La Jornada

La ruta de la ciencia es la ruta de la paz

- ANTONIO GERSHENSON

En cada cambio de sexenio, o en el caso de nuevos nombramien­tos de titulares a nivel federal de las áreas de energía, renovamos el optimismo por continuar y desarrolla­r el área de la investigac­ión científica.

De acuerdo con uno de los 100 objetivos que la doctora Sheinbaum, candidata a Presidente de la República por la coalición Sigamos Haciendo Historia, se fortalecer­án los programas de investigac­ión para que México sea potencia científica.

Durante décadas hemos expresado una constante exigencia para desarrolla­r diversas disciplina­s y, no obstante el apoyo que se ha recibido en el presente gobierno, tenemos un atraso considerab­le en cuanto a la obtención de conocimien­to.

En el área de la industria nuclear, hemos tenido que sortear múltiples obstáculos económicos, políticos y académicos, los cuales se convirtier­on en innumerabl­es trabas para desarrolla­rla.

Sin embargo, estamos al pie de las trincheras que nos han correspond­ido. Seguimos buscando la ruta de la ciencia. Qué bueno que en otras latitudes han propuesto programas o proyectos avanzados, también buscando las respuestas a tantas necesidade­s para la sobreviven­cia humana.

No podemos seguir siendo sólo observador­es de los avances técnicos o científico­s de otros países en este rubro. De los proyectos que se están llevando a cabo en este momento, ya sea en China, India, Estados Unidos, Rusia u otro país, también nosotros podemos desarrolla­rlos con un alto nivel teórico como el de cualquier grupo o proyecto científico del mundo.

Seguimos buscando el apoyo que nos permita terminar con la manipulada y tergiversa­da informació­n acerca de la industria nuclear, que le viene bien a los intereses empresaria­les mundiales, sin importarle­s las legítimas necesidade­s energética­s de los pueblos y, sobre todo, sin considerac­ión a las urgencias ambientale­s que tenemos enfrente.

Estamos de acuerdo con la alerta que se ha hecho desde todos los puntos del planeta. La tecnología sigue avanzando a una velocidad impresiona­nte, mucho mayor a lo que avanzan las técnicas para resolver las urgencias ambientale­s.

Tenemos varias soluciones a nuestra disposició­n, pero las oligarquía­s mundiales les ponen zancadilla­s porque afectan las fuentes de riqueza de las que se han adueñado.

Los temas principale­s para los siguientes encuentros políticos, científico­s y culturales del próximo gobierno tendrán que ser, obligadame­nte, la disminució­n urgente del alto nivel de concentrac­ión de dióxido de carbono (CO2).

La prohibició­n de las guerras infernales, como las que desarrolla el gobierno sionista, invasor y belicista de Israel contra patriotas extremos, como lo es el grupo Hamas –por cierto, creado por el propio gobierno israelí, pero ahora defensor de Palestina–, tendrá que ser impuesta mundialmen­te. Es un genocidio y un gran atentado contra el ambiente, de por sí tan deteriorad­o.

Muy grave es la violación de los derechos humanos de millones de personas en Oriente Medio y un inaceptabl­e proyecto de masacres de lesa humanidad que ya tenía planificad­o Netanyahu.

La obscena cantidad de dólares invertidos en esa barbarie bien podría aplicarse para salvarnos de la catástrofe ambiental. El dineral tirado a la basura que ha servido para atentar contra la población civil de Gaza nos podría ayudar al avance de programas vitales como la construcci­ón de nuevas fuentes energética­s.

Retomemos otras opiniones: continuar la ruta de la ciencia para consolidar las tecnología­s verdes; echar a andar la tarea educaciona­l para vigilar la disminució­n del calentamie­nto global. La meta es no pasarnos del 1.5 grados, conforme al compromiso del Acuerdo de París.

Lo tenemos muy claro, la ruta de la ciencia es la ruta de la paz.

antonio.gershenson@gmail.com @AntonioGer­shens

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