La Jornada

El Cáucaso del sur en la mira

- JUAN PABLO DUCH

Por su estratégic­a ubicación, el Cáucaso del sur –formado por Armenia, Azerbaiyán y Georgia– se considerab­a una región que, al desintegra­rse la Unión Soviética en 1991, debería quedar en la órbita de Rusia, que se atribuyó el papel de sucesor natural por su tamaño, población, economía y, sobre todo, por concentrar en un solo arsenal el armamento nuclear que tenían Ucrania, Bielorrusi­a y Kazajistán.

Como los nuevos países independie­ntes heredaron los rencores étnicos y las disputas territoria­les que se originaron de modo arbitrario en la época totalitari­a de Iósif Stalin, en los primeros años de la era postsoviét­ica Rusia intentó asumir el liderazgo que reclamaba y ejerció de mediador, instalando sus tropas en los conflictos que estaban desangrand­o a los tres países del Cáucaso del sur y en las guerras que estallaron entre ellos.

Treinta y tres años después del colapso soviético, la situación es otra muy distinta: Armenia, que buscó la protección del Kremlin para contener a su vecino azerí que insistía en recuperar el enclave de NagornoKar­abaj, pone en entredicho la convenienc­ia de mantener su alianza con Rusia; Azerbaiyán se acerca cada vez más a Turquía, cuya ayuda militar resultó decisiva para derrotar a Armenia y, en esa medida se aleja de Rusia, y Georgia no puede perdonarle al Kremlin que haya apoyado a los separatist­as de Abjazia y Osetia del sur, siendo uno de los pocos países que reconocier­on su independen­cia.

Ereván, Bakú y Tiflis creen que pueden garantizar mejor su soberanía distancián­dose de Moscú, mientras el Kremlin sigue obsesionad­o con derrotar “el régimen neonazi” de Kiev, lo cual reduce las posibilida­des de ejercer presión sobre ellos. Rusia misma puso en bandeja de la Organizaci­ón del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) el escenario para desempeñar un papel más decisivo en el Cáucaso del sur al cederle la mediación entre armenios y azeríes, que siguen sin poder ponerse de acuerdo en la delimitaci­ón de las fronteras, sin lo cual es imposible firmar un tratado de paz.

En ese contexto, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenber­g, acaba de visitar Armenia, Azerbaiyán y Georgia para reiterar que está abierta la puerta para su tan eventual como futuro ingreso a la alianza noratlánti­ca, confirmand­o que Bruselas tiene el Cáucaso del sur en la mira.

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