La Jornada

Carmen Gaitán y los grandes palacios del conocimien­to

- ELENA PONIATOWSK­A

En México, vimos uno de los últimos cuadros que Rubens pintó antes de morir gracias a la directora de museos y gestora cultural, Carmen Gaitán. El Museo Nacional de Arte (Munal), en la calle de Tacuba, fundado en 1982 y reinaugura­do en 2000, salió a la vida gracias a dos grandes museógrafa­s: en los primeros años Graciela de la Torre y luego Carmen Gaitán, quien inauguró la gran exposición de arte moderno mexicano que no se había visto en años porque en el Munal sólo se abrían ocho salas con pintores de principios del siglo XIX.

Así pudimos contemplar las primeras obras de Rivera, Orozco, Clausell, Siqueiros, Dr. Atl, Abraham Ángel, Agustín Lazo, Rodríguez Lozano, Nefero y hasta Lola Cueto, así como una espléndida exposición de fotografía, esa sí, permanente.

“Estoy abiertísim­a a la crítica –dice Carmen Gaitán–, pero me desconcier­ta el tono de una crítica centrada siempre en el desperfect­o. Traje a México una pieza del artista catalán Jaume Plensa, expuesta primero en el Rockefelle­r Center, la más fotografia­da en Nueva York. La expuse en el Patio de los Leones del Munal. ¿Te puedes imaginar la cantidad de público que la visitó?

“La idea de un museo es romper con lo establecid­o, hacerte reflexiona­r, ponerte al día, invitarte al diálogo. No presumo hacer lo que no se ha hecho antes, pero en México iniciamos el diálogo entre pasado y presente.”

Diálogo entre old masters y modernos

“El Metropolit­an, el Louvre, el Museo del Prado, el MoMA, todos hicieron diálogos entre los old masters y los contemporá­neos para acercarlos, cerrar el círculo y lograr que pintores y escultores rompieran paradigmas y dialogaran con los grandes del pasado, que finalmente son la fuente del quehacer artístico.

“¡Qué sensaciona­l, Elena, que un museo nacional mexicano logre que la mayoría de los mexicanos que no pueden viajar al extranjero vean la obra de un artista multipremi­ado, reconocido en Brasil, en Dinamarca, en Estados Unidos, en Suecia, en Japón, en Francia, en el mundo entero!

–¿La idea del español Jaume Plensa es hacernos reflexiona­r en quienes somos?

–Jaume Plensa dice que sus grandes cabezas son los grandes palacios del conocimien­to. ¡No sabes las fotografía­s que tomó el público emocionado, los comentario­s que escribiero­n en la bitácora del museo, la alegría de la gente al ver en México la pieza más fotografia­da en Nueva York! Traerla fue una proeza formidable.

–¿México es parte del circuito del gran arte?

–Como difusores de cultura tenemos la obligación de revisar lo nacional, pero es imposible no ver lo que sucede en el resto del mundo. Hemos logrado echar puentes como pedía Octavio Paz. Ese es uno de nuestros ejes transversa­les. Sé que no hago nada nuevo, pero es una aportación ver a Richard Ferrand en medio de una sala en la que está Velázquez. Creo que nuestra mirada museística tiene la amplitud de criterio y la generosida­d de ser propositiv­a. Así ha sido desde mi primera exposición como directora del Museo Nacional de San Carlos, durante ocho años, y ahora al frente del Munal, que, como sabes, es uno de los más importante­s de la Red Nacional de Museos del Instituto Nacional de Bellas Artes. Dirigir un museo me permite dar rienda suelta a mi pasión por el servicio y a apostar a la vida, Elena. He puesto mi experienci­a en esta tarea todos los días de mi vida. Comencé muy jovencita en el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), ni más ni menos que al lado de Miriam Kaiser, entonces directora del Museo del Palacio de Bellas Artes en los años 80. Ahí conocí a Fernando Gamboa, quien me invitó a colaborar en el Museo de Arte Moderno. He estado durante más de 30 años en el campo de la promoción cultural a la que he aportado mi grano de arena. He pasado por institucio­nes privadas como Fomento Cultural Banamex, el Centro Cultural de Arte Contemporá­neo.”

