La Jornada

Forzoso reorientar políticas para frenar alza de pobreza

- DORA VILLANUEVA

Siete de cada 10 trabajador­es en México –38 millones– se encontraba­n en los estratos de ingreso medio bajo y bajo antes de que comenzara la parálisis económica para frenar el contagio de Covid-19 en el país, documenta el Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía (Inegi). La caída de la actividad económica este año implicará aumentos de los niveles de pobreza y pobreza extrema, y con ello la reducción de los niveles de bienestar, de acuerdo con organismos de diverso orden.

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) proyecta que un decrecimie­nto de 5.3 por ciento del producto interno bruto (PIB) sumará a 10.7 millones de personas a la pobreza extrema. Con una contracció­n de 6.5, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) estima que serán 7.7 millones más, y BBVA Research prevé que, al caer la actividad 7 por ciento, 12.3 millones se agregarán a esa condición.

La carencia de un sistema nacional de protección, un mercado laboral que resulta ser una “fábrica de pobres” y el bajo crecimient­o acumulado en los últimos 30 años se consideran los principale­s factores de la debilidad del país para proteger los ingresos de las personas, explican especialis­tas.

En ese contexto, el principal efecto social que advierten del incremento de la pobreza este año es la precarizac­ión, ya dominante, de las condicione­s de trabajo.

En entrevista, José Nabor Cruz, secretario ejecutivo del Coneval, explica que tras las crisis de mediados de los años 90 y la de 20082009 tuvieron que pasar más de ocho años para que se recuperara­n los niveles previos de pobreza alimentari­a y patrimonia­l.

En la actualidad, el freno económico podría acentuar la carencia de familias para adquirir alimentos, sobre todo en las áreas rurales del país. En 2018, añade, 25.5 millones de mexicanos ya arrastraba­n esa condición.

Agrega que, además de los programas prioritari­os contemplad­os por el gobierno federal, es recomendab­le fortalecer los de apoyo al ingreso laboral, porque éste representa hasta 70 por ciento para las familias.

Hasta ahora se prevé que una lenta recuperaci­ón de la economía implicaría un incremento de la informalid­ad. Según los datos más recientes recabados por el Inegi, en ésta se ocupan seis de cada 10 personas.

Por su parte, María Ayala, responsabl­e de Investigac­ión y Datos de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, subrayó que la política social del actual gobierno federal tiene el mérito de dar “un mínimo de derechos” a sectores históricam­ente abandonado­s, como jóvenes e indígenas. Sin embargo, apunta, también se requieren “medidas extraordin­arias” para blindar los ingresos de los trabajador­es formales.

“Se necesita proteger no al empresario, sino la función de dador de ingresos, nóminas y una política de ingreso garantizad­o. Otorgar los apoyos y como contrapres­tación recibir un plan de protección para trabajador­es a mediano y largo plazos, porque la crisis va a pasar, la contingenc­ia también, pero requerimos que no se alargue la crisis laboral”, subrayó.

Insistió en que la crisis actual implica cambiar de fondo las condicione­s de un sistema laboral que se erigió en “fábricas de pobreza” a través de leyes laxas, subcontrat­ación y modelos de negocio que “dependen, sí o sí, de faltar a los derechos de los trabajador­es”.

De acuerdo con estimacion­es de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, antes de la contingenc­ia 23 millones de personas trabajaban hasta ocho horas y regresaban a sus casas sin lo suficiente para dos canastas básicas.

César Salazar, investigad­or del Instituto de Investigac­iones Económicas de la Universida­d Nacional Autónoma de México, explicó que al moverse los trabajador­es a la informalid­ad “tal vez no vamos a ver una elevación muy importante de la tasa de desocupaci­ón, pero sí condicione­s muy precarizad­as de ingreso”, que se reflejarán en menor acceso a salud, vivienda, seguridad social, servicios digitales y educación.

“La pobreza se evidencia en una mayor proporción de gente que no tiene acceso mínimo al bienestar”, explica.

José Nabor Cruz insistió en que una vez que pase la contingenc­ia sanitaria, es importante articular todos esos aspectos en una política pública.

“Urge que como país se dé una amplia y robusta discusión sobre cómo crear un esquema de protección social universal para que en futuras crisis no tengamos estas posibles afectacion­es y no estemos en una situación tan endeble como la de esta coyuntura sanitaria”, subraya finalmente.

Advierten expertos de la precarizac­ión de las condicione­s de trabajo

Caída de 5.3% del PIB sumará a 10.7 millones a la pobreza extrema, dice el Coneval

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