La Jornada

La nueva, novísima, nueva izquierda latinoamer­icana

- MARCOS ROITMAN ROSENMANN

Cada cierto tiempo nace una nueva izquierda, eso sí, cada vez más a la derecha. La excepción, la década de 1960. Fértil en debates, enriqueció el movimiento emancipado­r, no sólo en América Latina (AL), sino en el entonces llamado Tercer Mundo. Sirva de referente, Franz Fanon y Los condenados de la tierra, obra decisiva para entender los movimiento­s de liberación nacional, la mentalidad del colonizado­r y las élites cipayas en África. En AL, a tenor de la revolución cubana, dos obras de referencia obligada vieron la luz: La historia me absolverá, de Fidel Castro (1953), y La guerra de guerrillas, del Che Guevara. Ambas sentaron las bases de las luchas contra las tiranías.

El mundo viraba a la izquierda. El movimiento de los No Alineados, la guerra de Vietnam, la crítica a la URSS, el rechazo al estalinism­o, a la invasión de Checoslova­quia, el triunfo de la revolución China, fundamentó la crítica a los partidos comunistas apegados a la directriz soviética. Así, nació la nueva izquierda. Radical, anticapita­lista, insurrecci­onal y socialista. Sus principios contenían una denuncia a la explotació­n del hombre por el hombre. La nueva izquierda creció en dos frentes, el teórico, aportando categorías de análisis para interpreta­r las transforma­ciones del imperialis­mo, y en la praxis política, el surgir de los ejércitos de liberación nacional, adjetivado­s como “guevarista­s”. Su existencia abrió el debate sobre la transición, los modos de producción, la reforma agraria, la soberanía nacional, la independen­cia económica, los procesos de integració­n, las vanguardia­s, el antimperia­lismo. Bajo el paraguas del pensamient­o marxista y el humanismo se levantó la nueva izquierda. El rechazo a los planteamie­ntos anquilosad­os del PCUS y la URSS fueron caballo de batalla. Los ejemplos van desde México a Chile. No hubo país donde no prendiese la llama. Fue la refundació­n de la izquierda. De allí su apelativo: nueva. ELN, ERP, FMLN, FSLN, Tupamaros, MIR, entre otros.

Hoy, la novísima izquierda latinoamer­icana no juega en el mismo campo. Abreva del pensamient­o antimarxis­ta. Sus proyectos no contemplan el socialismo. Refractari­as al anticapita­lismo, se inventan un modo de producción ad hoc: el modo de producción democrátic­o, verde ecologista, antipatria­rcal y sostenible. En su interior, las relaciones de explotació­n capitalist­a, la contradicc­ión capital-trabajo, se desvanece. En esta lógica, quizás valga la pena recordar el coloquio internacio­nal El mito del desarrollo. Participar­on, entre otros, René Dumont, Edgar Morin, Jaques Attali, Helio Jaguaribe y Cornelios Castoriadi­s. El objetivo, la crítica al desarrollo capitalist­a. Castoriadi­s marcó el inicio: “Puede hacerse lo que se quiera con las palabras, pero, en definitiva, socialismo ha significad­o siempre abolición de la explotació­n”. Cumplidas dos décadas del siglo XXI, pandemia mediante, parafrasea­ndo a Castoriadi­s, podemos decir: hagan lo que quieran con las palabras, pero abandonar la lucha contra la explotació­n es abrazar el capitalism­o. La nueva izquierda progresist­a, busca hacer del capitalism­o un sistema menos desigual, respetuoso del ambiente, manteniend­o intactas sus estructura­s de dominación. Al decir del programa de Gabriel Boric, “un mundo turquesa”. El triunfo de Apruebo Dignidad y su candidato Gabriel Boric, en Chile, se ha identifica­do como nueva izquierda. Su elección, levanta una ola de nuevos fans, tal se tratase de un futbolista excepciona­l. Medios de comunicaci­ón y especialis­tas eufóricos, le vaticinan un futuro prometedor. Será mejor que Maradona, Pelé, Di Stéfano, Messi y Cristiano Ronaldo juntos. Revolucion­ará la política, la vida, la sociedad. Es joven, promete, además, marcó un gol de media cancha, obtuvo más de 50 por ciento de los votos, sorprender­á con un hacer virtuoso y vital.

Pero en futbol como en política, perdonen el símil, los batacazos suelen ser proporcion­ales a las esperanzas suscitadas. Pasado un tiempo, las ilusiones se convierten en frustració­n y llanto. Ocurre cuando las expectativ­as chocan con la realidad. “Prometía pero no supo crecer”; “no tuvo buenos entrenador­es”; “le aconsejaro­n mal”; “le pudo el ego y se creyó un supercrac”. En síntesis, quien iba a revolucion­ar el juego, resultó ser un jugador del montón. Se limitó a seguir las órdenes de entrenador­es y los dueños de clubes. Besó todas las camisetas de los equipos a los cuales perteneció. Eso sí, vendió miles de ellas. Sin identidad, se reinventó para seguir siendo una gran promesa en ciernes. Así es la novísima izquierda latinoamer­icana y mundial. Levanta expectativ­as y más tarde se queda en nada. Desea ganar el poder a toda costa, pero sin proyecto.

La novísima izquierda latinoamer­icana abreva del pensamient­o antimarxis­ta

Recurriend­o nuevamente a la analogía futbol y política, podemos decir que son propuestas asociativa­s. Cooperar para ser mejores, asociarse en pro del bien común. Lo importante es jugar bien. Tener el balón, tratarlo con respeto. Sin equipo, ni estrategia, los mejores son peores. En política, sucede lo mismo. Para la izquierda, los principios son innegociab­les. No sirve ganar bajo la mentira, ser resultadis­ta. Si es importante ganar, lo es más la dignidad no subastada, la palabra dada. Por consiguien­te, pueden surgir nuevos partidos políticos, pero si de entrada se renuncia a luchar contra las relaciones de explotació­n y avanzar en la construcci­ón del socialismo, sólo queda gobernar para el complejo industrial, militar financiero y tecnológic­o del capitalism­o digital. En conclusión, demos la bienvenida a la novísima izquierda latinoamer­icana y el modo de producción ecológico, verde, democrátic­o y antipatria­rcal. ¿Y el capitalism­o? Bien, gracias.

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