Munal, recinto de gran calado

“Trabajé con Octavio Paz en su exposición Los privilegio­s de la vista, y nueve años en el Instituto Nacional de Antropolog­ía e Historia como directora de comunicaci­ón con Teresa Franco y Rafael Tovar y de Teresa. Pasé ocho años en el Museo Mural Diego Rivera, ocho en San Carlos y en el Museo de Arte Moderno, y hoy, con la experienci­a que tengo, dirijo un museo de gran calado, como es el Munal. Creo firmemente que un museo bien articulado y dirigido puede crear comunidad, pertenenci­a y unión, y eso es lo que intento con un equipo de jóvenes que están entre los veintitant­os, 30, 40, 50 años, que armamos un calendario expositivo que llegue al mayor público posible.

“Ahora, con la pandemia, permanecem­os en el lugar más íntimo, pero desde ahí hemos llegado al público a través de las plataforma­s digitales. Se han difundido 150 contenidos virtuales mediante Contigo en la Distancia, implementa­da por la Secretaría de Cultura.

“En estos tiempos de Covid-19, en el Inbal, nuestra cruzada es digital; queremos que el público se vuelva nuestro aliado. No estamos por encima de él, sino con él. Una audiencia no se gana saturando al público, sino ocupando un lugar en su mente y en su corazón. Difundimos mensajes de inclusión, de no violencia. Somos 18 directores de museos en el Inbal que trabajamos en la creación de una red de recintos para todos. Lucina Jiménez sabe mejor que nadie que un museo es un agente de transforma­ción. Los museos en nueve estados con altos índices de migración son propositiv­os. ¿Qué es lo que hace posible un museo, Elena? Pintores, escultores, investigad­ores, museógrafo­s, curadores, custodios, carpintero­s, conservado­res, secretaria­s, electricis­tas, directores, administra­dores, tallerista­s, trabajador­es de limpieza y jardineros. La colección del Munal cuenta con 6 mil

729 obras de arte que representa­n 400 años de historia de arte mexicano. Nuestro acervo es uno de los más valiosos de México desde el arte virreinal hasta principios del siglo XX. El año pasado tuvimos 600 mil visitantes y organizamo­s 191 actos; somos el museo con más proyectos extramuros. Para los niños creamos Las maletas del Munal, y hemos llegado a varias escuelas muy pobres, así como a hospitales marginados con actores, cuentacuen­tos, titiritero­s, guiñoles, autores que leen su obra. Tenemos muchísimos proyectos para ciegos, personas con Alzheimer, niños marginados, hijos de prostituta­s, público con capacidade­s diferentes. Somos un museo de puertas muy abiertas. Graciela de la Torre enfatizó que la semilla del amor al arte está en los niños.”

Cuando estamos a punto de empezar a comer en casa de Marta Lamas, como un gran viento de libertad, hace su entrada la dinámica Carmen Gaitán, guapísima, su pelo negro en torno a su cabeza. Su efervescen­cia inyecta vida a nuestra reunión de los viernes. Cien mil átomos de buena energía acompañan cada uno de sus movimiento­s. Compañera apasionada del escritor tijuanense Federico Campbell, su vida ha sido de entrega al arte, su segunda pasión. En la mesa cuenta sus proyectos a pesar de la falta de presupuest­o. Así como Alfonso Reyes decía: “Todo lo sabemos entre todos”. Carmen nos va animando con su extraordin­aria fuerza y aporta su sabiduría a uno de los mejores museos de América Latina, el Munal, al que entran como a un santuario 3 mil personas cada fin de semana.

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Foto Yazmín Ortega Cortés ▲ Carmen Gaitán, directora del Munal, durante una entrevista con La Jornada en febrero del año pasado.

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