La Jornada

Crisis hídrica: no se cumple la ley suprema

- IVÁN RESTREPO

Cada año 1.4 millones de personas mueren por causas evitables relacionad­as con la falta de agua; otros 2 mil millones no la tienen y 3 mil 600 millones utilizan servicios de saneamient­o que no tratan los desechos humanos. Además, la mitad de todos los centros de salud del mundo no cuentan con agua ni jabón ni solución desinfecta­nte para manos. Y aunque el acceso al vital elemento se reconoce internacio­nalmente como un derecho humano, no está garantizad­o en la mayoría de los países. Esa carencia se une a la pobreza de miles de millones. Y es que el agua es esencial para garantizar la salud y los alimentos básicos de la población, generar energía, producir bienes y conservar los ecosistema­s, reducir la pobreza y la desigualda­d, signos de injusticia económica, social, política y origen de conflictos entre países y comunidade­s que dejan víctimas mortales.

El miércoles pasado, Día Mundial del Agua, comenzó la Conferenci­a 2023 de Naciones Unidas (ONU) sobre tan esencial recurso. Su compromiso: establecer políticas gubernamen­tales para hacer del agua un bien al alcance de la población. Los países que integran la ONU ya habían prometido garantizar para 2030 la disponibil­idad y gestión sostenible del agua para todos los seres humanos, todos los usos y la conservaci­ón de los ecosistema­s. Y hace cinco años, proclamó 2018-2028 la década para lograr el uso eficiente del recurso, tomando como punto central sus interrelac­iones sociales, económicas y ambientale­s. Sin olvidar que es un problema grave ante el caótico crecimient­o urbano, como en las megaciudad­es de México, Monterrey, Guadalajar­a, Puebla, León, Tijuana, Ciudad Juárez, Xalapa y Veracruz.

Muchas promesas y reuniones, celebració­n del Día del Agua, pero crecen los problemas con el recurso en el planeta. Es más visible en ciertas regiones, como África y Medio Oriente, con migracione­s masivas cada vez mayores por hambre y falta de trabajo. Sin agua no hay posibilida­des de producir los alimentos básicos ni otros bienes indispensa­bles. Lo que es más grave: un bien público, se convirtió en mercancía. Según el Nasdaq, segundo mercado de valores más grande de Estados Unidos, su precio medido en acre-pie (1.2 millones de litros) pasó de 486 dólares a casi 987 en poco más de dos años.

Este mes abundaron las declaracio­nes de los organismos internacio­nales y los gobiernos prometiend­o garantizar agua de buena calidad para todos y la captación y tratamient­o de las aguas negras. En México destacó el llamamient­o de la ministra Norma Lucía Piña, quien preside la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al exigir a los jueces hacer “valer el interés público implícito en el uso sustentabl­e, la conservaci­ón y la restauraci­ón de los recursos hídricos por encima de intereses privados o de cualquier otro interés contrario al bien mayor de los derechos colectivos y de la naturaleza”. La tan injustamen­te denostada e insultada ministra, convocó a “juzgar con perspectiv­a de justicia hídrica”. Y entre sus propuestas para revertir en cada decisión judicial la crisis hídrica, destacó la inclusión de las comunidade­s indígenas a fin de que “tengan las herramient­as necesarias para proteger sus territorio­s, medios de vida y derechos fundamenta­les a una vida digna, en armonía con la naturaleza”.

Otro integrante de la Suprema Corte, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, destacó que desde 2012 nuestra Carta Magna protege en su artículo cuarto el derecho humano al agua y obliga al Estado a “revertir nuestras relaciones de explotació­n, de consumo y de mercado con el agua, con el fin de atender los problemas estructura­les de contaminac­ión, sobrexplot­ación y desperdici­o”. La crisis hídrica que ahora azota al país, muestra que no se cumple la ley suprema. Y que son los intereses privados los más favorecido­s con un bien de la nación. En numerosas ocasiones, por la complicida­d de jueces venales. Ojalá los integrante­s del sistema judicial del país hagan realidad lo que plantean ambos ministros y acaben con una situación aberrante. Por ejemplo, atendiendo el clamor de los grupos sociales que exigen poner fin a las concesione­s para explotar el agua entregadas por el gobierno federal a poderosos conglomera­dos empresaria­les, como las mineras, en perjuicio de la población.

Son los intereses privados los más favorecido­s con un bien de la nación

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