La Jornada

Cobijar a menores refugiados, un reto al que pocos se atreven

- FERNANDO CAMACHO SERVÍN

Cuando el hijo de la señora Luz Corona enfermó de gripa en Estados Unidos, lo único que él necesitaba para mejorar era alguien que le acercara un plato de sopa. Cuando finalmente tuvieron ese simple gesto de humanidad con el muchacho, ella se propuso devolverlo con quien tuviera la misma necesidad de ayuda en México.

Aunque ella ya había recorrido un largo camino de sensibiliz­ación en los grupos de apoyo a migrantes que llegan al norte del país, la experienci­a de su hijo fue una de las vivencias que la animó a abrir su casa a niños y adolescent­es que requieren del apoyo de una familia al estar alejados de sus padres biológicos.

Luz es una de las participan­tes en los esquemas de “familias de acogida”, lanzado hace poco por la organizaci­ón civil Juconi, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y el DIF nacional, cuyo fin es hallar núcleos familiares dispuestos a recibir temporalme­nte a niñas, niños y adolescent­es extranjero­s, muchos de los cuales han huido de su país para salvar la vida.

Originaria de Puebla, la mujer se animó a hacer el papeleo, la capacitaci­ón, las charlas informativ­as, las pruebas sicológica­s y otros trámites para que con su esposo y sus hijos fueran considerad­os “una familia idónea” para recibir a un pequeño refugiado, en un proceso que se llevó prácticame­nte un año.

En entrevista con La Jornada, cuenta que el primer muchacho que acogió “era un chico resiliente, que pudo adaptarse fácilmente y que en un mes hacía la preparator­ia abierta en el mismo colegio que mi hijo”. Apenas quedarse a solas con ella y su esposo, el joven les preguntó si podía decirles “mamá” y “papá”.

El segundo, por el contrario, ha sido un reto diferente. De carácter más temperamen­tal, provenient­e de un entorno familiar disfuncion­al, el joven aprende a aprovechar las oportunida­des que nunca antes había tenido y a lidiar con la presión de asumir responsabi­lidades.

Mónica Bucio, directora de desarrollo institucio­nal de Juconi, explica que los esquemas de familias de acogida se han considerad­o desde hace más de 30 años como alternativ­a a los cuidados residencia­les en albergues y casas-hogar para los menores que están lejos de su familia biológica.

Dice que hay estudios según los cuales “cada mes de institucio­nalización para un niño de menos de 2 años de edad puede generar un rezago en su desarrollo de hasta tres meses”, por lo que desde 2018 Juconi tomó la decisión de ya no otorgar cuidados para pequeños en sus albergues e impulsar de lleno el modelo de acogimient­o temporal en familias voluntaria­s.

El programa lanzado hace unos meses de manera conjunta con Acnur y el DIF está diseñado en particular para menores de origen extranjero que ya tienen la condición legal de refugiados en México, quienes permanecen separados de sus padres por diversas razones y generalmen­te están a la espera de que se concrete algún tipo de reunificac­ión familiar.

Las personas interesada­s en participar en este programa deben someterse primero a un proceso de certificac­ión, visitas domiciliar­ias, pruebas y entrevista­s que duran varios meses, y aunque no se busca un perfil único de los voluntario­s, sí se asegura que tengan una situación de estabilida­d económica y emocional para dar seguridad, tiempo y relaciones positivas a los menores que van a recibir.

(Puede leer la versión íntegra de este texto en la página web de La Jornada).

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