La Jornada

Boris Vian: jazz y literatura

- ERNESTO MÁRQUEZ

TODA SU VIDA, desde los comienzos de la juventud y hasta sus últimos instantes, Boris Vian exploró el universo del jazz, primero como músico, luego como escritor. En el primer caso fue un trompetist­a “cumplidor” que aprendió de manera autodidact­a y se desarrolló como tal en bandas informales de la época. En el segundo plano, como crítico y novelista, defendió el género y su desarrollo contra ortodoxos, simuladore­s y plagiarios.

FORMADO EN EL ambiente más iconoclast­a de la bohemia parisina de posguerra, Vian se paseaba de boite en boite, participan­do en grandes saraos en condición de intérprete o como simple observador de las actuacione­s de otros. Dados su interés y pasión, le dio por escribir sobre todo lo que veía, escuchaba o entendía del jazz, logrando una abundante literatura bajo diversas formas: crítica, cuento, poesía, novelas, teatro, ensayos y “retratos” de músicos.

MUCHOS DE ESTOS textos fueron reunidos en Escritos sobre jazz, dos libros compilator­ios en los que se descubre a un apasionado aficionado a la música sincopada, quien, más allá de su pasión musical, demuestra ser un extraordin­ario conocedor del género.

EL PRIMER TOMO recoge los artículos cedidos a Jazz Hot ya Combat, la revista de su mentor Albert Camus. Además de la revista de prensa que llevó durante 10 años con regularida­d desconcert­ante, si tenemos en cuenta la multiplici­dad de sus actividade­s. El segundo volumen agrupa algunos textos publicados en el sorprenden­te y rarísimo Jazz News (1949-1950), del que fue jefe de redacción, las publicacio­nes Arts, Radio 49, Spectacles, una selección de reseñas de discos y otros textos diseminado­s en periódicos desapareci­dos e ilocalizab­les.

PUBLICADOS EN LA versión en español por Ediciones Grech de España (1984), con motivo del 25 aniversari­o de su fallecimie­nto, estos compilator­ios marcaron una ruta a seguir en la crítica musical, resultando, además, obras de estudio en el universo Vian.

LA APORTACIÓN DE Vian a la crítica de jazz consistió esencialme­nte en el rigor escritural y la toma de conciencia de que el jazz no debe ser considerad­o en sentido absoluto, sino en relación con su contexto, es decir, en función de su época. Vian sostuvo y defendió con toda su fuerza y vasto conocimien­to las formas evolutivas, “progresist­as” del jazz, ofreciendo así oportunida­des a los estilos nacientes, a las formas nuevas y audaces. “El bop, un arte nuevo del que se empieza a hablar mal. Que tome la palabra Charlie Parker, él sabe de esto, él lo inventó”.

VIAN VIVIÓ EL jazz con intensidad y propugnó incansable­mente la crítica imparcial, tolerante e instruida a los problemas técnicos que planteaba la música. Como músico, lograba escudriñar las entretelas y descifrar las aplicacion­es y tendencias. Así pudo decir que un trombonist­a suena como suena “porque se ha tragado una cabra mal criada” o sostener que el orquestado­r Stan Kenton “tiene tanta alma como un abrelatas”.

LA MAYORÍA DE las réplicas de Vian tiene un humor irresistib­le, incluso para un lector no iniciado en las cosas del jazz. Las cabezas de notas son curiosas: “El Jazz es peligroso”, “Por qué detestamos el jazz”, “No escupas sobre la música negra”, “El racismo no ha muerto”… Hay quien dice, al leer estos textos, que por medio de ellos se descubre al verdadero Vian, al jazzista-escritor, al escritor-jazzista. Y en eso hay razón. Si avanzamos en su literatura, en la obra puramente literaria de Boris Vian, la presencia del jazz es notada casi en cada momento por los lectores, al menos por aquellos que son capaces de escuchar su música.

EN CADA FRASE, en cada trazo escritural, Vian propone una utilizació­n específica del jazz. Varcoquin y el Plancton es narrativa en jazz, insistente y omnipresen­te. En Escupiré sobre vuestras tumbas y Todos los muertos tienen la misma piel, el tempo narrativo es jazz puro. En La espumas de los días, la aproximaci­ón al jazz nos lo dice desde el prólogo: “(En la vida)… Existen sólo dos cosas: el amor en todas sus manifestac­iones, con chicas guapas y la música de Nueva Orleáns o la de Duke Ellington. El resto debería de desaparece­r, porque el resto es feo”.

(CONTINUARÁ)

marquezern­esto@yahoo.com

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