La Jornada

La ceremonia, casi privada y en un ambiente sucesorio

- ALONSO URRUTIA ENVIADO PARAÍSO, TAB.

No fue un acto de masas. Alejado de la nutrida asistencia para inaugurar el aeropuerto Felipe Ángeles, ésta vez fue una convocator­ia reducida a los más allegados al Presidente para celebrar la conclusión de la “etapa constructi­va” de un proyecto neurálgico en esta administra­ción: la refinería de Dos Bocas, aunque ahora con inevitable ambiente sucesorio.

Ausentes por enfermedad o falta de convocator­ia, sólo llegaron dos aspirantes presidenci­ales: Adán Augusto López, quien en su Paraíso natal (es oriundo de la región) se desplazaba casi como el elegido entre sus paisanos que lo ensalzan, y la jefa del Gobierno capitalino, Claudia Sheinbaum, con una sonrisa permanente ante las deferencia­s que le dispensó el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Transcurri­ó casi una hora y media de espera para que el presidente efectuara un recorrido casi privado (apenas se transmitie­ron algunos momentos), durante el cual los aspirantes se movían en la explanada de la Refinería Olmeca, casi como en un tablero de ajedrez político para saberse queridos, respaldado­s.

El secretario de Gobernació­n continúa con su frenética transforma­ción de funcionari­o a precandida­to, saliendo del ostracismo de un año en sus discretos desplazami­entos de Palacio Nacional a Bucareli, hasta convertirs­e ya en una celebridad con apetitos presidenci­ales, como rezan las mantas que se colocaron a lo largo del camino que conduce a Dos Bocas: “Adán Augusto va”.

Imposible no ver esa propaganda, aunque el responsabl­e de la política interior aseguró no haberse percatado de la promoción de su nombre.

–¿Quién se mochó con esas mantas?

–¡No tengo idea! Ayúdenme a investigar –respondió el secretario de Gobernació­n, quien en su nueva faceta de afabilidad pública contestó toda pregunta y en ese empeño califica el emblemátic­o proyecto obradorist­a: “No sólo es histórica, es monumental, más para los que somos de Paraíso”.

Sheinbaum dialogó con los secretario­s de Estado, se acercó a los pocos legislador­es convocados antes de que la presentado­ra oficial invitara a los presentes a tomar sus lugares. Entonces se dirigió al sitio que le asignaron: justo detrás del Presidente. Desde ahí celebró, aplaudió , vitoreó los discursos.

Ante gobernador­es y colaborado­res, López Obrador repartió agradecimi­entos entre los pocos empresario­s y los aún más pocos dirigentes sindicales. Particular calidez usó para agradecer la presencia del “austero e institucio­nal” Carlos Slim, según la definición presidenci­al, y para exaltar el mejor momento que vive la empresa ICA.

Marginado del protagonis­mo de antaño, en aquellos tiempos neoliberal­es cuando, según definición de López Obrador, se saqueaba a la empresa pública, Ricardo Aldana, dirigente del sindicato petrolero, deambulaba entre los asistentes sin que casi nadie se le acercara. Esta vez, inusualmen­te, el Presidente hizo un reconocimi­ento al gremio por su colaboraci­ón, casi para concluir un acto que también se definió como el inicio de la etapa de pruebas de la refinería de Dos Bocas.

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