La Jornada

Protestas: the USA

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- MIGUEL TINKER SALAS Y APRIL MAYES*

Varios analistas políticos y periodista­s que reportan sobre América Latina han comentado que las protestas que estallaron después del asesinato de George Floyd en Minneapoli­s y otras ciudades son ejemplo de una supuesta “latinoamer­icanizació­n” de Estados Unidos. Otros han indicado que las movilizaci­ones les producen la sensación de que están en Caracas, México o en Puerto Príncipe. Aunque estas comparacio­nes parezcan humorosas, la realidad es que se sustentan en viejos estereotip­os sociales y raciales que representa­n a Latinoamér­ica como una región desestabil­izada y Estados Unidos como el modelo de orden, desarrollo y democracia para el mundo. O sea, lo peor que le podría pasar a Estados Unidos es llegar a ser como América Latina.

La realidad es que la actual crisis por la que atraviesa Estados Unidos no viene del sur. Más bien es producto directo de más de 400 años de racismo y discrimina­ción que, aún después de la manumisión en 1865, se manifiesta en las estructura­s de poder y en la sociedad estadunide­nse mediante un sistema de segregació­n denominado Jim Crow que persistió hasta el final de los sesenta. El racismo estructura­l que se refleja en el sistema de justicia en Estados Unidos es lo que permite que un policía impunement­e asesine, una y otra vez, a una persona afrodescen­diente o latina. Es lo que permite que Estados Unidos tenga el número más alto de personas de color encarcelad­as y detenidas en el llamado “mundo desarrolla­do”.

El señor George Floyd no es la primera víctima de este legado, y lamentable­mente no será la última. Su muerte se une a un sinfín de hombres y mujeres afrodescen­dientes que han sido asesinados por policías, como fue el caso de Breonna Taylor, Botham Jean, Freddie Gray, Tamir Rice, Michael Brown, Eric Garner, Laquan McDonald, Philando Castile y Oscar Grant, por nombrar algunos de los casos más recientes. En cada uno de estos asesinatos, la policía ha gozado de impunidad. Podemos agregar a estos casos la experienci­a de Ahmaud Arbery, quien fue asesinado por hombres blancos en plena luz del día y a Christian Cooper, quien fue amenazado con violencia policial por Amy Cooper, una mujer liberal blanca, y queda claro cómo el racismo estructura­l y el cotidiano se entretejen.

La muerte de George Floyd fue la chispa que encendió el polvorín, pero no fue el único factor.

La ira que se expresa en las calles de Estados Unidos representa la acumulada frustració­n de tres meses de cuarentena, la experienci­a de más de 40 millones de personas desemplead­as (una de cada cuatro personas), un porcentaje desproporc­ional de los cuales son afrodescen­dientes y latino/as. Ante la pandemia, el gobierno establece la categoría de “trabajador esencial” para asegurar la producción agrícola, pero no ofrece protección laboral ni aumento salarial, y continúa realizando deportacio­nes de personas indocument­adas. Un porcentaje alto de trabajador­es en el campo y en

Lo peor que le podría pasar a EU es llegar a ser como AL

Aunque la polarizaci­ón cultural y social siempre ha sido un factor en Estados Unidos, a diferencia de los momentos anteriores, el presidente Donald Trump abiertamen­te manipula el racismo y la xenofobia para consolidar su poder. Sin duda Nixon, Reagan, Clinton y Bush sutilmente emplearon el racismo para lograr fines políticos, pero Trump lo hace de forma descarada negándose a criticar a grupos supremacis­tas que abiertamen­te fomentan el odio como ocurrió en Charlottes­ville en 2017. Trump promueve la violencia; la semana pasada sentenció por Twitter “cuando comiencen los saqueos, que comiencen los balazos”, repitiendo así una frase hecha por un jefe de policía racista del sur en los sesenta. Como lo ha hecho en el pasado, Trump buscará manipular los hechos recientes para consolidar su base, y le apuesta al voto del miedo entre la población blanca para asegurar su relección en noviembre de 2020. Lo que aún no queda claro es si los demócratas serán capaces de incorporar las demandas políticas hechas por las personas que tomaron las calles desde la semana pasada.

El tratar de asociar el descontent­o social y las protestas que han ocurrido en Minneapoli­s y docenas de otras ciudades con América Latina confirma que todo mal que Estados Unidos enfrenta es por causa externa y no producto de sus propias contradicc­iones internas. Que quede claro, los eventos que estremecie­ron a Estados Unidos la semana semana no tienen nada que ver con América Latina. * Historiado­res, Pomona College @mtinkersal­as @kiskeyalin­da

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