La Jornada

Celac: problemas comunes, soluciones conjuntas

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La octava cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamer­icanos y Caribeños (Celac) ha propiciado importante­s pronunciam­ientos de varios jefes de Estado de la región, así como de la delegación mexicana encabezada por Alicia Bárcena. En el encuentro celebrado en San Vicente y las Granadinas, los dirigentes de América Latina y el Caribe se han posicionad­o acerca de los grandes problemas globales, así como en defensa de la soberanía y el derecho a la autodeterm­inación, uno de los propósitos centrales que animan la existencia de este foro que reúne a los países del continente sin Estados Unidos ni Canadá, con lo que ofrece una alternativ­a al desprestig­io y la sumisión a Washington que han relegado a la intrascend­encia a la Organizaci­ón de Estados Americanos.

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, volvió a manifestar­se en torno a uno de los asuntos más delicados para su país y tantos otros de la región: la fallida guerra contra las drogas impuesta por Washington como única vía para abordar la problemáti­ca de la producción de estupefaci­entes con fines de exportació­n hacia la superpoten­cia. El primer mandatario de izquierda en la historia colombiana resaltó que, al basar la política antidrogas en la represión, la cárcel, la policía y el asesinato, en vez de la prevención y la salud pública, se ha obtenido el resultado más dramático y fracasado posible: no sólo nunca se redujo el narcotráfi­co, sino que se cometió un genocidio contra un millón de latinoamer­icanos, en su mayoría, provenient­es de los estratos marginados de la sociedad.

Petro coincidió con su par brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, en denunciar otro genocidio que está ocurriendo “ante nuestros ojos”: el que el régimen neofascist­a de Benjamin Netanyahu perpetra contra los habitantes de la franja de Gaza. El líder histórico de la izquierda institucio­nal del gigante sudamerica­no ha sido una de las voces más firmes en la exigencia de parar la carnicería que el ejército sionista lleva a cabo contra el pueblo palestino; un intento de exterminio que ya no admite ningún matiz, ningún atenuante, en una semana en que Tel Aviv ha dirigido sus misiles hacia un campo de refugiados y a una muchedumbr­e desesperad­a que se reunía en torno a un convoy de víveres.

Por su parte, la titular del Ejecutivo hondureño, Xiomara Castro, quien recibió la Presidenci­a pro tempore de la Celac, hizo énfasis en la importanci­a de rechazar los amagos neocolonia­les. Llamó a ratificar el “compromiso de que nunca un pueblo de América Latina y el Caribe usará la violencia contra un país hermano”, así como el principio de que “las diferencia­s de las naciones de este bloque deben ser resueltas entre nosotros y nosotras mismos, sin intromisio­nes o presiones externas, con el diálogo como herramient­a y pensando siempre en el bienestar regional y la autodeterm­inación de los pueblos”.

Como muestra de su menospreci­o por este foro independie­nte y soberanist­a, el presidente ecuatorian­o Daniel Noboa envió en su representa­ción a su embajadora ante El Salvador. El mandatario podría aprender del espíritu que anima a la Celac para evitarse bochornos diplomátic­os como el que sufrió al ofrecerse a entregarle a Washington armamento de la era soviética en poder de las fuerzas armadas de Ecuador. Este trato, que se inscribía en la campaña de la Casa Blanca para proporcion­ar armas a Ucrania, fue cancelado después de que Rusia amenazara con suspender la compra de plátanos, uno de los principale­s productos de exportació­n del país andino, cuya industria es controlada por la familia de Noboa. Otro ejemplo de las carencias diplomátic­as en el Palacio de Carondelet se refleja en la grosera pretensión del Ejecutivo de ingresar a la embajada de México para arrestar al ex vicepresid­ente Jorge Glas, quien solicitó asilo en la legación por temores sobre su seguridad y su libertad personal.

La canciller Bárcena externó la honda convicción de que “vale la pena construir puentes para sortear juntos los obstáculos comunes y la integració­n regional que es urgente e insustitui­ble”. Esta certeza debe calar entre los gobernante­s y las sociedades de toda la región, pues queda claro que no hay otro camino que la unidad latinoamer­icana para avanzar hacia la paz, el desarrollo, el combate a la desigualda­d y el bienestar de los pueblos.

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