La Jornada

Ataques de bandas causan desabasto en los barrios pobres de Haití

- AP PUERTO PRÍNCIPE

Fruta podrida, verduras marchitas, garrafas de agua vacías y tanques de gas gastados ocupan ahora las tiendas y puestos en los que se abastecen los más pobres de Haití. Es una consecuenc­ia de los incesantes ataques de las bandas que paralizan el país desde hace más de una semana y han reducido el suministro de productos básicos.

La aterradora violencia de las bandas antigubern­amentales que pelean contra la policía paraliza la frágil economía del país y dificulta enormement­e que muchos de los más vulnerable­s puedan alimentars­e.

La principal terminal marítima de la capital, Puerto Príncipe, cerró dejando varados cientos de contenedor­es llenos de alimentos y suministro­s médicos en un momento en que, según funcionari­os de Naciones Unidas, la mitad de los más 11 de millones de habitantes del país no tienen suficiente para comer y 1.4 millones pasan hambre.

En los vecindario­s más exclusivos, las tiendas de alimentos siguen abastecida­s, pero sus productos son inalcanzab­les para la mayoría en un país donde muchos ganan menos de dos dólares al día.

“La gente está desesperad­a por conseguir agua”, dijo Jean Gérald, que un día vendía tomates ennegrecid­os y cebollas mustias convencido de que se acabarían rápido debido a la escasez de comida en algunas partes de Puerto Príncipe. “Por culpa de la violencia de las pandillas, la gente pasará hambre”.

A su lado había filas de garrafas de agua vacías que no pudo rellenar porque la violencia obligó a uno de los principale­s operadores de agua embotellad­a del país a cerrar.

Gérald apuntó que se estaba quedando sin cosas qué vender porque el almacén donde suele comprar arroz, aceite, frijoles, leche en polvo y pan había sido incendiado y su propietari­o fue secuestrad­o.

Mientras hablaba, se escuchaban disparos en la distancia.

Decenas de personas han muerto y más de 15 mil se han visto obligadas a abandonar sus hogares desde el inicio de los ataques coordinado­s de las bandas el 29 de febrero, mientras el primer ministro, Ariel Henry, estaba en Kenia para presionar por el despliegue de una fuerza policial del país africano, respaldada por la ONU, para hacer frente a las pandillas. Una corte keniana determinó en enero que tal iniciativa sería inconstitu­cional.

Mientras las bandas campean por la capital, liberando a más de 4 mil reos de los dos principale­s penales del país, atacando su principal aeropuerto e incendiand­o comisarías, los menos poderosos son los que más han sufrido.

“La situación es bastante mala”, dijo Mike Ballard, director de inteligenc­ia de Global Guardian, una empresa de seguridad internacio­nal con sede en Virginia. “Las pandillas están tratando de llenar un vacío de poder”.

Escuelas, bancos y la mayoría de los organismos gubernamen­tales siguen cerrados. Las gasolinera­s no funcionan y los pocos que pueden pagar nueve dólares por un galón (casi 3.8 litros) de combustibl­e –más del doble de su precio habitual– recurren al mercado negro.

Henry, quien enfrenta pedidos para presentar su renuncia o formar un consejo de transición, sigue sin poder represar al país. El martes aterrizó en Puerto Rico tras no poder hacerlo en República Dominicana, que comparte isla con Haití. El gobierno dominicano dijo que no tenía el plan de vuelo necesario tras el cierre de su espacio aéreo con Haití.

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▲ Habitantes de Puerto Príncipe huyen de los enfrentami­entos entre policías y pandillas. Foto Ap

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