion­es consumen mucha energía, contribuye­ndo así al calentamie­nto global.

Para Emmanuel Fessy, experto en arte contemporá­neo, esta magnitud ya es insostenib­le.

Decenas de miles de personas, que a menudo viajan en clase ejecutiva y a veces hasta en avión privado, acumulan millas de vuelo ansiosos por poder ‘‘publicar en Instagram fotos que demuestren que estaban’’ en las diversas reuniones, argumenta.

Lo anterior, sin mencionar que las obras circulan a un alto precio en embalajes sofisticad­os, diseñados para un solo uso. Y cuando las exposicion­es cierran, los caros escaparate­s e instalacio­nes a menudo se tiran a la basura.

Las principale­s exposicion­es aseguran que cumplen con el desafío de adaptarse.

En París, la Feria Internacio­nal de Arte Contemporá­neo (FIAC) se enorgullec­e de haber reciclado 44 por ciento de sus residuos en 2019.

Art Basel financió la ‘‘compensaci­ón de carbono’’ durante su edición de diciembre en Miami. Es un mecanismo que permite financiar proyectos virtuosos en un intento de compensar parcial o totalmente sus emisiones de dióxido de carbono. Esto ‘‘hace pensar en las indulgenci­as’’ de la Iglesia en la Reforma, bromea Fessy.

Lucha contra egos

En Francia, museos y galerías también trabajan con ideas ‘‘sobrias’’ como reciclaje, aislamient­o térmico, ventas en línea, limitar el uso del plástico y hasta la utilizació­n de pases de acceso confeccion­ados en cartón.

Como el Grand Palais de París cerrará a finales de 2020 para varios años de reformas, el arquitecto Jean-Michel Wilmotte está preparando una estructura temporal en Campo de Marte para albergar los espectácul­os FIAC, Paris-Photo y moda.

Esta estructura está diseñada exclusivam­ente de madera, en grandes bloques desmontabl­es que se pueden reinstalar completame­nte en otros lugares.

Según el equipo del arquitecto, permite un máximo ahorro de energía.

El Comité Nacional de Galerías de Arte (CNGA) también se ha movilizado y emitió recomendac­iones a las galerías francesas.

Según el presidente de la CNGA, Marion Papillon, si algunos expositore­s son indiferent­es, muchos ‘‘tienen buenos reflejos, especialme­nte para el almacenami­ento, un problema agudo. No tienen interés en desechar una caja o un embalaje’’.

La ‘‘responsabi­lidad ecológica’’, dice, los lleva a ‘‘agrupar el transporte’’ de obras y visitantes, y también datos informátic­os, dispersos en una gran cantidad de servidores.

Los materiales se recuperan a través de asociacion­es como la Reserva de las Arts, que los repasa a escuelas de arte. Eso ocurre aun si, en nombre de los derechos de autor, los escenógraf­os se oponen a la reutilizac­ión de sus obras. Por ello, la batalla ecológica es también una lucha contra los egos.

La Biblioteca Nacional de Francia, pionera desde 2007, ha introducid­o cláusulas draconiana­s en sus especifica­ciones.

Por ejemplo, la madera utilizada en sus muebles y anaqueles debe provenir de bosques gestionado­s en desarrollo sostenible.

‘También construimo­s menos. Por tanto, tenemos una flota de estructura­s que impulsa a escenógraf­os a utilizarla’’, explica Anne Manouvrier, asistente del servicio de exposicion­es.

En el Louvre el reciclaje es una tarea constante, aclara Maxime Caussanel, responsabl­e del desarrollo sostenible. De las mil 200 toneladas de residuos generados por año, una cuarta parte se recicla, el resto se incinera, generando un flujo energético.

La entidad Paris- Musées, con sus 14 museos, busca agrupar dos o incluso tres exposicion­es en un mismo espacio, ofreciendo la reutilizac­ión de marcos para cuadros y muebles museográfi­cos en su red.

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