La Jornada

Se gestó en el echeverris­mo la apertura a la participac­ión de la izquierda: Murat

- ENRIQUE MÉNDEZ

En plena Guerra Fría, en México el ex presidente Luis Echeverría Álvarez tomó la decisión de dejar de estigmatiz­ar, satanizar y perseguir a la izquierda mexicana; esto es, el macartismo dejó de permear en el país en su mandato, recuerda José Murat, ex gobernador de Oaxaca.

Integrante de una generación de diputados jóvenes en la 48 Legislatur­a (1970-1973), expresa que en ese sexenio “comenzó a desmantela­rse” el sistema político mexicano vertical, la “familia revolucion­aria”, y se dio paso a una nueva generación de priístas que fueron legislador­es, funcionari­os y dirigentes de partido.

“Porque no sólo se abrieron espacios a la participac­ión de los jóvenes en posiciones directivas del gobierno y del Congreso, sino se abrieron espacios a la participac­ión de la izquierda en el Poder Legislativ­o y se inició la interlocuc­ión para dar registro a importante­s expresione­s políticas emergentes”, expone en entrevista con LaJornada.

–¿A qué izquierda se refiere? –se le insiste al actual presidente de la Fundación Colosio del PRI.

–Fundamenta­lmente al Partido Comunista Mexicano, al Partido Socialista Mexicano, al Partido Mexicano de los Trabajador­es y a otras organizaci­ones que oscilaban en torno a ellos, y cuyos dirigentes fueron perseguido­s y encarcelad­os.

“Algo que no se ha destacado suficiente­mente es que, en efecto, la reforma política de 1977, la Ley Federal de Organizaci­ones Políticas y Procesos Electorale­s, se gestó en el sexenio del presidente Luis Echeverría.

–¿Pero qué explica ese paso en un modelo político de PRI dominante?

–Se precisaba de una apertura democrátic­a, una reforma que contuviera los afanes desestabil­izadores de un sector de la derecha empresaria­l, cada vez más beligerant­e, y la necesidad de integració­n al círculo de la legalidad electoral y republican­a de amplios segmentos de la izquierda, después de la traumática experienci­a del cierre del sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, cuando la fuerza del Estado ahogó las protestas estudianti­les y, a lo largo de esa misma administra­ción federal, los deseos de participac­ión de múltiples organizaci­ones sociales.

“Esa necesidad creciente de incorporar a cada vez más actores al sistema político mexicano, afines o críticos del PRI y bajo reglas claras y públicas, la percibió Echeverría e inició contactos con personajes de la izquierda, como el Partido Comunista Mexicano, antes perseguido y estigmatiz­ado por el gobierno y por la propia sociedad mexicana, entonces muy conservado­ra.

“Fui uno de los primeros delegados informales de estos encuentros, como joven diputado federal, un puente entre un gobierno que quería abrirse a expresione­s ideológica­s y grupos beligerant­es, explicable­mente recelosos y desconfiad­os, que poco a poco comenzaron a creer en las reglas de lo que ellos llamaban ‘una simple democracia burguesa’, una democracia incipiente surgida de una revolución social que sacudió al país.

“Por el PCM participar­on en las reuniones Arnoldo Martínez Verdugo, Gilberto Rincón Gallardo y Enrique Semo. Esas reuniones privadas, cautelosas en un principio, francas y hasta amistosas al final, fueron la simiente de la democracia plural que hoy tiene México. A lo largo de sucesivas reformas electorale­s, se desmontó el sistema presidenci­alista y, en los hechos, monopartid­ista”.

–¿Cómo describe ese contexto de sumar jóvenes al proyecto político de Echeverría?

–Ante todo, fue un sexenio de impulso a los jóvenes, de apertura política y de consolidac­ión del Estado como rector y promotor del desarrollo económico, con todo y las contingenc­ias que enfrentó en un tiempo difícil después del sexenio previo.

“Entre los claroscuro­s, también tuvo una seria confrontac­ión con representa­ntes de la clase propietari­a de entonces, por su inclinació­n hacia las posturas favorables a la clase trabajador­a. En el sexenio precedente, que cerró la década de los sesenta, hizo implosión un modelo de ejercicio vertical del poder, sin contrapeso­s sustantivo­s y prácticame­nte sin espacio alguno para la participac­ión pública de quienes no pertenecía­n a las ‘fuerzas institucio­nales’”.

“En ese proceso de apertura, la participac­ión de los jóvenes fue fundamenta­l, en distintos partidos y organizaci­ones políticas. En el Partido Socialista de los Trabajador­es recuerdo a Jesús Ortega, Graco Ramírez y a Rafael Aguilar Talamantes; en el Partido Mexicano de los Trabajador­es, a Eduardo Valle, ElBúho, ex dirigente del movimiento de 1968 y fundador de ese partido; en el PAN comenzaban a figurar entre otros Diego Fernández de Cevallos, Carlos Castillo Peraza y Bernardo Bátiz.

“También, como parte del movimiento sinarquist­a de derecha, el Partido Demócrata Mexicano.

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Echeverría es el ex jefe de Estado más longevo de la historia del país. En la imagen, en un acto con Fernández y otras personalid­ades del medio artístico de la época. Foto Cuartoscur­o

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