El cruce de La Parca
FINALMENTE, LA MUERTE es una presencia y una negación. Es lo que pasará tarde que temprano; es lo que alejamos con la fe, la disciplina, el ejercicio, la alimentación, las buenas costumbres, la cerrazón a la maledicencia, al peligro… todo es inútil. Por eso la muerte es la máxima aleccionadora para ser y estar: “Vive como si fueras a morir mañana”. Es la seducción final, la despedida intempestiva, aunque sea esperada. Jaime Sabines dijo que no sabemos qué hacer con ella de buena manera, y deploraba con maestría nuestra mala acción cuando llega: “¡Qué costumbre tan salvaje esta de enterrar a los muertos!,
¡de matarlos, de aniquilarlos, de borrarlos de la Tierra! Es tratarlos alevosamente, es negarles la posibilidad de revivir.
“YO SIEMPRE ESTOY esperando a que los muertos se levanten, que rompan el ataúd y digan alegremente: ¿por qué lloras?” ¡Qué costumbre tan salvaje!”
EN LASINTERMITENCIAS de la muerte, de José Saramago, la gente padece por otra maldición probable: no morirse nunca. Negada y evitada, la muerte se siente necesaria cuando se ausenta y la gente acumula el tiempo sin abandonar el mundo. Para Octavio Paz ( El laberinto de la soledad): “(…) Hay que morir como se vive. La muerte es intransferible, como la vida. Si no morimos como vivimos es porque realmente no fue nuestra vida la que vivimos: no nos pertenecía como no nos pertenece la mala suerte que nos mata”.