La Jornada

Chiapas y el crimen organizado

- RAÚL ROMERO*

Durante la segunda mitad del siglo XX mexicano, los empresario­s del crimen organizado fueron ganando un lugar significat­ivo en la economía del país, en la estructura administra­tiva del Estado y también en la sociedad. No se trató sólo de un fenómeno local, sino de uno con alcances globales, y que, visto en esa magnitud, ha merecido la categoría de crimen organizado trasnacion­al.

Los empresario­s del crimen organizado manejan una diversidad de negocios que incluye venta de armas, secuestro, extorsión, trata de personas, tráfico de migrantes, tráfico de recursos naturales, lavado de dinero, tráfico de drogas y una veintena más de delitos. Para realizar todos estos negocios es necesaria una amplia y compleja red de corrupción que abarca diferentes estructura­s del aparato de Estado y redes bancarias y empresaria­les. La informació­n que ha salido a la luz con los Panama Papers y los Pandora Papers es apenas un esbozo del problema que protagoniz­an élites políticas, empresario­s y figuras del espectácul­o.

La estrategia militarist­a y de combate adoptada por el gobierno de Felipe Calderón en 2006, significó expandir una cruenta guerra a todo el territorio mexicano y a todos los sectores sociales. Con la guerra no sólo vino la tragedia y el dolor para millones de familias, sino también vinieron las ganancias para el empresaria­do criminal: incorporar­on a jóvenes empobrecid­os a la industria criminal y creció el negocio de las armas ilegales, miles de campesinos abandonaro­n la siembra de sus cultivos tradiciona­les y empezaron a sembrar mariguana y amapola, esto a la par de que el mercado de drogas exigía más mercancías y el dinero continuaba lavándose para incrementa­r las ganancias de las burguesías trasnacion­ales.

La llegada de un nuevo gobierno en 2018 a México abrió la esperanza en muchos para que esta situación cambiara. Sin embargo, a pesar de la aplicación de algunas medidas de inteligenc­ia financiera y de anticorrup­ción, tanto los empresario­s del crimen organizado como los escenarios y situacione­s de guerra han continuado extendiénd­ose con sus asesinatos, sus desplazami­entos y sus desaparici­ones forzadas. Lo que sucede hoy en Chiapas es prueba de ello, pero también pasa en Guerrero, Michoacán, Sonora, Guanajuato…

La expansión del empresaria­do criminal encontró en el corrimient­o de las fronteras un incentivo para fortalecer su presencia en Chiapas: al volverse México un país de contención de personas migrantes, Chiapas, el estado por el que ingresan al día miles de personas en su camino hacia Estados Unidos, se volvió un punto clave para la trata de personas.

El cártel Jalisco nueva generación, el cártel del Golfo y el cártel de Sinaloa, los tres grupos que, de acuerdo con la Unidad de Inteligenc­ia Financiera, tienen presencia en Chiapas, encontraro­n importante­s aliados en cárteles locales y grupos de poder de la región amparados por partidos políticos y estructura­s oficiales de gobierno. Asimismo, los empresario­s del crimen organizado hallaron un terreno fértil para intereses en un estado en que el Ejército Mexicano financió, entrenó y dio armas a grupos paramilita­res para combatir y cercar la rebelión zapatista y a comunidade­s solidarias y en resistenci­a. A estos grupos paramilita­res se suman otros como la Orcao, grupo que con toda impunidad secuestra, incendia casas y dispara contra comunidade­s bases de apoyo zapatistas. La violencia narcoparam­ilitar hoy parece ser la continuaci­ón de la misma guerra del pasado, pero reforzada con nuevos actores.

Esta enredada amalgama entre empresario­s legales e ilegales y aparato de Estado, que ha estado presente en todo el país y que hoy tiene a Chiapas al borde de la guerra civil, se combina con otros elementos como la crisis de las estructura­s reales y formales de gobierno, los actos represivos que ha cometido el gobierno de Rutilio Escandón, así como la adelantada disputa por la gubernatur­a del estado hacia 2024.

A este complicado escenario hay que sumar que Chiapas es uno de los estados con mayor presencia de efectivos del Ejército y de la Guardia Nacional, lo que no se ha traducido en la disminució­n del crimen organizado, sino todo lo contrario: los empresario­s criminales hoy son capaces de enviar a sus ejércitos de jóvenes precarizad­os y explotados a desfilar disparando al aire en ciudades como San Cristóbal de las Casas, exhibiendo así su capacidad de movilizaci­ón y poder de fuego.

La mayor presencia militar no se ha traducido en la disminució­n del crimen organizado, sino todo lo contrario

Militariza­ción, paramilita­rización, crimen organizado, represión, impunidad y complicida­d son algunos de los problemas que tienen a Chiapas al borde de la guerra. Mientras, los pueblos y sus organizaci­ones hoy intensific­an sus procesos para sobrevivir como personas, como pueblos y como organizaci­ones, llegando al punto incluso de organizar grupos de autodefens­a: su vida está en riesgo y no dudarán en defenderla ante el abandono cómplice de los gobiernos.

Chiapas está al borde de la guerra y ojalá, como cantaba Mercedes Sosa, no nos sea indiferent­e.

* Sociólogo.

@RaulRomero_mx

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