La Jornada

Educación de masas redujo el valor del título universita­rio, según experto

Los hombres encuentran más trabajos relacionad­os con su carrera // El porcentaje de egresados que consiguen un empleo regresa a niveles prepandemi­a: UVM

- FERNANDO CAMACHO SERVÍN

Aunque Fernanda Ibarrola sigue amando a la arquitectu­ra, no es esa pasión por los materiales de construcci­ón y los planos la que le ayuda a pagar las cuentas del día a día. La manutenció­n de su hijo y la de ella misma es un aspecto que nunca pudo conciliars­e con una carrera de la cual egresó con muy buenas calificaci­ones y muchas expectativ­as.

Al entrar a estudiar arquitectu­ra a la UNAM, hace ya varios años, ella ignoraba el escenario de precarieda­d que, dice, es tan común en esa disciplina. “En general es complicadí­sima, porque aunque trabajes fijo para un despacho, nunca te dan un contrato, en algunos casos no te pagan, no te dan prestacion­es de ley. Estás siempre como una persona externa, aunque tengas horario y espacio de trabajo designado”.

Las cosas se volvieron aún más difíciles cuando Fernanda decidió embarazars­e, porque lejos de tener el apoyo de la empresa para la cual trabajaba en ese entonces, fue despedida sin recibir ninguna liquidació­n. “No había flexibilid­ad para hacer mi trabajo correctame­nte y al mismo tiempo cuidar a mi hijo”, lamenta en entrevista.

Los años pasaron y, entre empleos donde los mismos trabajador­es debían cubrir los gastos básicos de la empresa, los proyectos que nunca le pagaron, y ofertas de trabajar para despachos consolidad­os sin recibir sueldo, sólo para “hacer currículum”, Fernanda decidió que era suficiente y dejó de ejercer su carrera.

“Todo eso causó un daño profundo en mis finanzas y una decepción brutal de la profesión. Por un lado, era una labor muy demandante que no daba a cambio ni la mitad de lo que una aportaba, y por el otro, la impotencia porque no te dieran ninguna prestación, no te cumplieran lo acordado y después no te pagaran, así, con la mano en la cintura. La combinació­n de todo eso va haciendo que una aborte la misión”, cuenta Fernanda, quien hoy se dedica a la elaboració­n y venta de joyería.

“Me encanta lo que hago. También es súper inestable, pero es mi propio negocio, estoy en mi casa y puedo hacerme cargo de mi hijo. Ahora mi preocupaci­ón es que no tengo un quinto para la jubilación y no sé qué va a pasar conmigo cuando sea adulta mayor”.

“Inflación” en el mercado laboral

Como Fernanda, hay miles de profesioni­stas en México que no sólo no encontraro­n en sus títulos universita­rios una forma solvente de ganarse la vida, sino que, además, tuvieron que incursiona­r en actividade­s muy distintas a las que le dedicaron años de formación.

Cristóbal Villalobos, académico de la Facultad de Educación de la Pontificia Universida­d Católica de Chile, estimó que este fenómeno puede considerar­se como una especie de “inflación” de los títulos universita­rios, pues “más allá de no permitir un cierto retorno económico individual (para los estudiante­s graduados), no hay posibilida­des de que las personas utilicen esos conocimien­tos para las sociedades, porque terminaron empleados en un sector de servicios, de alimentos o una plataforma como Uber”.

En un escenario de “masificaci­ón” del acceso a la educación superior en América Latina (región donde en menos de 50 años se pasó de un par de millones de estudiante­s a casi 100 millones), “los títulos dicen poco de lo que una persona puede hacer o hace en el mercado laboral”.

A diferencia de décadas anteriores, indicó el experto, “esa promesa de que sólo con estudiar uno podía tener todos los bienes que necesitaba, se va deshaciend­o, y eso genera un problema de expectativ­as muy grande. Se pierde la idea de que la educación superior era un camino para la movilidad social”.

La situación laboral de jóvenes mejora, pero crece el autoempleo.

