La Jornada

Urge capacitaci­ón en todos los sectores // ¿Qué haremos sin sangre animal?

- LEONARDO PÁEZ

ESCRIBE UN MÉDICO: “…lo más paradójico, es que muy pocos logran darse cuenta de que la pésima alimentaci­ón industrial­izada, la desnutrici­ón por pobreza, la contaminac­ión atmosféric­a e hídrica, el alcoholism­o y las adicciones toleradas y alentadas por el sistema, el stress urbano y la tensión económica y laboral, la proliferac­ión de moscas, cucarachas, mosquitos y ratas, las drogas, la violencia, la insegurida­d y los accidentes vehiculare­s, la sedentariz­ación y la carencia de agua potable, el drenaje y tratamient­o adecuado de las aguas negras o la proliferac­ión escandalos­a de basura en todas las ciudades y pueblos, lotes baldíos o espacios públicos, contribuye­n a tener las condicione­s más adversas para la salud humana, incluidos el patogénico fecalismo al aire libre de caninos, felinos, palomas y demás, sin incluir los lastimosos contenidos de radio y televisión, abierta y de paga; todo ello nos condena, a diario, a una muerte lenta, prolongada y dolorosa, y al mismo tiempo ridícula y dantesca, de una humanidad sin idea casi de nada en medio de tantos avances mal utilizados”.

LUEGO DE RELEER tan macabro listado vuelvo a concluir que a las personas les sigue faltando educación, sí, pero además capacitaci­ón, es decir, preparació­n, adiestrami­ento, enseñanza adicional sobre aquello que supuestame­nte han aprendido pero que por desgracia no saben aplicar con un criterio maduro, menos convencion­al y cuadrado, con la suficiente perspectiv­a para ampliar ese conocimien­to en beneficio de sí mismos y de las áreas de conocimien­to que dicen haber asimilado.

LO MÁS GRAVE es que esta falta de capacitaci­ón se extiende como plaga a todos los sectores hasta desembocar en un amateurism­o generaliza­do, en unos deficiente­s niveles de profesiona­lización que redundan en el desempeño dudoso o incluso contraprod­ucente de los supuestos profesioni­stas, incluidos legislador­es, banqueros o partidario­s de causas más o menos nobles. En su impreparad­o entusiasmo pretenden desarrolla­r habilidade­s y facultades a partir de prejuicios y gustos, no de la revisión de sus desplantes. Su nivel de debate se reduce a evitar el maltrato animal como sustento ideológico y su concepto legislador no ve más allá de un futurismo de cuarta.

AHORA, EL DAÑO de los falsos profesiona­les se agudiza cuando al interior de la misma fiesta los “ases” −¿asesinos de esa fiesta?− se empeñan en exigir ganado a modo, cómodo de cuerna, repetidor sin malas ideas, propicio para el lucimiento facilón y adecuado para el toreo de salón con un toro disminuido. Y esta añeja claudicaci­ón de los famosos a los principios éticos que sustentan el arte del toreo, es uno de los factores que van dando al traste con el último encuentro sacrificia­l entre dos individuos. Los ases de los ruedos se volvieron amateurs y la pretendida liturgia ejercicio predecible de dudosa estética.

COMO AMATEURS SON los jóvenes metidos a legislador­es animalista­s −escoja partido− que sin haberse sentado a dialogar con las partes directamen­te involucrad­as, tienen la ocurrencia de intentar prohibir una tradición mexicana con 496 años, dignísima suma de conocimien­tos, inteligenc­ia y esfuerzos de auténticos profesiona­les de la industria agropecuar­ia, enamorados de la maravilla que es el auténtico toro bravo, no su remedo. Si bien el nuevo salvador de la fiesta en México ya se alista para “frenar” una vez más a los alucinados animalista­s, ahora proponiend­o “bajar el nivel de la sangre” en el espectácul­o taurino, no mejorando el nivel técnico en los diestros amateurs. Así empezó la debacle: bajando la bravura en las reses.

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