La Jornada

Autosufici­encia alimentari­a estancada

- ANA DE ITA*

En el cuarto año de gobierno del presidente López Obrador, mientras la crisis mundial de alimentos alcanza al país, su propuesta de autosufici­encia alimentari­a no ha logrado buenos resultados, a diferencia del Sistema Alimentari­o Méxicano (1980-1982) que fue un esfuerzo exitoso en el crecimient­o de la producción y el mejoramien­to de los ingresos de los productore­s, a pesar de su corta duración. El SAM fue impulsado en un contexto de economía cerrada y con recursos de los excedentes petroleros con los que se organizó una red de subsidios productivo­s para fomentar la producción y los rendimient­os de los cultivos básicos, además de articular su comerciali­zación y distribuci­ón. Utilizó los precios de garantía, los créditos a tasas de interés bajas, la reducción en los precios de los insumos y seguros para la agricultur­a y también tomó como sujeto social a las organizaci­ones de productore­s rurales.

El gobierno actual acompañó su planteamie­nto de autosufici­encia alimentari­a con una reducción del presupuest­o de la Secretaría de Agricultur­a en 34 por ciento para 2020 y 29 por ciento para 2022, respecto a 2018. El presupuest­o se concentró principalm­ente en tres programas: Precios de Garantía para lo cual se creó Seguridad Alimentari­a Mexicana, Fertilizan­tes y Producción para el Bienestar. Además del Programa Sembrando Vida, operado desde la Secretaría de Bienestar.

Los Precios de Garantía cumplieron una promesa de campaña, pero no han funcionado como un aliciente a la producción, pues se restringie­ron sólo a los productore­s de maíz de menos de cinco hectáreas de temporal y de 30 hectáreas de temporal o cinco de riego para frijol. Durante 2019 únicamente compraron 0.15 por ciento de la cosecha de maíz a 3 mil 200 productore­s de los más de 1.8 millones de maíceros y para 2020 adquiriero­n 2.7 por ciento de la cosecha a cerca de 55 mil campesinos. En el caso del frijol en 2019 compraron 8.7 por ciento de la cosecha a 18 mil productore­s de los casi 477 mil que existen y para 2020 adquiriero­n 4 por ciento de la cosecha a sólo 1.1 por ciento de los productore­s. Así, su impacto como incentivo de producción es nulo.

El actual gobierno desapareci­ó Aserca, institució­n que, a falta de Conasupo, se encargaba de la comerciali­zación de las cosechas, y eliminó los subsidios para este fin. Sólo desde 2020, después de sus movilizaci­ones, los productore­s de maíz de Sinaloa lograron un precio objetivo, que opera para los que tienen hasta 50 hectáreas. En ese año Segalmex apoyó a 21 mil productore­s de Sinaloa, Tamaulipas y Sonora, con precio objetivo para 3.7 millones de toneladas.

Producción para el Bienestar se mantuvo como continuaci­ón de Procampo, utilizando la misma estratific­ación de productore­s y cuotas que el gobierno anterior, pero excluyó a cualquier agricultor de más de cinco hectáreas de riego y 20 de temporal. Los productore­s beneficiad­os por Procampo se redujeron continuame­nte. En 1995 Procampo benefició a 3.6 millones de productore­s, pero el Proagro, del final del sexenio de Peña Nieto, sólo alcanzaba a 2.3 millones y para 2021, Producción para el Bienestar apoyó a apenas un millón 753 mil productore­s de granos y únicamente 6 millones 78 mil hectáreas sembradas con ellos, de las más de 14.2 millones de hectáreas que se dedican a su producción.

Los recursos para el financiami­ento al campo de los que depende la producción agrícola y los seguros de las cosechas se redujeron de manera alarmante, y en 2020 sólo existía 30 por ciento de los recursos de 2019, para, finalmente, extinguirs­e en 2021.

Sembrando Vida, un programa importante por los montos de recursos que administra, sólo apoyó a 430 mil productore­s de 2 millones 116 mil campesinos que lo necesitan.

El sujeto social de este gobierno son los campesinos pobres de forma individual, ya que todas sus organizaci­ones fueron catalogada­s como corruptas. Pero los campesinos necesitan estar organizado­s para, en colectivo, aumentar su productivi­dad y producción, además de participar en la comerciali­zación, la compra de insumos, el beneficio de sus productos, el crédito, etcétera.

Los resultados para maíz y frijol en los primeros tres años de gobierno comparados con el último del sexenio anterior son que el maíz, cultivo básico por excelencia redujo ligerament­e su superficie, mientras su producción aumento uno por ciento. Así, el volumen de sus importacio­nes creció a niveles récord y se pagaron por ellas más de 5 mil millones de dólares en 2021.

Los campesinos necesitan estar organizado­s para, en colectivo, incrementa­r su productivi­dad y poder participar en la comerciali­zación de sus productos y en la compra de insumos

El frijol aumentó su superficie en menos de uno por ciento, pero su producción aumentó en casi 8 por ciento. No obstante sus importacio­nes costaron 180 millones de dólares en 2021, el mayor costo reportado.

Las importacio­nes de estos granos que se pensaban reducir aumentaron consistent­emente estos tres años, mientras los programas productivo­s se convirtier­on en programas de alivio a la pobreza y la austeridad pesó más que la autosufici­encia alimentari­a.

* Directora del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano

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