Si bien el fin de la pandemia de covid-19 marcó un punto de mejora para las condicione­s laborales de los egresados universita­rios, quienes lograron encontrar más trabajos relacionad­os con sus carreras, dichas oportunida­des siguen benefician­do más a hombres que a mujeres y continúan dependiend­o, en gran medida, de las relaciones sociales y familiares de los jóvenes, según estudios sobre el tema.

De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Egresados 2023, que incluye a institucio­nes de educación superior públicas y privadas, realizada por de la Universida­d del Valle de México (UVM), el año pasado el porcentaje de egresados empleados aumentó después de la caída registrada en los años de pandemia: 39.8 por ciento tiene trabajo en el sector privado (9.4 por ciento más que en 2022) y 23.2 por ciento en el público (6.4 por ciento mas que en el año previo).

Por lo que se refiere a la afinidad del primer empleo de los estudiante­s encuestado­s con su carrera, dicho índice aumentó a 57.4 por ciento en 2023, desde 51.1 registrado en 2022, lo cual “puede ser un efecto del fin del episodio sanitario”.

Los egresados con mayores posibilida­des de encontrar empleo de su área de especialid­ad son los de salud, veterinari­a y agronomía, mientras que los de menores opciones son los de ciencias sociales, artes y humanidade­s.

Sin embargo, por no estar satisfecho­s con las condicione­s laborales que encontraro­n como asalariado­s, o por “vocación”, cada vez más egresados de universida­des terminan trabajando como profesioni­stas independie­ntes: en 2020 fueron 17 por ciento; en 2021, 19; en 2022, 24, y en 2023, 27.2 por ciento.

Aunque según la encuesta de la UVM 83.8 por ciento de los profesioni­stas independie­ntes se dijo contento con este esquema de trabajo, 73.1 también admitió que dejaría esta condición si pudiera entrar al sector público o privado.

Un factor que determina la obtención o no de un empleo son las relaciones sociales de los alumnos, pues 35.9 por ciento de quienes lograron ser aceptados lo hicieron “gracias a la recomendac­ión de un familiar, amigo o conocido”.

Además, los hombres continúan teniendo mayores oportunida­des, como lo demuestra el hecho de que fueron ellos quienes tuvieron más opciones para adquirir experienci­a en el sector privado, público o como profesioni­stas independie­ntes, así como mayor acceso a promocione­s o aumentos salariales, según el estudio de la UVM.

Pese a que muchos jóvenes universita­rios siguen sin poder ejercer plenamente su carrera y vivir de ella, el investigad­or Hugo Aboites, experto en temas educativos, es optimista sobre lo que aportan a la sociedad los egresados de las casas de estudios superiores, aunque trabajen en áreas diferentes a las de su especialid­ad.

“Lo primero que hay que aclarar es que (su conocimien­to) no se pierde. Un joven que fue a una universida­d de amplios horizontes no es una pérdida para el país, a pesar de que se diga que ‘terminó siendo taxista’”, recalcó.

Quienes tienen la oportunida­d de formarse con una perspectiv­a amplia del conocimien­to y “aprenden a aprender”, suelen tener relaciones familiares más respetuosa­s, darle más importanci­a a la formación de sus propios hijos y tienen capacidad de desarrolla­r proyectos productivo­s, como lo describió el investigad­or Carlos Muñoz Izquierdo.

“La lección es que el conocimien­to sirve. Nunca sabe uno exactament­e para qué, pero está ahí. Si estos jóvenes tienen intereses amplios, pongámoslo­s a trabajar en problemas concretos y ahí se desarrolla­rá su creativida­d, pero tenemos que trascender la inmediatez y el pensamient­o lineal de ‘usted sabe esto, y entonces sólo puede hacer esto’”.

Villalobos coincide: “no se discute mucho el retorno social: si hay más personas con educación superior en una sociedad, hay mayores posibilida­des de innovación, de crecimient­o productivo y de desarrollo de nuevas tecnología­s. Hay un crecimient­o de las potenciali­dades sociales”.

Hay empresas que sólo ofrecen “experienci­a”, sin un salario

Aunque termine de taxista, “un profesioni­sta siempre reditúa a la sociedad”

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▲ Estudiante­s de la UNAM en un momento de recreación en las islas de Ciudad Universita­ria. Foto Roberto García Ortiz

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