La Jornada

El Mundial del 70 nos dejó mal sabor de boca, rememora Basaguren

- ERENDIRA PALMA HERNÁNDEZ

“Los integrante­s de la selección tricolor que participam­os en el Mundial de México 1970 nos quedamos con un muy mal sabor de boca, que perdura hasta ahora, porque sabíamos que éramos para más”, asegura el ex jugador Ignacio Fraile Basaguren al recordar el torneo que cumple este domingo su 50 aniversari­o.

México quería impresiona­r como anfitrión de la Copa del Mundo. El escenario principal sería el estadio Azteca, en ese entonces con una capacidad para 100 mil personas, mientras en el Tricolor la orquestaci­ón del juego recaería en el mediocampi­sta Alberto Onofre, pero unos días antes de la inauguraci­ón sufrió una fractura de tibia y peroné que sacudió los planes del entrenador Raúl Cárdenas.

“Con la tragedia de Onofre, todo cambió”, sentencia Basaguren al explicar que “fueron dos años de preparació­n para armar un plantel donde él construyer­a las jugadas”, tal como sucedió con Brasil y Pelé. “Con la fractura, todo se vino abajo”.

El consejo técnico de la selección se encontraba desconcert­ado y temeroso, no sabía cómo modificar el esquema del equipo, por lo que habló con Guillermo Cañedo, entonces presidente de la Federación Mexicana de Futbol, para exponer el problema.

El federativo apeló en beneficio de los intereses comunes y, de acuerdo con palabras de Basaguren, les dijo: “miren, ustedes tienen una carrera por delante, no la arriesguen, soy consciente de la desgracia que pasó y que se derrumbó el plan, así que jueguen conservado­ramente”.

El mensaje era “poner a los jugadores de los equipos poderosos”, dice. “En ese entonces, no sé si ahora, pero la Federación daba a los clubes dólares por minuto de juego a cada futbolista. Yo estuve en la cancha 58 y al Atlante le dieron 250 mil dólares, y hubo otros que jugaron más que yo. Entonces metieron en los momentos críticos a los consagrado­s, les fuera como les fuera”.

El otro golpe que recibió la selección fue el inesperado cambio de sede a Toluca para el duelo contra Italia, correspond­iente a los cuartos de final, pese a que la planeación señalaba que “pasara lo que pasara estaríamos en el estadio Azteca”.

La orden para modificar el escenario “vino desde muy arriba”, sostiene Basaguren al afirmar que fue un mandato directo del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien había recibido una rechifla en la inauguraci­ón del torneo al estar aún fresco el recuerdo del 2 de octubre de 1968.

“Las manifestac­iones populares siempre dan miedo a los políticos y Díaz Ordaz temía que la euforia de la afición se convirtier­a en furia”, revela.

Así, la selección mexicana enfrentó a los italianos en un escenario hostil pese a ser anfitrione­s y el resultado fue un doloroso 4-1 con el que fueron eliminados del Mundial. Basaguren rememora que el nerviosism­o era intenso entre los jugadores tricolores.

“Después del autogol de Javier El Kalimán Guzmán iban a sacar al arquero Ignacio Calderón, pero ¿sabes lo que hubiera significad­o? Mejor prefiriero­n morir con el consagrado”.

Recuerda que después de México 1970 se consolidó el apodo de “los ratoncitos verdes” a la selección mexicana, el cual fue idea del periodista Manuel Seyde. “La afición la pasó bien un rato, después todos le iban a Brasil”, señala entre risas.

La “experienci­a negativa” del Mundial de México 1970, así como diferencia­s con directivos y el árbitro Arturo Yamasaki en el torneo de Liga, hicieron que Basaguren se decepciona­ra del balompié.

“El Mundial fue sorpresivo para mí, en ese momento era un novatazo. Apenas en 1967 yo salía del convento, poco después llegué a las reservas del

Atlante y sin esperarlo a la selección, pero por todo lo que pasó preferí retirarme”, sentencia como si se hubiese quitado un peso de encima.

Después de las canchas, Basaguren incursionó de comentaris­ta deportivo en la televisión. Ahora, cinco décadas después de haber jugado, consideró que aún será complicado llegar al anhelado quinto partido en un Mundial, porque “al mexicano le falta condición física” y los elementos que “tenemos en Europa, excepto Andrés Guardado, no son claves en sus equipos”.

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